tag:blogger.com,1999:blog-9315922619114871542024-03-12T15:33:40.716-07:00El Darwinismo socialUnknownnoreply@blogger.comBlogger33125tag:blogger.com,1999:blog-931592261911487154.post-22115630086384286752009-04-30T04:56:00.000-07:002011-03-16T15:20:16.566-07:001. Charles Darwin<em><span style="color:#003300;">“La muerte ya no es el enemigo del hombre, como la ha presentado la cristiandad, sino su glorificación -al contrario que el pensamiento de Pablo en su Carta a los Corintios, se señala- y desde luego la gran fuerza de progreso, porque las muertes de muchos individuos pueden convenir a la especie -y no sólo a efectos de selección-, o a la sociedad estructurada con carácter científico”. Hellwal. Citado por José Jiménez Lozano, escritor. Premio Cervantes 2002 (ABC, 04/03/06)</span></em><br /><div align="justify"></div><br /><div align="justify"><a href="http://1.bp.blogspot.com/_Tb0o04mmIGo/SfmShCeRYHI/AAAAAAAAAeM/75jzbShVgs8/s1600-h/darwin-1.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5330452730266869874" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 240px; CURSOR: hand; HEIGHT: 400px" alt="" src="http://1.bp.blogspot.com/_Tb0o04mmIGo/SfmShCeRYHI/AAAAAAAAAeM/75jzbShVgs8/s400/darwin-1.jpg" border="0" /></a>Charles Robert Darwin, hijo de Robert y Susannah Darwin, nació el 12 de febrero de 1809 en el seno de una familia pudiente, con todo lo que ello significa en cuanto a comodidades y privilegios; y esa riqueza, que él incrementaría considerablemente gracias a una vida de frugalidad, le permitiría convertirse en uno de los pensadores más influyentes de la historia: el hombre que formuló la teoría de la evolución.<br />Robert Darwin, su padre, era un librepensador, hijo del renombrado poeta, doctor, librepensador, disidente y libertino Erasmus Darwin. Su madre, Susannah, era la hija del famoso y próspero Josiah Wedgwood, fabricante de porcelana fina y miembro de la Iglesia unitaria. Cerniéndose sobre Inglaterra la sombra de la Revolución francesa, que había comenzado exactamente dos décadas antes, los librepensadores unitarios – disidentes de la Iglesia Anglicana – y todos los que tenían tendencias más democráticas se habían convertido en objeto de sospecha, de modo que Robert y Susannah consideraron que lo mejor era bautizar a Charles en la Iglesia anglicana de Saint Chad, el 17 de noviembre. Sin embargo, aún así Susannah permaneció fiel al unitarianismo de su familia paterna, y los domingos llevaba a Charles a iglesias unitarias. Murió cuando su hijo tenía sólo ocho años. Las hermanas de Charles ocuparon el lugar de su madre.<br />Desde muy pronto, el joven Charles fue un ávido coleccionista de todo tipo de especimenes, y prefería pasar las horas en el laboratorio de química que había improvisado en los establos antes que estudiar los clásicos griegos y latinos que estaban prescritos para la educación de los niños de su clase social. También le encantaba cazar. No puede sorprender, por tanto, que sus logros en el colegio no fuesen precisamente estelares. “¡No te importa nada más que cazar, los perros y coger ratas!”, bramaba con ira su padre. “¡Serás una deshonra para ti mismo y para toda tu familia!”. El remedio que su padre médico le recetó fue convertirlo en médico, hijo y nieto de médicos, de modo que a los dieciséis años Charles se encontró visitando pacientes junto con su progenitor.<br />Para los estudios universitarios, Robert Darwin decidió enviar a Charles a Edimburgo, donde se uniría a él su hermano mayor, Erasmus. Edimburgo era el lugar donde los disidentes con recursos, que no eran admitidos en Oxford o Cambridge porque no suscribían los treinta y nueve artículos de la Iglesia de Inglaterra, podían cursasr los estudios de medicina. Charles y Erasmus llegaron a Edimburgo en octubre de 1825. Allí Charles se comprometió en mayor medida con las causas políticas más queridas del partido whig, incluyendo la libertad religiosa (frente a la Iglesia de Estado), la extensión del derecho de voto, la competencia abierta entre todos, de modo que prevalezcan los mejores (en lugar de posibilitar el acceso a los privilegios sociales sólo a los aristócratas), y la abolición de la esclavitud.<br />Pero Charles no estaba hecho para los estudios de Medicina. Lo que no le aburría, simplemente le horrorizaba. Las disecciones le resultaban desagradables, pero lo que verdaderamente le llenaba de terror eran las salas de operaciones, sucias y sin anestesia; tras presenciar una chapucera operación practicada a un niño, Charles no volvería a entrar nunca más en un quirófano. Consiguió superar mal que bien el primer curso, animado únicamente por la clase de Química y por el aprendizaje de la taxidermia, que realizó codo con codo con un esclavo liberto.<br />Al llegar su segundo año en la Facultad de Medicina Darwin ya se había desentendido casi completamente de la formación que debía recibir. En lugar de apuntarse a los cursos obligatorios siguió sus intereses personales, y muy pronto se encontró bajo la tutela de Robert Grant, un brillante iconoclasta, experto en esponjas y firme defensor de la evolución (o la transmutación, como en aquel momento se decía). Grant, que era francófilo, s ehabía empapado de la teoría de la transmutación de Jean-Baptiste Lamarck y Etienne Geoffrey Saint Hilaire, de modo que enseguida Darwin se encontró leyendo a Lamarck (aunque su francés era bastante pobre), estudiando todo tipo de pájaro, animal o criatura marina sobre la que pudiese poner las manos y estudiando también Geología.<br />En ese año académico le propusieron formar parte de la Sociedad Pliniana, que se reunía regularmente para discutir todo tipo de cuestiones. El hombre que propuso a Darwin, William Browne, era un materialista radical, y la misma noche de la presentación de Darwin ante la Sociedad, después de que éste pronunciase una charla sobre los invertebrados marinos, tomó la palabra para argumentar que la mente, más que una faceta del alma inmortal, no era sino la actividad del cerebro. El alma, por supuesto, no existía. No es necesario decir que la charla de Browne fue públicamente censurada, pero sin duda causó una honda impresión en Charles, porque casi medio siglo después éste argumentaría cosas muy parecidas en El origen de l hombre.<br />Darwin no llegaría a acabar los estudios de Medicina, pues abandonó definitivamente la facultad en la primavera de 1827. Pero durante su corta estancia en ella se había sumergido en todos los aspectos fundamentales de la teoría de la evolución y de la visión materialista de la naturaleza que subyace a ésta.<br />Como cabía esperar, esto no agradó a Robert Darwin, que decidió que si su hijo se iba a dedicar a jugar al naturalista aficionado, no estaba capacitado más que para la vida del pastor rural, una posición de privilegio en la Iglesia de Inglaterra para hijos de familias pudientes sin aptitudes para ganarse la vida de otra manera. A Darwin no le desagradaba la idea de regentar una parroquia rural, un cargo que exigía un mínimo de rigor doctrinal pero que le proporcionaría el máximo de tiempo y oportunidades para desarrollarse como naturalista. Así, a principios de 1828 llegó a Cambridge para incorporarse como estudiante al Christ´s Collage: el hijo del librepensador se había reconciliado con la necesidad de jugar conforme a las reglas vigentes en una sociedad dominada por el anglicanismo.<br />En Cambridge, si bien surgió en él una cierta pasión por la teología, se manifestó con toda su fuerza su pasión latente por el coleccionismo de escarabajos, que le hizo sumergirse en la impresionante variedad de especies de ese género. También estudió las Evidences of Christianity (Pruebas del cristianismo), de William Paley, quedando muy impresionado por el famoso argumento de Paley según el intrincado orden de la naturaleza necesariamente exige un Diseñador. Sin embargo, en poco más de una década el asombroso número de variedades de las diversas especies, incluyendo el escarabajo, llevarían a Darwin a rechazar los argumentos de Paley porque – así acabaría razonando – ciertamente Dios, no había creado todas y cada una de las mínimas gradaciones de variedades de escarabajo.<br />A pesar de que Darwin no consiguió apasionarse especialmente por la teología, fue capaz de conseguir la licenciatura de Filosofía y Letras en 1831. Para entonces, su pasión por la ciencia no tenía prácticamente límites, de modo que se volcó en el estudio de la Botánica, especialmente la Geología. Este celo haría que rápidamente le ofreciesen un puesto como naturalista en el buque Beagle, acompañando al capitán Robert FitzRoy en una exploración de la costa sudamericana. Después de mucho retraso, el Beagle zarpó el 27 de diciembre de 1831.<br />En su viaje, Darwin encontró fósiles gigantes de animales extinguidos; se encontró con pueblos salvajes que, a su juicio, apenas podían distinguirse de las bestias; leyó e hizo suyas las argumentaciones geológicas de Charles Lyell, según las cuales, y a diferencia de lo que afirmaba entonces el pensamiento cristiano, el mundo no tenía simplemente seis mil años, sino millones; y había aceptado en buena parte la explicación evolutiva de su antiguo profesor Robert Grant sobre la aparición de nuevas especies, incluida la humana. En octubre de 1836, casi cinco años después de su partida, Darwin volvió a casa transformado en un hombre nuevo.<br />Fue recibido como un joven héroe de la ciencia. Había enviado cajas y cajas de especimenes a Inglaterra, incluyendo una maravillosa colección de enormes fósiles, y fue casi inmediatamente elevado a los aristocráticos dominios de los naturalistas de prestigio. La única dificultad estaba en que los naturalistas de prestigio, en aquel tiempo, no propugnaban la evolución (ni las causas políticas whig). La evolución era la teoría que defendían los ateos, los demócratas y los más radicales disidentes de la ortodoxia anglicana. Así, Darwin se encontró atrapado en una curiosa situación: sus verdaderas ideas eran radicales, pero su pretigio dependía del rechazo de ese radicalismo.<br />Ante ese dilema, comenzó a vivir una doble vida intelectual: se movía en círculos aristocráticos y contrarios a la evolución a la vez que, privadamente, trabajaba de forma febril en los detalles de su explicación de la evolución. Estaba convencido de que la mente humana era completamente material, de que los seres humanos habían evolucionado a partir de algún tipo de antepasado similar al mono y de que la moralidad misma no era más que un producto de la evolución. Muy pronto, la ansiedad derivada de esta doble vida comenzó a cebarse sobre su salud, de modo que con frecuencia se veía incapaz de trabajar y obligado a permanecer en cama como un inválido.<br />Y todo esto, antes de haber cumplido los treinta años; veinte años antes de la publicación, en 1859, de su obra El origen de las especies, donde por primera vez hizo públicas sus teorías sobre la evolución, y más de treinta años antes de desarrollar, a la vista de todos, las ramificaciones de la evolución de los seres humanos en El origen del hombre, publicado en 1871.<br />En noviembre de 1838 propuso matrimonio a su prima Emma Wedgwood. Ella aceptó, y se casaron en enero del año siguiente. Desde el primer momento, Darwin confesó a Emma su materialismo, su creencia en la transmutación y sus dudas con respecto al cristianismo (incluso en sus formas más debilitadas, como el unitarismo de Emmma). Todo eso causó gran preocupación a su esposa. Pero Emma no era radical, por lo que no temía que las opiniones de su esposo le apartasen de la sociedad científica respetable, sino que le llevasen a privarle de pasar la eternidad con ella. Aun así, y a pesar de esta profunda discrepancia y de las continuas enfermedades de Darwin, su matrimonio fue feliz y fructífero. Tuvieron diez hijos, de los cuales sobrevivieron siete. Resulta interesante reparar, dados sus argumentos sobre la supervivencia de los más aptos, que todos sus hijos tuvieron una salud bastante débil.<br />Esta larga introducción biográfica nos ha puesto de manifiesto varias cosas muy importantes sobre Darwin y, por tanto, sobre el darwinismo. En primer lugar, en contraste con las hagiografías sobre su trayectoria científica de las que surgen los relatos más extendidos sobre él, Darwin no fue un pionero intelectual. La teoría de la evolución no fue descubierta por él en las islas Galápagos: esa teoría ya gozaba de buena salud y era bien conocida en Inglaterra antes de que Darwin pisara el Beagle. Darwin ayudó a ponerla a punto, pero no la “descubrió”. Segundo, desde muy pronto Darwin tuvo conciencia de las implicaciones más radicales de la teoría de la evolución aplicada a los seres humanos; sin embargo, evitó decir nada al respecto en su obra más famosa, El origen de las especies. ¿Por qué? Sabía que, si lo hacía de forma explícita, su teoría sería arrojada al fuego y él mismo sería perseguido junto con los demás evolucionistas, como Robert Grant.<br />Este segundo punto es especialmente importante. A la hora de hacer un juicio sobre Darwin y el darwinismo, los historiadores generalmente han distinguido entre sus argumentaciones sobre la evolución tal y como están expuestas en El origen de las especies y lo que habrían sido aplicaciones erradas de esa teorías en el reino de la moralidad humana por parte de los autoproclamados seguidores de Darwin en la segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. Se nos asegura que lo único que Darwin pretendía era exponer de forma revolucionariamente científica el modo en que las nuevas especies surgieron en la naturaleza, a partir de las anteriores. Los que extrapolaron los aspectos más crueles de la supervivencia de los más aptos, el motor de la evolución en la naturaleza, al reino de los asuntos humanos no eran seguidores de Darwin, se nos dice, sino personas que lo malinterpretaron. Conforme a este relato estándar, por lo tanto, el crecimiento del movimiento eugenésico por toda Europa y América después de Darwin, un movimiento que floreció de forma particularmente infame en la Alemania nazi, representaría una aberración desviada de la pureza del relato científico de Darwin: un caso arquetípico de mal uso de la ciencia para convertirla en pseudociencia.<br />Pero esta explicación, tan común entre los historiadores, es simple y llanamente falsa. Darwin era consciente de las implicaciones de la teoría evolutiva en su aplicación, tan común entre los historiadores, es simple y llanamente falsa. Darwin era consciente de las implicaciones de la teoría evolutiva en su aplicación a los seres humanos, y las aprobaba, pero como hemos dicho antes, esperó a 1871 para publicarlas en El origen del hombre. Lo cual fue muy prudente por su parte, porque, después de estudiar la aplicación que el propio Darwin hacía de su teoría de la evolución a la naturaleza humana, veremos cómo los resultados fueron bien impactantes. Darwin no era sólo un eugenista, también era un racista y relativista moral. De este modo, para entender todo lo que significó el darwinismo para la actual Cultura de la Muerte, debemos ocuparnos del su libro El origen del hombre.<br />Es necesario repetirlo: los argumentos vertidos en El origen de las especies proporcionaron los cimientos teóricos de la explicación evolutiva de la moralidad que realiza Darwin en El origen del hombre. En ésta última obra, Darwin partía de que la evolución era un hecho, y pretendió a partir de ahí explicar (entre otras cosas) cómo las diversas concepciones morales podrían haber evolucionado a través de la selección natural, de la misma manera que en El origen de las especies explicaba cómo la selección natural podía haber hecho surgir la gran variedad de especies existentes de animales y plantas. Al hacer eso, estaba sustituyendo el relato cristiano del Derecho Natural y de la moralidad, que había formado la base de la cultura cristiana durante más de un milenio y medio, por un nuevo relativismo moral fundamentado en la evolución.<br />Para Darwin, en contraste con la teoría de la moral basada en el Derecho Natural, las “facultades morales del hombre” no eran originales e inherentes a él, sino que habrían evolucionado a partir de “cualidades sociales”, y éstas tampoco serían originadas, sino adquiridas “a través de la selección natural, ayudadas por los hábitos heredados”. Igual que la vida surgió de elementos no vivos, la moral surgió de elementos no morales. Por tanto, ya desde el principio Darwin rechazaba los argumentos sobre el Derecho natural del estoicismo y del cristianismo, según los cuales los humanos eran seres morales por naturaleza. En lugar de eso, asumió que los seres humanos eran por naturaleza asociales y amorales y que sólo se habrían convertido en sociales y morales históricamente.<br />Por ser más exactos, para Darwin el hombre hubo de convertirse primero en un ser social para, posteriormente, poder convertirse en un ser moral. Pero, ¿cómo nos convertimos en seres sociales? “Para que los seres primitivos, o los progenitores simiescos del hombre, se convirtiesen en seres sociales”, razonaba Darwin, “deben haber adquirido los mismos sentimientos instintivos que impulsan a otros animales a vivir en cuerpo social”. Estos instintos no eran algo particular de los seres humanos ni de sus “progenitores”, ni eran naturales en el sentido de estar incorporados a esos seres desde el principio. Los “instintos sociales” del hombre (como los de otros animales sociales) eran el resultado de variaciones en el individuo que suponían algún tipo de ventaja para la supervivencia. Los que nacían con instintos sociales más fuertes se unían con otros formando tribus más fuertes, más homogéneas y más efectivas. Los que nacían con poco o ningún instinto social resultaban eliminados en la lucha por la supervivencia.<br /><em>“Las personas egoístas y que despreciaban a los demás no podrán establecer relaciones sólidas entre sí, y sin esas relaciones no puede llevarse nada a cabo”.</em> Por encima y más allá de los instintos sociales, los particulares instintos “morales” (tales como la fidelidad y el valor) superaron la selección natural porque beneficiaban a la tribu en su conjunto, en cuanto que hacían que se “desarrollase y se impusiese sobre otras tribus” en las “incesantes guerras de los salvajes”. Igual que con los demás animales, esas luchas no conocen descanso. Con el paso del tiempo, cada tribu “acabaría, si debemos juzgar a partir de toda la historia del pasado, siendo a su vez vencida por otra tribu mejor dotada”. A través de esta batalla natural de tribu contra tribu, “las cualidades sociales y morales tenderían lentamente a avanzar y a difundirse a través del mundo”. Particularmente, el desarrollo evolutivo de las cualidades morales que los seres humanos han acabado teniendo dependió esencialmente de una larga historia de incesante conflicto entre diferentes tribus en competencia por unos recursos insuficientes; de este modo, el “progreso” evolutivo de la moralidad no podía haberse producido “si el ritmo de crecimiento (de las poblaciones en las tribus) no hubiese sido rápido y la consiguiente lucha por la existencia (no hubiese sido) severa hasta un grado extremo”.<br />Lo que llamamos “conciencia” fue también el resultado de la selección natural. Darwin la describió como un “sentimiento de insatisfacción que se produce de forma inevitable (…) a partir de cualquier instinto no satisfecho”. Dado que “los instintos sociales más permanentes” fueron más primitivos y por tanto más fuertes que los instintos desarrollados con posterioridad, los instintos sociales habrían sido la fuente de nuestros sentimientos de intranquilidad, cuando alguna acción nuestra los transgredía. En lugar de ser una luz divina que guía nuestras decisiones, la conciencia sería simplemente un recordatorio evolutivo de un instinto anterior más profundamente arraigado.<br />Esta explicación evolutiva de la moralidad proporcionaba un fundamento aparentemente científico para el relativismo moral: dado que la conciencia humana surgió como un accidente de la selección natural, no tenía por qué surgir de ninguna manera en particular. Como sucede con el color de las mariposas o los hábitos de apareamiento de determinados pájaros, cabían múltiples variantes, y dado que la evolución continúa, seguirán apareciendo nuevas variaciones de la conciencia. Por consiguiente, ninguna variedad particular de conciencia puede ser considerada mejor o peor que otra. De hecho, la selección natural es la que juzga por nosotros, porque la conciencia de cualquier grupo superviviente ya ha sido considerada digna por el único criterio de la evolución: la supervivencia.<br />Dado que la conciencia, tal y como la experimentamos, podría haber sido conformada por la evolución de forma muy diversa en función de las diferentes necesidades que impulsaron a nuestros ancestros en su lucha por la supervivencia, seguiría siendo conciencia incluso si nos dijese que son buenas cosas que ahora consideramos malas. Como el mismo Darwin decía a los lectores: “No pretendo sostener que cualquier animal estrictamente social, si sus facultades intelectuales hubiesen de llegar a ser tan activas y altamente desarrolladas como las del hombre, llegaría a adquirir exactamente el mismo sentido moral que nosotros”.<br /><br /><em><span style="color:#990000;">“Si, por tomar un ejemplo extremo, los hombres creciesen exactamente en las mismas condiciones que las abejas en las colmenas, difícilmente podría dudarse de que nuestras hembras solteras considerarían, como las abejas obreras, un deber sagrado matar a sus hermanos, y las madres lucharían por matar a sus hijas fértiles; y a nadie se le ocurriría interferir. Sin embargo la abeja, o cualquier otro animal social, en nuestro supuesto adquiriría, me parece, algún sentimiento de lo que está bien y de lo que está mal, es decir, una conciencia. Porque cada individuo tendría una cierta convicción íntima sobre cuáles son sus instintos más fuertes y duraderos, y cuáles los menos; de modo que a menudo se entablaría en su interior una pugna respecto a qué impulso seguir; de lo cual surgiría un sentimiento de satisfacción o insatisfacción (…) En este caso, un control interno indicaría al animal que habría sido mejor haber seguido un impulso y no otro. Uno sería el correcto, el otro el incorrecto”. Charles Darwin. El origen del hombre.<br /></span></em><br />Pero no necesitamos considerar sólo ejemplos ficticios. Tal y como Darwin dejó claro en sus análisis de las diversas “especies” de moralidad humana, esa variabilidad de hecho se expresa a través de la historia natural de las moralidades humanas tal y como evolucionaron en la realidad. Esto explicaría por qué, por ejemplo, muchas sociedades han tolerado el infanticidio, mientras otras lo han condenado. La diferencia no reside en la actuación conforme a estándares morales extrínsecos, sino en las diversas condiciones para la supervivencia de las distintas poblaciones humanas.<br />Por supuesto, si la moralidad ha quedado reducida a lo que resulta ser útil en determinadas condiciones para la supervivencia del grupo, conforme las condiciones cambian lo que ha demostrado ser beneficioso para la supervivencia puede igualmente dejar de serlo. Por tomar un ejemplo: Darwin informaba a sus lectores de que el matrimonio monógamo era un fenómeno evolutivo relativamente reciente, y se planteaba seriamente si bajo las condiciones de su tiempo la monogamia ya habría agotado sus méritos evolutivos y era por tanto perjudicial para las supervivencia de los más aptos.<br />Dada la crueldad del mecanismo de supervivencia de los más aptos y su intrínseca falta de finalidad, podría parecer extraño que Darwin al mismo tiempo creyese que, en cierto sentido, la evolución era moralmente progresiva. Ésta habría dado a la humanidad (o al menos a sus más altas formas) un “amor desinteresado hacia todas las criaturas vivas”, que se extendía “más allá de los confines del hombre (…) hacia los animales inferiores”. Darwin consideraba tal simpatía “el más noble atributo del hombre”.<br />Pero aunque pueda sonar bien, la elaboración de este ranking de cualidades morales producto de la evolución tuvo consecuencias desastrosas. Para empezar, permitió a Darwin, en cuanto naturalista ser racista. Argumentaba que, si partimos del criterio de la simpatía (y de la capacidad intelectual), las “naciones occidentales de Europa (…) sobrepasan a sus antiguos progenitores y están en la cumbre de la civilización”. Paradójicamente, esta superioridad evolutiva (incluyendo esa simpatía) sólo pudo ser adquirida mediante la lucha brutal entre las razas por la supervivencia, una lucha que estaba lejos de haber concluido. De ahí que el progreso moral conllevase la exterminación de las razas “menos aptas” a manos de las más dotadas o avanzadas.<br />La inevitabilidad del exterminio racial fue una derivación directa de los argumentos evolutivos de Darwin en El origen de las especies (el título completo de la obra era El origen de las especies a través de la selección natural o la preservación de las razas más dotadas en la lucha por la vida), las diferentes razas o variedades de cualquier cosa creada a partir de la selección natural resultaban necesariamente, y de forma beneficiosa para ellas, condenadas a la más severa lucha por la supervivencia precisamente debido a su misma similitud.<br />Tal y como Darwin argumentaba En El origen de las especies,<br /><br /><em><strong><span style="color:#990000;">"(…) las formas que mantienen una competencia más cerrada con las que están en curso de transformarse y de mejorar, naturalmente sufrirán más. Y (…) son las formas más próximas – las variedades de una misma especie y las especies del mismo género o de géneros relacionados – las que, por tener prácticamente la misma estructura, constitución y hábitos, generalmente entrarán en la competencia más acerba con la otra; consiguientemente, cada nueva variedad de una especie, durante el proceso de su conformación, generalmente presionará más duramente a su pariente más cercano, y tenderá a exterminarlo”.<br /></span></strong></em><br />Este argumento podía ser aplicado directamente a su valoración de la historia evolutiva de las razas humanas, y a la extinción necesaria y beneficiosa de las “menos favorecidas”:<br /><br /><strong><em><span style="color:#990000;">"En un futuro, no muy distante si lo medimos por siglos, las razas civilizadas del hombre exterminarán y reemplazarán, con casi total seguridad, en todo el mundo a las razas salvajes. Al mismo tiempo los monos antropomórficos (esto es, los que se parecen más a los salvajes en su estructura) (…) sin dudad serán exterminados. Entonces la brecha será más ancha, porque separará por un lado al hombre en un estado más civilizado, debemos esperar (…) que el hombre blanco, y por otro a algún mono inferior, como por ejemplo el babuino, en lugar de separar, como sucede en el presente, al negro o al aborigen australiano por un lado y al gorila por otro”.<br /></span></em></strong><br />Independientemente de que Darwin estuviese en contra de la esclavitud – y hay que entender que lo estaba, dada su formación unitaria –, estas palabras son suyas. Lo son, fuesen cuales fuesen sus grandiosas afirmaciones sobre las cualidades morales del hombre. Y estas palabras no pueden ser más claras. Conforme a las leyes de la selección natural, la raza europea emergerá como la especie más característica del homo sapiens, y todas las formas de transición – el gorila, el chimpancé, el hombre negro o el aborigen australiano – resultarán extinguidas en el curso de la lucha por la supervivencia.<br />Por supuesto, la selección natural no sólo opera entre razas, sino también entre los individuos dentro de las razas. Expresando una queja que posteriormente sería común entre los eugenistas, Darwin sostenía que el hombre salvaje tiene una ventaja sobre el civilizado. En el salvaje, las cualidades intelectuales y morales no están tan desarrolladas, pero eso también supone que los salvajes disfrutan de los “beneficios” directos de la selección natural sin que éstos estén aguados por sentimientos de compasión. “Entre los salvajes, los más débiles de cuerpo o de mente resultan rápidamente eliminados, y los que sobreviven generalmente exhiben un vigoroso estado de salud”. No sucedía así, se lamentaba Darwin, con respecto a sus conciudadanos europeos. Los hombres civilizados “entorpecen el proceso de eliminación: construimos asilos para los imbéciles, para los lisiados y para los enfermos; promulgamos leyes para los menesterosos; y nuestros profesionales de la medicina ejercitan toda su habilidad para salvar la vida de cada persona hasta el último momento”. El progreso mismo de la medicina provoca una regresión evolutiva, porque “existen motivos para pensar que la vacunación ha preservado la vida de miles que, por su débil constitución, en otras condiciones habrían sucumbido a la viruela”. La desafortunada consecuencia de eso es que “los miembros más débiles de las sociedades civilizadas propagan su debilidad”. Tal obstáculo a la severidad de la selección natural es manifiestamente absurdo, porque, “nadie que haya presenciado cómo se crían los animales domésticos puede dudar de que ese obstáculo sea algo altamente dañino para la raza humana”. Ese daño exige la redefinición del significado y las finalidades de las labores asistenciales. “Resulta sorprendente con qué rapidez unos cuidados erróneamente orientados”, se lamentaba Darwin, “conducen a la degeneración de las razas de animales domésticos; pero exceptuando el caso del mismo hombre, apenas existe nadie tan ignorante como para permitir que sus peores animales se reproduzcan”. Charles Darwin. La descendencia del hombre.<br />Resulta sorprendente que Darwin fuera mejor persona que sus principios, puesto que afirmaba no sin cierto reparo que los europeos occidentales no podrían “obstaculizar sus sentimientos de compasión, aunque les impulsasen a ello las consideraciones más crudas, sin deterioro de la parte más noble de su naturaleza (…) De ahí que debamos sobrellevar sin queja los efectos indudablemente negativos del hecho de que los débiles sobrevivan y propaguen su debilidad a sus descendientes”. Y esto lo decía un hombre cuya frágil salud prácticamente le convirtió en un inválido, y que trajo al mundo diez hijos igualmente enfermizos.<br />Pero en Darwin estaba muy arraigado el miedo hacia el deterioro evolutivo. Si “no evitamos que los miembros más indeseables, viciosos o por cualquier motivo inferiores de nuestra sociedad incrementen su número a un ritmo más rápido que los hombres de mejor clase, la nación sufrirá una regresión, como ha ocurrido con demasiada frecuencia a lo largo de la historia del mundo”. “Debemos recordar”, avisaba Darwin al lector, “que el progreso no es una regla invariable (…) Lo más que podemos decir es que depende del incremento del número real de la población, del número de hombres dotados de facultades intelectuales y morales elevadas, y de sus niveles de excelencia”. La descendencia del hombre<br />En el tramo final del El origen del hombre Darwin hace una advertencia de carácter eugenésico: “El hombre revisa con un cuidado escrupuloso el carácter y el pedigrí de sus caballos, de su ganado y de sus perros antes de cruzarlos; pero cuando se trata de su propio matrimonio rara vez toma tales precauciones, si es que alguna vez lo hace”. Para evitar una mayor degeneración de la raza, “ambos sexos deberían abstenerse del matrimonio si son notablemente inferiores de cuerpo o de mente”. Evidentemente, Darwin no tuvo la más mínima intención de aplicarse esto a sí mismo.<br />Pero esta eugenesia, que podríamos llamar blanda, no era tan blanda como puede parecer a primera vista. De forma coherente con su argumentación evolutiva, Darwin afirmaba que el recrudecimiento de la lucha por la supervivencia entre los seres humanos necesariamente llevaría consigo la pérdida, en unas pocas generaciones, del alto nivel a que la evolución había llegado a lo largo de milenios. Nuestra actual condición de superioridad sería el resultado de “la lucha por la existencia que resulta de la rápida multiplicación (del hombre)”. Si queremos al menos evitar la regresión evolutiva, o lo que es mejor, si queremos “avanzar aún más”, los seres humanos “deberíamos permanecer sometidos a una severa lucha”. Esto llevó a Darwin a sugerir que la monogamia había dejado de ser útil y que “debería existir una competencia abierta entre todos los hombres, de modo que los más capaces no deberían verse constreñidos por las leyes o las costumbres para llegar más lejos y procrear el mayor número de hijos”. No consta qué pensaba su esposa, Emma, con respecto a esta velada propuesta de una nueva forma de poligamia.<br />Tras la publicación de <strong><em>El origen del hombre</em></strong>, Darwin apenas viviría una década más, recibiendo tanto alabanzas como críticas, promoviendo sus puntos de vista entre sus discípulos y defendiéndolos ante sus oponentes. Si su salud había sido siempre débil, comenzó a sufrir el deterioro que trae consigo la edad. “No puedo quitarme de la cabeza mis incomodidades durante más de una hora”, escribía a un amigo; “pienso en el cementario de Down (es decir, Down Kent, que fue su casa durante mucho tiempo) como el lugar más dulce de la tierra”.<br />Hacia el final, seguía sintiéndose acosado por el mismo dilema de antaño: sus puntos de vista le conducían al ateísmo y a la oposición al orden social, pero estaba rodeado de personas que seguían aferrándose al cristianismo y que defendían el orden social y moral que el cristianismo sustentaba. Ante eso, Darwin optó por no declararse ateo, y en lugar de ello insistió en calificarse con el término menos agresivo de “agnóstico”. Para conseguir que el darwinismo ganase la aceptación general tenía que seguir manteniendo su ambivalencia. Sin embargo, eso acabó agotándolo, y su salud – especialmente su corazón – sufrió un rápido deterioro en 1881 y principios del 1882. Podría decirse que su propia doctrina sobre la lucha por la supervivencia le provocó una tensión interior que le debilitó para esa misma supervivencia. Al pie de una vieja carta que le escribió su esposa y que conservó durante todos esos años, en la que le imploraba que no se apartase de las doctrinas salvadoras de Cristo para no condenarlos a la separación eterna, garabateó con lágrimas en los ojos durante la Pascua de 1881: “Cuando haya muerto, que sepas que muchas veces he besado esta carta y he llorado sobre ella”. Charles Darwin murió en los brazos de su esposa el 19 de abril de 1882. Emma no consiguió finalmente su consuelo.<br />Las ideas de Darwin no sólo revolucionaron la biología, también afectaron a otras áreas, como la sociología (Herbert Spencer), la antropología (Lewis Henry Morgan), la economía (Karl Marx, Thorstein Veblen), la política (Walter Bagehot), la literatura de ficción (Joseph Conrad, Jack London, Jules Verne, H. G. Wells), la poesía (Robert Browning, Alfred Tennyson, Walt Whitman), la lingüística (William Dwight Whitney), la filosofía (Charles Pierce, John Dewey, Henri Bergson), y la psicología (William James, Sigmund Freud).<br />De lo dicho debería resultar claro que, por muy deficientemente que Darwin se comportase en su vida personal y por muy reticente que fuese a atacar directamente a la religión, sus teorías tuvieron el efecto de proporcionar una base científica para el racismo, la eugenesia y el socavamiento del Derecho Natural judeocristiano. Todo ello no era algo ajeno a su visión científica de la evolución: fueron derivaciones de su teoría que el mismo Darwin realizó al aplicarla a la naturaleza humana. Y en los puntos en que Darwin quizás se mostró reticente a atacar directamente el edificio teológico y moral que el cristianismo había construido a lo largo de los dieciocho siglos anteriores, sus seguidores tomaron el relevo con cada vez mayor audacia conforme pasaban los años. Como veremos más adelante, sobre los cimientos sentados por Darwin otros muchos, desde Francis Galton o Ernst Haeckel, en el pasado, hasta Peter Singer, en nuestros días, han construido la <strong><em>Cultura de la Muerte</em></strong>.</div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-931592261911487154.post-12739067228170696822009-04-30T04:55:00.003-07:002009-04-30T05:01:16.071-07:001.1. El origen de las especies<div align="justify"><a href="http://3.bp.blogspot.com/_Tb0o04mmIGo/SfmS5FGTtbI/AAAAAAAAAeU/eZZS8acjn5s/s1600-h/origin_species.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5330453143288526258" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; WIDTH: 233px; CURSOR: hand; HEIGHT: 400px" alt="" src="http://3.bp.blogspot.com/_Tb0o04mmIGo/SfmS5FGTtbI/AAAAAAAAAeU/eZZS8acjn5s/s400/origin_species.jpg" border="0" /></a> En 1859 el biólogo inglés Charles Darwin publica la obra <em>El origen de las especies</em> donde enuncia la célebre teoría de la evolución. El nombre completo de la obra era “El origen de las Especies por medio de la selección natural o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida”, lo cual constituye toda una declaración de principios. En ella expone la hipótesis de la selección natural como el “mecanismo” que emplearía la naturaleza para “progresar”. En medio ambiente determinado, sobrevivirán aquellos individuos que tengan las características más adecuadas al mismo, es decir, se trata de la supervivencia del más apto por medio de la selección natural y de la eliminación de las formas menos eficaces. Los individuos supervivientes transmiten las variaciones favorables a las sucesivas generaciones.<br /><br /><em><span style="color:#660000;">"Dado que se producen más individuos de los que pueden sobrevivir, tiene que haber en cada caso una lucha por la existencia, ya sea de un individuo con otro de su misma especie o con individuos de diferentes especies, ya sea con las condiciones físicas de la vida (...). Viendo que indudablemente se ha presentado variaciones útiles al hombre, ¿puede acaso dudarse de que de la misma manera aparezcan otras que sean útiles a los organismos vivos, en su grande y compleja batalla por la vida, en el transcurso de las generaciones? Si esto ocurre, ¿podemos dudar, recordando que nacen muchos más individuos de los que acaso pueden sobrevivir, que los individuos que tienen más ventaja, por ligera que sea, sobre otros tendrán más probabilidades de sobrevivir y reproducir su especie? Y al contrario, podemos estar seguros de que toda la variación perjudicial, por poco que lo sea, será rigurosamente eliminada. Esta conservación de las diferencias y variaciones favorables de los individuos y la destrucción de las que son perjudiciales es lo que yo he llamado selección natural." La selección de las especies. Charles Darwin</span></em><br /><br />Conceptos como especie, supervivencia del más apto, eliminación del más débil, selección, eficacia son enormemente peligrosos cuando se aplican a seres humanos. Así se hablará de raza superior, razas inferiores.<br />El mismo Darwin traslada su teoría científica al campo humano. Lee atentamente el siguiente texto. ¿Qué hay detrás de los conceptos: salvajes, cuerpos o mentes enfermas, sociedades civilizadas, miembros débiles, raza humana… que emplea Darwin?<br /><br /><em><span style="color:#660000;">»Entre los salvajes, el débil, físicamente o de entendimiento, es rápidamente eliminado, y los que sobreviven exhiben normalmente un estado de salud vigoroso. En cambio nosotros, las personas civilizadas, hacemos los mayores esfuerzos por controlar ese proceso de eliminación. Construimos asilos para los imbéciles, tullidos y enfermos. Instituimos leyes protectoras del pobre y nuestros médicos se exigen al máximo en sus capacidades para salvar la vida de cada uno hasta el último momento. Hay razones para creer que la vacunación ha preservado a muchas individuos de constitución física débil, que de otro modo habrían sucumbido ante enfermedades comunes (viruela, etc.). De ese modo los miembros débiles de las sociedades civilizadas propagaron su linaje. Nadie que haya prestado atención a la cría de animales domésticos dudaría que esto (el cuidado de los débiles) tiene que ser muy nocivo para la raza humana«. (Charles Darwin: El origen de las especies)<br /></span></em><br />Estos argumentos serán adoptados por los esclavistas del siglo XIX para justificar sus abusos sobre diversos pueblos como el africano y por el colonialismo inglés.</div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-931592261911487154.post-32077773146197256482009-04-30T04:55:00.001-07:002009-04-30T04:55:23.359-07:001.2. La adaptación de la ley de la jungla, al comportamiento humano<div align="justify">Uno de los supuestos más importante de la teoría de la evolución es que fundamenta el desarrollo de las criaturas vivientes en la »lucha por la supervivencia«, lucha inmisericorde que según Darwin se presenta en la naturaleza como un conflicto eterno. El fuerte se puede desarrollar porque se impone siempre al débil. El título completo de su libro compendia ese punto de vista: »El Origen de las Especies por Medio de la Selección Natural o la Preservación de las Razas Favorecidas en la Lucha por la Vida«.<br />La fuente de inspiración de Darwin en la materia fue el libro del economista inglés Thomas Malthus, »Ensayo Sobre el Principio de la Población o Revista de sus Efectos Pasados o Presentes Sobre la Felicidad del Hombre« (1803). Este libro indica que a la humanidad le espera un futuro más bien tétrico. Malthus había calculado que, librada a sí misma, la población del mundo aumentaría a una velocidad enorme. La cifra se duplicaría cada 25 años. Pero las provisiones de alimentos no aumentarían en la misma proporción de ninguna manera. En este caso la humanidad enfrentaría el peligro permanente de la hambruna. Según Malthus, las fuerzas que mantendrían bajo control el crecimiento poblacional eran los desastres como las guerras, el hambre y las enfermedades. En resumen, para que cierta cantidad de gente viva, resultaba necesario que otras mueran. La existencia, entonces, significa »guerra permanente«.<br />Darwin declara que fue el libro de Malthus el que lo hizo pensar acerca de la lucha por la existencia:<br /><br />»En octubre de 1838, es decir, quince meses después que había comenzado mi pesquisa, leí como pasatiempo lo escrito por Malthus sobre la población. Como estaba preparado para apreciar la lucha por la existencia que ocurre en todas partes, debido a mi continua y larga observación de los hábitos de los animales y de las plantas, inmediatamente me hizo dar cuenta que bajo esas circunstancias las variaciones favorables tenderían a ser preservadas y las desfavorables destruidas. El resultado de esto sería la formación de nuevas especies. Entonces, finalmente, disponía de una teoría por medio de la cual llevar adelante mis especulaciones«.<br /><br />En el siglo XIX, realmente, las ideas de Malthus habían sido adoptadas por mucha gente. En particular, los intelectuales de la clase alta europea sostenían las ideas maltusianas. La importancia dada a las mismas en la Europa de entonces, está expresada en el artículo Antecedentes Científicos del Programa Nazi de »Purificación de la Raza«:<br /><br />«A mediados del siglo XIX se reunieron los miembros de las clases gobernantes a lo largo de toda Europa para discutir el reciente descubrimiento del ‘problema poblacional’ y determinar las formas de implementación del mandato maltusiano de aumentar la tasa de mortalidad de los pobres. »En vez de recomendar a los pobres el hábito de la pulcritud, deberíamos animarlos a hacer lo contrario. Deberíamos hacer las calles más estrechas en nuestras ciudades, conseguir que se amontonen más personas en cada vivienda e inducir el retorno de las plagas. En el campo deberíamos construir las aldeas cerca de aguas estancadas y, en particular, animar a realizar asentamientos en todo tipo de zonas insalubres y con ciénagas«, etc.»<br /><br />Como resultado de esa política cruel, el fuerte derrotaría al débil en la lucha por la supervivencia, lo cual pondría coto rápidamente al crecimiento poblacional. El programa de »aplastar al pobre« fue llevado a la práctica en Inglaterra en el siglo XIX. Se creó un sistema industrial donde se hacía trabajar en las minas de carbón a niños de 8 ó 9 años 16 horas por día. Allí murieron miles de ellos debido a las malas condiciones laborales. La supuesta »lucha por la supervivencia«, que la teoría de Malthus determinó como necesaria, condenó en Inglaterra a millones de pobres a sobrellevar una vida llena de sufrimientos.<br />Darwin, influenciado por Malthus, aplicó ese criterio a toda la naturaleza y, aceptando que dicha lucha existía realmente, propuso que debía ser ganada por los más fuertes y aptos. Esta reivindicación de Darwin incluía todo lo vegetal, animal y humano. También enfatizó que esa lucha por la supervivencia era una ley natural permanente e inmodificable. Y por medio de negar la creación, invitaba a la gente a abandonar sus creencias religiosas, con el propósito de que también abandonen todos los principios éticos que podían ser un obstáculo a esa cruel »lucha por la supervivencia«.<br />Es por esto que la teoría de Darwin encontró el apoyo del Establishment desde el mismo momento en que se presentó. Ese respaldo lo consiguió primero en Inglaterra y luego en el resto de Occidente. Los imperialistas, los capitalistas y otros materialistas no demoraron en hacer suya esta teoría, pues proveía una justificación »científica« al sistema político y social que ellos fundaron.<br />Poco tiempo más tarde la teoría de la evolución pasó a ser el único criterio en todos los campos de interés social, desde la sociología a la historia, desde la psicología a los asuntos políticos. En todos los campos las ideas básicas eran las consignas de »lucha por la supervivencia« y »supervivencia del más apto«: partidos políticos, naciones, administraciones, firmas comerciales e individuos empezaron a vivir bajo el influjo de esos lemas. Puesto que las ideologías gobernantes se habían identificado con el darwinismo, la propaganda darwinista empezó a ser llevada a cabo en todos los ambientes, desde el educacional al artístico, desde el político al histórico. Fue un intento por establecer vínculos entre todos los temas y el darwinismo, de modo que todo sea considerado a la luz del mismo. Como resultado de ello, incluso la gente que no conocía nada del darwinismo comenzó a vivir según el modelo de sociedad propuesto.<br />El propio Darwin recomendó que sus criterios evolucionistas se apliquen a la comprensión de la moral y de las ciencias sociales. En una carta a H. Thiel escrita en 1869, decía:<br /><br />»Fácilmente comprenderá el gran interés que despierta en mí el ver que usted aplica a las cuestiones morales y sociales puntos de vista análogos a los que he usado respecto a la modificación de las especies. No se me había ocurrido que mis ideas podían aplicarse a temas tan ampliamente distintos e importantes«.<br /><br />Al aceptarse que la lucha en la naturaleza estaba en la esencia del ser humano, todos los tipos de conflictos producidos por el racismo, el imperialismo, el fascismo y el comunismo, así como los esfuerzos de los poderosos materialmente por aplastar a los que parecían más débiles, pasaban a tener una explicación “científica”. A partir de ese momento era imposible censurar u obstruir a esos que llevaban a cabo bárbaras masacres, que trataban como animales a los seres humanos, que enfrentaban a unos pueblos contra otros, que despreciaban a mucha gente debido a su raza, que clausuraban pequeños negocios en nombre de la competitividad y que se negaban a extender una mano de ayuda al necesitado. Y esa imposibilidad de censurarlos surgía del hecho de que lo que hacían estaba de acuerdo con una »ley natural científica«.<br />Esta nueva »consideración científica« pasó a ser conocida como »Darwinismo social«. Uno de los principales científicos evolucionistas de nuestra época, el paleontólogo norteamericano Stephen Jay Gould, acepta esa verdad al decir que después de aparecer »El Origen de las Especies« en 1859, »principalmente, bajo la bandera de la ciencia, se argumentaría a favor de la esclavitud, el colonialismo, las diferencias raciales y la lucha de clases«.<br />Aquí hay algo a lo que se debe prestar una gran atención. Todos los períodos de la historia humana han visto guerras, atrocidades, brutalidades, racismo y conflictos. Pero también en todas las épocas existió una religión divina enseñando a los pueblos que proceder de esas maneras era incorrecto, llamándolos en consecuencia a la paz, la justicia y la tranquilidad. Dado que los seres humanos conocían una religión divina, al menos tenían un criterio que les permitía comprender que iban por un camino equivocado cuando se entregaban a la violencia. Pero a partir del siglo XIX Darwin señaló que la contienda por los beneficios materiales, así como la injusticia, tenían cierta justificación científica. Dijo que todo ello era parte de la naturaleza humana, que el ser humano acarreaba desde sus ancestros tendencias salvajes y agresivas y que también se aplicaba a la humanidad las leyes que hacían que sobrevivan los animales más fuertes y belicosos. Fue bajo la influencia de esas ideas que las guerras, los sufrimientos y las masacres empezaron a afectar de un modo distinto a gran parte del mundo. El darwinismo apoyó, alentó y respaldó las formas en que se concretaban todos esos actos que produjeron en el planeta dolor, derramamiento de sangre y opresión, señalándolos razonables y justificados. Como resultado de ese respaldo supuestamente científico, todas las ideologías peligrosas se desarrollaron y se hicieron cada vez más fuertes, estampando sobre el siglo XX la leyenda »época de sufrimiento«.<br />El profesor de historia Jacques Barzun evalúa en su libro »Darwin, Marx, Wagner« las causas culturales, científicas y sociológicas de la terrible quiebra moral del mundo moderno. Es llamativo lo que dice Barzun allí en cuanto a la influencia de las ideas darwinistas:<br /><br />»Entre 1870 y 1914 en todos los países europeos hubo una facción militarista que demandaba armamento, una facción individualista que demandaba una competencia despiadada, una facción imperialista que demandaba manos libres sobre los pueblos retrasados, una facción socialista que demandaba la conquista del poder y una facción racista que demandaba la purga interna de lo ‘extraño’. Cuando el llamado a la gloria y a la voracidad fracasaba, e incluso antes, se invocaba a Spencer y a Darwin, lo que era, por decirlo así, la ciencia encarnada… El decurso de la vida era biológico, era sociológico, era darwiniano«.</div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-931592261911487154.post-17944667182769963632009-04-30T04:54:00.001-07:002009-04-30T04:54:48.830-07:001.3. El racismo de Darwin<div align="justify">Uno de los aspectos más importantes y no obstante menos conocido de Darwin es su racismo: consideraba a los europeos blancos más "avanzados" que otras razas humanas. En tanto presuponía que el ser humano evolucionó a partir de criaturas parecidas a los monos, barruntó que algunas razas se desarrollaron más que otras y que las últimas aún tenían rasgos de simios. En su libro "La Descendencia del Hombre", el cual publicado después de "El Origen de las Especies", comentó descaradamente "las mayores diferencias entre los seres humanos de razas distintas". Darwin sostiene allí que los negros y los aborígenes australianos son iguales a los gorilas y luego infirió que los mismos, con el tiempo, deberían ser "hechos a un lado" por las "razas civilizadas". Dijo:<br /><br />»En algún momento de un futuro no muy distante como para medirlo en siglos, casi con toda certeza las razas humanas civilizadas exterminarán y reemplazarán a las salvajes en todo el mundo. Al mismo tiempo, los monos antropomorfos… sin duda, serán exterminados. La diferencia entre el hombre y sus allegados más cercanos se presentará entonces más amplia, porque será la que corresponderá entre el ser humano con una civilización incluso mayor —como es de esperar— que la de los caucásicos y la de algunos monos tan inferiores como el mandril, en vez de como se presenta ahora entre el negro africano o el australiano y el gorila«.Charles Darwin. La descendencia del hombre.<br /><br />Las disparatadas ideas de Darwin no fueron solamente teorizadas sino llevadas también, a una posición que proveyeron los más importantes "fundamentos científicos" al racismo. Suponiendo que los seres vivientes evolucionaron en la lucha por la vida, el Darwinismo fue adaptado a las ciencias sociales y se convirtió en una concepción que pasó a ser llamada "Darwinismo Social".<br />El Darwinismo Social afirma que las razas humanas existentes están ubicadas en distintos peldaños de la "escala evolutiva", que las razas europeas eran las más avanzadas y que muchas otras razas aún llevan rasgos de "simios".<br />En »El Origen de las Especies« Darwin consideró a los nativos de Australia y a los negros, prácticamente, en un pie de igualdad con los monos y sostuvo que debían desaparecer. En cuanto a esas otras razas que consideraba »inferiores«, opinaba que era esencial impedir su multiplicación, de modo que terminen extinguiéndose. Vemos así que el racismo y la discriminación con los que nos encontramos aún hoy día, fueron aprobados y justificados por Darwin en su momento.<br />En cuanto a la tarea que le tocaba a las »personas civilizadas«, según las ideas racistas de Darwin, era la de acelerar un poco ese período evolutivo, como veremos a continuación, por lo que no habría ninguna objeción, desde el punto de vista »científico«, en hacer desaparecer lo más pronto posible a aquellos que de todos modos van en ese camino.<br />El aspecto racista de Darwin se exhibe en muchos de sus escritos y observaciones. Por ejemplo, lo manifiesta al describir a los nativos de Tierra del Fuego, observados en su largo viaje iniciado en 1831. Los describió como criaturas »totalmente desnudas, bañadas en tinturas, comiendo lo que encontraban al igual que los animales, descontroladas, crueles con todos aquellos ajenos a su tribu, sintiendo placer al torturar a sus enemigos, ofreciendo sacrificios sangrientos, asesinando a sus hijos, maltratando a sus esposas, llenos de supersticiones escabrosas«. Pero el investigador W. P. Snow, que había viajado a la misma región diez años antes, presenta un cuadro muy distinto. Dice que los nativos fueguinos eran »sujetos muy bien parecidos, enamorados de sus hijos, en posesión de algunos implementos muy ingeniosos. Reconocían algún tipo de derecho sobre la propiedad y aceptaban la autoridad de varias de las mujeres más ancianas«.<br />Es este profundo racismo de Darwin lo que hace constar Benjamin Farrington en »Qué Dijo Darwin Realmente« al expresar que habló mucho de »las grandes diferencias entre los seres humanos de razas distintas« en »El Origen del Hombre y la Selección Sexual«.<br />Por otra parte, la teoría de Darwin, que niega la existencia de Dios, ha sido la causa principal de que mucha gente no perciba que el ser humano es producto de Su creación y que todas las personas fueron, son y serán creadas en un pie de igualdad. Este fue uno de los factores que hizo que el racismo ganara fuerza y se lo aceptara aceleradamente de manera generalizada. El científico norteamericano James Ferguson pone de relieve el estricto vínculo entre la negación de la creación y la aceptación del racismo:<br /><br />»La nueva antropología se convirtió rápidamente en el respaldo teórico de una de las dos escuelas de pensamiento opuestas respecto al origen del ser humano. La más antigua y establecida es la que sostiene la ‘monogénesis’, es decir, la creencia en que toda la humanidad, independientemente del color de la piel y otras características, desciende directamente de Adán y del acto de creación singular y original de Dios. La monogénesis fue promulgada por la Iglesia y aceptada universalmente hasta el siglo XVIII, momento en que la oposición a la autoridad teológica empezó a fomentar la teoría rival denominada ‘poligénesis’ (es decir, la teoría de la evolución), la cual sostiene que las distintas comunidades raciales tienen desarrollos diferentes«.<br /><br />La antropóloga hindú Lalita Vidyarthi explica cómo la teoría de la evolución de Darwin condujo a que el racismo sea aceptado por las ciencias sociales:<br /><br />»La teoría (de Darwin) de supervivencia del más apto fue recibida con entusiasmo por los científicos sociales de la época. Creían que la humanidad había atravesado varias etapas de evolución, culminando en la civilización del ser humano blanco. A mediado del siglo XIX el racismo era aceptado como una realidad por la vasta mayoría de los científicos occidentales«.<br />Los darwinistas posteriores a Darwin batallaron con mucho tesón con el objeto de demostrar sus ideas racistas, en nombre de las cuales no tuvieron ningún escrúpulo en elaborar incoherencias y falsedades científicas. Pensaban que cuando »las demostrasen« habrían probado »científicamente« la superioridad y »derechos« del caso, para oprimir, colonizar y, si fuese necesario, exterminar a otras razas.<br />Stephen Jay Gould señala en el capítulo tercero de su libro »La Medición Incorrecta del Ser Humano« que algunos antropólogos no tuvieron problema en recurrir a la falsificación de sus datos para demostrar la superioridad de la raza blanca. Según Gould, el método que más utilizaron fue el de falsificar las medidas que habrían tenido los cerebros en los cráneos fosilizados encontrados. En su libro menciona que muchos antropólogos que suponían que el tamaño del cerebro tenía algo que ver con la inteligencia, exageraron intencionalmente las dimensiones de los cráneos caucásicos y redujeron de la misma manera las de los negros e indios.<br />El evolucionista Havelock Ellis, contemporáneo de Darwin, respaldó la distinción entre razas inferiores y superiores en base a algo que se pretendía »científico«:<br /><br />»Los niños de muchas razas africanas son poco o nada menos inteligentes que los niños europeos. Pero al desarrollarse se vuelven estúpidos y obtusos y en el conjunto de su vida social permanecen dentro de una rutina de poco vuelo, en tanto que los europeos mantienen mucho de su vivacidad de la infancia«. (Stephen Jay Gould, Ever since Darwin)<br /><br /><strong><span style="color:#003300;">SEXISMO Y PAPEL VICTORIANO DE LOS SEXOS</span></strong><br /> <br /> Es fácil ver, especialmente en The Descent of man and Selection in Relation to Sex (1871), que Darwin suscribió el punto de vista según el cual la división del trabajo y las habilidades del hombre y mujer victorianos eran algo natural:<br /><br />“La diferencia principal en la capacidad intelectual de los dos sexos queda demostrada en los logros que los hombres alcanzan en cualquier cosa que realicen, de mayor nivel de lo que puedan hacerlo las mujeres – da igual que se necesite un pensamiento profundo, la razón, o la imaginación, o simplemente el uso de los sentidos y las manos… el promedio de inteligencia en el hombre debe estar por encima del de la mujer…” Charles Darwin. La descendencia del hombre. Charles Darwin. La descendencia del hombre.</div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-931592261911487154.post-68133371192187518412009-04-30T04:53:00.000-07:002009-04-30T04:54:10.303-07:001.4. El darwinismo como justificación del colonialismo<div align="justify">Al publicarse "El Origen de las Especies", el "hombre blanco" (es decir, los EEUU) imponía rápidamente su dominio sobre otros continentes y civilizaciones. Junto con algunos estados Europeos, particularmente Inglaterra y Francia, harían los mayores esfuerzos por colonizar la mayor parte del sur de Asia, toda el Africa y parte de América Latina. Mientras tanto el "hombre blanco" llevaba a cabo la masacre de los indígenas en América del Norte. Los EEUU se expandían hacia el Oeste matando a todos los nativos que vivían en sus tierras.<br />En resumen, en esa época, principalmente en la segunda mitad del siglo XIX, el mundo sufría la más severa forma de imperialismo. Occidente saqueaba otras civilizaciones valiéndose de la tecnología que poseía.<br />Así y todo Occidente sentía la necesidad de encontrar una explicación que justifique sus procederes, de la misma manera que lo hacen los villanos. Occidente mataba con toda libertad a los africanos, a los indígenas, les arrebataba las regiones donde moraban y se las confiscaba. La historia registró todo eso muy bien y esos arrebatadores sabían que se los recordaría como ladrones e incluso saqueadores si no podían dar una explicación que justificara todo lo que hacían.<br />En este punto el darwinismo ofreció una gran oportunidad a los imperialistas al proveerles un fundamento "científico" a la afirmación de que los "malignos" nativos eran una "especie de animales". Darwin reivindicaba que el ser humano evolucionó a partir de un ancestro tipo mono. Además, como se menciona en la larga introducción de "El Origen de las Especies", había algunas "razas favorecidas por la naturaleza" en el proceso de evolución. La raza favorecida era la del "hombre blanco". Los indios, los africanos y los nativos del resto del mundo constituían las razas incivilizadas en dicho proceso. Ni siquiera eran homo sapiens. "Domar" a estas razas como si se tratase de animales, confiscarles las tierras y usarlas como esclavos, era tan legítimo como la domesticación de los monos o de otros animales por parte de los homos sapiens (es decir, el "hombre blanco"). Éste incluso aseguraba que por medio de la introducción de la cultura "avanzada" en las razas "primitivas", les hacían un bien y las ayudaban en su evolución.<br />Esta forma de pensar que se desarrolló como consecuencia de la aplicación de la teoría de la evolución a las sociedades, se conoció más tarde como darwinismo social y se convirtió en el mayor argumento de justificación del imperialismo y la clave más importante del racismo. De acuerdo al antropólogo indio Vidyarthi,<br /><br />"La teoría de Darwin de supervivencia del más apto recibió una bienvenida clamorosa por parte de los científicos de esa época, pues creían que el género humano había logrado varios niveles de evolución que culminaban en la civilización del hombre blanco. En la segunda mitad del siglo XIX el racismo fue aceptado como una realidad por la vasta mayoría de los científicos de occidente".<br /><br />Uno de los principales proponentes del racismo anglosajón, el clérigo protestante y evolucionista Josiah Strong, empleó la misma lógica. Escribió en una oportunidad:<br /><br />“Entonces el mundo entrará en una nueva etapa de su historia, es decir, a la competencia final de las razas, para lo cual están siendo aleccionados los anglosajones. Si no estoy equivocado, esta raza poderosa llegará hasta México, hasta América Central, hasta Sudamérica, a las islas, a los mares, al África y más allá. ¿Puede alguien dudar que el resultado de esta competencia será la supervivencia del más apto?”. Josiah Strong<br /><br />El darwinismo social proveyó los fundamentos no sólo para los imperialistas y racistas de Inglaterra sino también para los de otros países. A esto se debe que se expandió rápidamente. El presidente norteamericano Theodore Roosevelt fue uno de los primeros defensores del darwinismo y fue el principal defensor y rufián de la operación de purga étnica practicada en detrimento de los indios, a la que se denominó "destierro". En los cuatro volúmenes de su obra titulada "El Triunfo del Oeste" expone como correcta la ideología (que promueve) las matanzas y sostiene que la "guerra racial" para terminar con los indios era inevitable. El apoyo más grande que encontró para hacer lo que hizo fue el darwinismo, el cual le dio la oportunidad de definir a los nativos como "especies primitivas". No sorprende para nada que en ese período se hayan violado todos los acuerdos hechos con los indios, cosa prevista y considerada como legítima por Roosevelt al tomar como fundamento la falacia de Darwin de "especies primitivas". En 1871 el Congreso de los EEUU dejó a un lado todos los acuerdos pactados con los indios y decidió desterrarlos a las tierras yermas con la esperanza de que allí encontrasen la muerte. Dado que no consideraban que los indios fuesen "seres humanos", nos imaginamos el valor que le pudieron haber dado a los acuerdos hechos con ellos…<br />Como dijimos, Theodore Roosevelt sostenía que la guerra racial para terminar con los indios era inevitable y representaba el logro culminante de la expansión del individuo angloparlante en el mundo.<br />Los primeros que buscaron justificar su causa por medio del darwinismo social fueron los que se oponían a los negros. Las teorías racistas que clasifican a las razas y colocan a la "blanca" sobre las demás, en tanto presentan a la "negra" como la más primitiva, abrazaron la teoría de la evolución con gran fervor. Uno de los principales teóricos del racismo evolucionista, Henry Fairfield Osborn, expresó en un artículo titulado "La Evolución de la Raza Humana" que el nivel medio de IQ (coeficiente de inteligencia) de un negro podía ser solamente igual al de un homo sapiens de once años de edad. De acuerdo con su visión, los negros ni siquiera eran considerados homo sapiens, es decir, hombres modernos. Uno de los últimos defensores de este punto de vista, Carletoun Coon, afirmó en su libro titulado "El Origen de las Especies" publicado en 1962, que la raza blanca y la raza negra eran dos "especies" distintas diferenciadas en la época del homo erectus. Según Daniel Gasman, después de esa diferenciación la raza blanca se hizo superior. Hasta hace poco, los defensores de la segregación racial que se llevaba en contra de los negros en los EEUU, se esforzaron lo más que pudieron para beneficiarse de este argumento "científico" que les concedió la teoría de la evolución.<br />Otro país donde floreció el darwinismo social fue Alemania. El biólogo Ernest Haeckel (1834-1919) dirigió el principal desarrollo del racismo basado en el darwinismo. Fue también quien encaminó el descubrimiento del fósil "Hombre de Java". Plenamente impresionado por los estudios de Darwin, hizo una modesta contribución al darwinismo presentando la teoría sintetizada como Recapitulación Ontogénica de la Filogenia.<br />Sin embargo Haeckel, que podría ser considerado como el "representante del darwinismo en Alemania", fue muy influyente. Estableció una sociedad bajo el nombre de "Liga Monista". El monismo era una versión distinta del materialismo ateo. La modalidad haeckeliana produjo el mismo efecto: el reforzamiento del racismo. Según Daniel Gasman, "se convirtió en uno de los principales ideólogos del racismo, del nacionalismo y del imperialismo en Alemania". Dos regímenes racistas del siglo XX, el fascismo y el Nacional-socialismo, basados en la herencia de los evolucionistas como Haeckel, tenían como referencia a Darwin. </div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-931592261911487154.post-11660586065160043342009-04-30T04:52:00.000-07:002009-04-30T04:53:15.838-07:001.5. Darwin y las razas humanas<div align="justify">Las ideas de Darwin sobre las razas son, en algunos aspectos, más avanzadas de lo que se estilaba en la Inglaterra del siglo XIX, como trataré de mostrar. Pero en otros muchos aspectos comparten los prejuicios racistas dominantes de la época. La obra en la que Darwin trata más explícitamente este tema es El origen del hombre y la selección en relación al sexo. En ella dedica un capítulo específico a las razas humanas. El primer problema que aborda es si éstas constituyen especies separadas o no, exponiendo los argumentos que apoyan una u otra hipótesis. Aunque no se define claramente a favor de ninguna de las dos, tiende a considerar que las razas humanas constituyen subespecies: “es casi indiferente que se designen con el nombre de razas las diversas variedades humanas, o que se les llame especies y subespecies, aunque este último término parece ser el más propio y adecuado” Darwin.<br />Hoy en día esta polémica resultaría completamente obsoleta. La discusión más bien sería si, desde el punto de vista biológico, se puede hablar con propiedad de razas humanas o no. Pero en la época de Darwin esto no estaba tan claro, por la sencilla razón de que los conceptos de especie y subespecie no tenían un significado unívoco. Precisemos sus significados actuales.<br /><br />“Las especies son grupos de poblaciones naturales con cruzamiento entre sí que están aislados reproductivamente de otros grupos” (Mayr, 1992, p. 42)<br /><br />La subespecie, por el contrario, es sinónimo de raza geográfica:<br /><br />“Las razas, si se definen formalmente, son subespecies. Las subespecies son poblaciones que ocupan una subdivisión geográfica concreta de la distribución de una especie, y que son suficientemente diferentes en cualquier serie de sus rasgos como para ser taxonómicamente reconocibles […]. Son categorías de conveniencia […]. Las subespecies representan la decisión personal del taxónomo acerca de cuál es el mejor modo de representar la variación geográfica (Gould, 1987, pp. 201-202).<br /><br />El concepto de especie es claro y bien delimitado biológicamente, ya que parte de la premisa de que los miembros de una misma especie se pueden cruzar entre sí, pero no pueden hacerlo con miembros de otras especies, por ser estos cruzamientos inviables. En este sentido las fronteras de la especie son nítidas. No puede decirse lo mismo de las subespecies. Estas son variedades dentro de una misma especie y pueden, en consecuencia, cruzarse entre sí dando una descendencia completamente fértil. Los límites entre ellas son relativos y arbitrarios, y dependen de los criterios particulares empleados para definir las distintas subespecies.<br />Para Darwin y sus contemporáneos, el concepto de especie no tenía un significado tan preciso como el actual y el aislamiento reproductor no constituía un criterio de demarcación suficiente. Darwin lo reconoce claramente cuando afirma que<br /><br />“Si se llegara, de todas suertes, a la demostración de que todas las razas humanas cruzadas son del todo fecundas, aquel que quisiera por otras causas tenerlas por especies distintas podría con justicia observar que ni la fecundidad ni la esterilidad son criterios infalibles de la distinción específica […]. La fecundidad completa de las diferentes razas humanas entrecruzadas, aun cuando estuviera probada, no había de impedirnos considerar esas razas como especies distintas” (Darwin, 1980, pp. 169-170).<br /><br />A pesar de esto, la idea de que la especie constituye una entidad biológica singular no es ajena a su pensamiento, como lo prueba la opinión que mantiene sobre la polémica entre monogenistas y poligenistas a propósito de las razas:<br /><br />“La cuestión de saber si el género humano se compone de una o muchas especies ha sido ampliamente discutida desde hace mucho tiempo por los antropólogos, dividiéndose al fin en dos escuelas, la monogenista y la poligenista. Los que no aceptan el principio de la evolución tienen que considerar las especies como creaciones separadas o como entidades en cierto modo distintas […]. Por el contrario, los naturalistas, que admiten el principio de la evolución, como la mayoría de los más modernos, no encuentran dificultad ninguna para reconocer que todas las razas humanas provienen de un tronco único primero; y esto sentado, les dan, según conviene, el nombre de razas o de especies distintas, a fin de indicar la importancia de sus diferencias”.<br /><br />Darwin apoya claramente la postura monogenista, que sostienen que las distintas razas se originaron por diversificación a partir de una sola especie ancestral porque considera que, desde un punto de vista evolutivo, es “inadmisible que los descendientes modificados de dos organismos, que difieren uno del otro de un modo señalado, puedan después converger en punto tal, que el conjunto de su organización sea casi idéntico”. Esta valoración, plenamente correcta, implica una concepción de especie como entidad biológica discreta, con características diferenciales no reducibles mediante entrecruzamiento interespecífico. En este punto su posición es tan clara que llega a afirmar que “cuando los principios de la evolución sean universalmente aceptados, cosa que antes de mucho no dejará de suceder, la discusión entre monogenistas y poligenistas habrá por completo terminado”.<br />El punto de vista de Darwin sobre las razas humanas es realmente contradictorio. Con más precisión deberíamos decir que posee varios puntos de vista. Por un lado, considera que las razas muestran notables diferencias en sus características propias y que estas diferencias siguen una jerarquía que va desde las razas que denomina salvajes y que él cree inferiores, hasta las razas civilizadas, con los blancos caucasianos a la cabeza:<br /><br />“Las diferencias de este género que existen entre los hombres más eminentes de las razas más cultas y los individuos de las razas inferiores, están escalonadas por delicadísimas graduaciones”. Darwin. El origen del hombre.<br /><br />En un extremo, “las naciones occidentales de Europa, que tantas ventajas llevan en el presente a su progenitores salvajes, se encuentran, por decirlo así, en la cima de la civilización”. En el otro, los nativos australianos, escasamente dotados: “la mentalidad de uno de los salvajes inferiores, a quien faltan palabras para expresar una cantidad numérica mayor que cuatro, y a quien con dificultad se le oiga usar término alguno abstracto para expresar objetos comunes o afecciones del ánimo”.<br />Un aspecto característico de la idea de inferioridad racial reside en la creencia de que la arquitectura cerebral en el caso de las razas consideradas inferiores tiene un cierto parecido con la de los monos:<br /><br />“El cráneo de estos idiotas (los idiotas microcéfalos) es más pequeño y las circunvoluciones del cerebro son menos complejas que las del hombre en sus estado normal. El seno frontal, ampliamente desarrollado y trazando proyección sobre las cejas, y, asimismo, el extraordinario prognatismo de sus mandíbulas, dan a estos idiotas cierta semejanza con los tipos inferiores de la humanidad […]. Podemos considerar el simple cerebro de un idiota microcéfalo, en tanto que se asemeja al de un mono, como un ejemplo de retroceso”. Darwin. El origen del hombre.<br /><br />No es de extrañar que atribuyéndoles esas semejanzas anatómicas, también se le atribuyan propiedades o facultades comunes: “Bien conocida es la propiedad de imitación que se nota en los monos, de la cual se hallan también dotados los salvajes más atrasados”.<br />A la hora de caracterizar lo que llama “los tipos inferiores de la humanidad”, Darwin no duda en asimilar la supuesta falta de desarrollo de ciertas aptitudes con la de los animales:<br /><br />“A juzgar por los horribles adornos y por las músicas no menos desagradables que prefieren la mayoría de los salvajes, podría deducirse que sus facultades estéticas se encuentran en inferior estado de desarrollo al que han alcanzado algunos animales, por ejemplo, las aves. Es evidente que ningún animal será capaz de admirar espectáculos como una hermosa noche serena, un bello paisaje o una música clásica; pero gustos tan refinados como éstos se adquieren por la cultura y dependen de asociaciones de ideas muy complejas, que no pueden tampoco ser apreciadas por los bárbaros, ni aun por persona sin cultura”.<br /><br />Otro tanto se podría decir de las facultades mentales: “por lo notorio no es menester que insistamos en la variabilidad o diversidad de las facultades mentales en los hombres de una misma raza, sin mencionar por supuesto las diferencias mucho mayores de los individuos de distintas razas”.<br />Todas estas ideas, y otras por el estilo, eran dominantes en la época de Darwin, e incluso después. Constituían lugares comunes, basados en prejuicios que se transmitían sin la más mínima consideración crítica. Darwin, como hemos visto, no era ajeno a ellos. Sin embargo, en su caso se combinan con consideraciones distintas sobre estos mismos temas, algunas en abierta contradicción con las valoraciones antes manifestadas. Las diferencias generales entre razas, por ejemplo, las relativizará notablemente advirtiendo que se basan, sobre todo, en pequeñas diferencias externas: “las razas humanas, aun las más distintas, tienen formas harto más semejantes de lo que a primera vista se cree […]. Sin querer, nos dejamos influir muy mucho por el color de la piel y del pelo, las pequeñas diferencias de las facciones y expresión del rostro”, e insistirá en que “entre todas las diferencias que existen entre las razas humanas, la más notoria y la más pronunciada es el color de la piel”. La descripción de las diferencias y semejanzas generales sigue este mismo criterio:<br /><br />“Aunque las razas humanas existentes difieren entre sí por varios conceptos, como son el color, cabellos, forma del cráneo, proporciones del cuerpo, etc., sin embargo, consideradas en su estructura total, se halla que se asemejan mucho en un sinfín de puntos. Gran parte de éstos son de tan poca importancia, o de naturaleza tan especial, que es muy difícil suponer que hayan sido adquiridos independientemente por razas o especies desde su principio distintas. La misma observación tiene igual o mayor fuerza respecto a los varios puntos de semejanza mental que existen entre las razas humanas más distintas”.<br /><br />Esta relativización de las diferencias raciales es especialmente notoria en lo referente a las facultades mentales, hasta el punto de realizar afirmaciones en las que niega que existan tales diferencias. Así dirá que “las diversas razas poseen una misma inventiva semejante, o sea, las mismas facultades mentales”, en abierta contradicción con sus propios puntos de vista, sobre todo cuando se trata de las partes emocionales, aunque mucho, asimismo, en sus facultades intelectuales”. Estas opiniones, en ocasiones, las basa en su propia experiencia, que choca con los prejuicios existentes. Por ejemplo, refiriéndose a su viaje de cinco años en el Beagle recordará que “siempre me sorprendía considerablemente en el tiempo que viví con los fueginos, a bordo del Beagle, los mil numerosos rasgos de carácter que me probaban lo semejantes que eran sus facultades a las nuestras, y otro tanto advertí en un negro puro con quien tuve mucho trato”.<br />Repárese en esta alusión al carácter “puro” del negro. La creencia en la existencia de tipos puros en las razas era general. Darwin en más de una ocasión hará referencia a ella, como cuando habla de “la Australia del Sur, cuya última raza es “probablemente la más pura y homogénea en sangre, costumbres y lengua que existe en el mundo”. A esta pureza racial corresponderían las características propias y distintivas de cada raza. De aquí se derivaba el miedo, tan común, a la posible contaminación por mestizaje y la creencia en la consiguiente degradación por la influencia de la mezcla. Sin embargo, a pesar de estas referencias concretas, Darwin iba bastante contracorriente de la opinión general en este tema, señalando que “los caracteres distintivos de las razas humanas son harto variables […]. Difícil sería decir, ya que no imposible, cuál es el carácter que es siempre constante. Aun dentro de los límites de una misma tribu, están muy lejos los salvajes de ofrecer esos caracteres uniformes, como algunos pretenden”.<br />En el terreno de las actitudes Darwin adoptó una posición general contraria a la discriminación por motivos raciales. Aunque en esto también mostrará posiciones contradictorias. Piensa, por un lado, que la srazas inferiores serán exterminadas inexorablemente por las más civilizadas, sin realizar ningún juicio negativo de esta predicción. Más bien considera que corresponderá a un desarrollo lógico de la evolución:<br /><br />“En algún momento del futuro, no muy lejano si lo medimos en siglos, las razas humanas civilizadas exterminarán y reemplazarán, casi con toda seguridad, a las razas salvajes del mundo entero. Al mismo tiempo, los simios antropomorfos […] serán sin ninguna duda exterminados. En aquel momento la brecha crecerá, pues limitará por un lado con un hombre en una fase más civilizada, cabe esperar, que la del caucasiano, y por el otro lado con algún simio de tan baja condición como el babuino. Ahora, en cambio, el negro o el australiano por un extremo, y el gorila por el otro, constituyen los respectivos límites”.<br /><br />Pese a este vaticinio, Darwin no era un determinista estricto y, aunque con fuertes dosis de paternalismo, no creía que la desigualdad entre las razas fuese insuperable. Consideraba que la principal causa de desigualdad residía en los diferentes grados de desarrollo de la civilización más que en causas biológicas inamovibles, aunque éstas no estaban ausentes de su explicación. La civilización europea occidental era para él la cima del progreso, por lo que se trataría de acercar a los “salvajes”, escasamente civilizados, al camino de esta civilización “superior”. Pensaba, ciertamente, que el nivel alcanzado por la civilización estaba en relación con las capacidades intelectuales, y aceptaba que éstas eran hereditarias: “En la actualidad, las naciones civilizadas se han sobrepuesto en todas partes a las bárbaras […] siendo el principal instrumento de su triunfo, aunque no el único, el desarrollo de las artes, que, como se sabe, radica en las facultades intelectuales”. Sin embargo, se apartaba del determinismo al aceptar que el perfeccionismo de las facultades morales tenía más relación con factores sociales, como la educación o la religión, que con la acción directa de la selección natural.<br />Asimismo, se manifestará completamente contrario a la esclavitud, aunque cree que en el pasado pudo ser beneficiosa: “La esclavitud, aunque en cierto sentido beneficia en los tiempos antiguos, es un gran crimen; y, sin embargo, sólo hasta hace muy poco han venido a reconocerlo las naciones más civilizadas del mundo”. La actitud de Darwin ante la esclavitud fue siempre activamente abolicionista, ya desde su viaje a bordo del Beagle, y no dudó en mostrar los más duros reproches ante el trato vejatorio sufrido por los esclavos:<br /><br />“Los que excusan a los dueños de esclavos y permanecen indiferentes ante la posición de sus víctimas no se han puesto jamás en el lugar de estos infelices, ¡qué porvenir tan terrible, sin esperanza del cambio más ligero! ¡Figuraos cuál sería vuestra vida si tuvieseis constantemente presente la idea de que vuestra mujer y vuestros hijos – esos seres que las leyes naturales hacen tan queridos hasta a los esclavos – os han de ser arrancados del hogar para ser vendidos, como bestias de carga, al mejor postor! Pues bien; hombres que profesan gran amor al prójimo, que creen en Dios, que piden todos los días que se haga su voluntad sobre la tierra, son los que toleran, ¿qué digo?, ¡realizan esos actos! ¡Se me enciende la sangre cuando pienso que nosotros, ingleses, que nuestros descendientes, estadounidenses, que todos cuantos, en una palabra, proclamamos tan alto nuestras libertades, nos hemos hecho culpables de actos de este género!” (Darwin. El viaje del Beagle)<br /><br />Como hemos visto hasta aquí el pensamiento de Darwin con respecto a las razas reflejaba una variedad de puntos de vista, que iban desde la afirmación de la inferioridad más absoluta de las “razas salvajes” frente a las “razas civilizadas”, hasta la negación de la existencia de distinciones en las facultades mentales, reduciendo las diferencias al color de la piel y unos pocos rasgos externos más. De todos estos puntos de vista, las ideas jerárquicas de superioridad en inferioridad racial y de asimilación de las razas “inferiores” con un menor progreso evolutivo y social son, indudablemente, dominantes en su pensamiento, y no pocas de ellas no hacen sino reproducir lo que era un prejuicio común en su época. Su pensamiento evolucionista no significó el abandono de estas ideas, aunque sí modificó la forma de argumentación de algunas de ellas e hizo aparecer otras nuevas, más igualitarias y de mayor proximidad a la concepción de la moderna biología sobre la diversidad de la especie humana. Todas estas concepciones conviven, de forma contradictoria, en el pensamiento de Darwin.</div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-931592261911487154.post-58687620068089536042009-04-30T04:51:00.002-07:002009-04-30T04:53:28.379-07:001.6. Darwin y la eugenesia<div align="justify">Las opiniones de Darwin acerca de la eugenesia postulada por Galton son particularmente interesantes. En el momento en que fueron formuladas, Darwin gozaba ya de un gran prestigio dentro de la comunidad científica y, si bien su teoría de la selección natural tenía muchos detractores, la fe evolucionista se había extendido considerablemente gracias a él. Que un pensador de su peso hiciese pública en sus escritos una opinión favorable a la doctrina eugenésica no sólo suponía un espaldarazo notable para la misma, sino que da una idea clara acerca de que las teorías de Galton no eran consideradas las ideas de un excéntrico, aunque en el terreno práctico no llegase a gozar de demasiados apoyos para su puesta en acción.<br />Darwin se expresó en términos muy laudatorios acerca de las investigaciones de su primo: “merced a los admirables trabajos de galton sabemos hoy que el genio, el cual implica maravillosa y compleja combinación de altas facultades, tiende a transmitirse por herencia”. Darwin. El origen del hombre.<br />No deja de resultar algo sorprendente esta afirmación en Darwin, cuando en los estudios de Galton no hay la más mínima demostración del carácter hereditario no del genio ni de ninguna otra facultad intelectual o moral. Recordemos que el propio Galton reconocía la extrema ignorancia que sobre la herencia del talento existía en su época. Realmente, él se limitó a establecer que hijos de personajes ilustres acababan siendo, en buena medida, también ilustres.<br />Sea como fuere, Darwin apreciaba las investigaciones de Galton y consideraba que suponían una demostración suficiente de la heredabilidad de talento. Quizás estos fuese debido no tanto a los méritos científicos de Galton sino a que Darwin compartía las mismas ideas en este terreno, y en otros relacionados. Así, también creía que existía una estrecha relación entre el tamaño del cerebro y el desarrollo de las facultades intelectuales:<br /><br />“La creencia de que existe en el hombre alguna íntima relación entre el tamaño del cerebro y el desarrollo de sus facultades intelectuales, se apoya en la comparación de los cráneos de los salvajes y los de las razas civilizadas de los pueblos antiguos y modernos, y por la analogía de toda serie de vertebrados”.<br /><br />Esta idea no procedía únicamente de la frenología, de donde fue tomada por Galton. Por la misma época, Paul Broca, el fundador de la craneometría, llevaba a cabo en París sus mediciones de tamaños craneales y pesos cerebrales. Broca creyó demostrar con ellas la inferioridad de las mujeres, sobre la base de su menor tamaño cerebral, sin detenerse en el hecho de que existe una estrecha correlación entre el tamaño cerebral y el tamaño y complexión corporal.<br />Darwin sustentaba estos puntos de vista, al igual que muchos de sus contemporáneos, y no es de extrañar que las conclusiones de galton fuesen fácilmente aceptadas, pues venían de reforzar prejuicios que él mismo compartía. Lo mismo podría decirse de las facultades morales, que también consideraba, en gran medida, herditarias.<br />Detengámonos ahora en las opiniones de Darwin acerca de las propuestas eugenésicas, contenidas en su libro El origen del hombre. Como veremos, en muchos aspectos, aunque no en todos, concuerdan con las de Galton, cosa por lo demás lógica teniendo en cuenta que la mayor parte de las observaciones que realiza reconoce haberlas tomado directamente de éste último, así como de Wallace y Grey.<br />Estima Darwin que la eliminación o protección de los individuos débiles o enfermos es algo que distingue a los salvajes de los seres civilizados:<br /><br />“A impedir en lo posible la eliminación, se encaminan todos los esfuerzos de las naciones civilizadas; a esto tienden la construcciones de asilos para imbéciles, heridos y enfermos, las leyes sobre la mendicidad y los desvelos y trabajos que nuestros facultativos afrontan por prolongar la vida de cada uno hasta el último momento” Darwin. El origen del hombre.<br /><br />Sin embargo, con respecto a las cualidades morales, ve como un signo de civilización, o cuando menos algo que practican las sociedades civilizadas, la adopción de medidas encaminadas a impedir la proliferación de las tendencias perversas, recluyendo o eliminando a los individuos portadores de las mismas:<br /><br />“Con respecto a las cualidades morales, aun los pueblos más civilizados progresan siempre eliminando alguna de las disposiciones malévolas de sus individuos. Veamos, si no, cómo la trnsmisión libre de las perversas cualidades de los malhechores se impide, o ejecutándolos o reduciéndolos a cárcel por mucho tiempo”.<br /><br />Y, como también le gustaba hacer a Galton, establece un paralelismo con als medidas que aplican los criadores, con el fin de eliminar características poco deseables entre los animales domésticos:<br /><br />“En la cría de animales domésticos es elemento muy importante de buenos resultados la eliminación de aquellos individuos que, aunque sean en corto número, presenten cualidades inferiores. Esto resulta especialmente cierto con los caracteres perjudiciales […] y con algunas perversas disposiciones en los hombres, que ocasionalmente y sin causa visible reaparecen en las familias”.<br /><br />Al igual que Galton, Darwin piensa que la no eliminación de los individuos débiles, enfermos o tarados tiene consecuencias negativas y conduce a la degeneración de la especie humana, basándose de nuevo en la analogía con las especies animales:<br /><br />“Los miembros débiles de las naciones civilizadas van propagando su naturaleza, con grave detrimento de la especie humana, como fácilmente comprenderán los que se dedican a la cría de animales domésticos […]; a excepción hecha del hombre, ninguno es tan ignorante que permita sacar crías a sus peores animales”.<br /><br />Coincide también con Galton en la apreciación de que los peores elementos tienden a dejar mayor descendencia que los miembros más selectos de la sociedad: “los holgazanes, los degradados y con frecuencia viciosos tienden a multiplicarse en una proporción más rápida que los próvidos y en general virtuosos”, lo cual tiene consecuencias sociales muy negativas, de no existir ningún obstáculo que lo impida:<br /><br />“Si los distintos obstáculos que hemos señalado […] no impiden que los holgazanes, los viciosos y otros miembros inferiores de la sociedad aumenten en mayor proporción que los hombres de clase superior, la nación atrasará en vez de adelantar, como es fácil probarlo, por abundar los ejemplos en la historia del mundo”.<br /><br />Ante estas expectativas tan poco halagüeñas, Darwin verá con agrado las sugerencias eugenésicas de Galton, pero las considerará utópicas y poco realizables: “ambos sexos deberían abstenerse del matrimonio si fuesen en grado marcado inferiores en cuerpo y alma; pero tales esperanzas son una utopía, y no se realizarán nunca, ni siquiera parcialmente, hasta que las leyes de la herencia sean completamente conocidas”. En una carta dirigida a Galton en 1873 se expresará en términos semejantes acerca de la viabilidad de la empresa eugenésica:<br /><br />“Aunque veo muchas dificultades, el proyecto parece una gran cosa; y Vd. Ha señalado el único, aunque me parece utópico, plan factible para proceder para mejorar la raza humana. Yo estaría por confiar más (esto es parte de su plan) por difundir e insistir en la importancia del absolutamente decisivo principio de la herencia”.<br /><br />A pesar de las valoraciones tan coincidentes acerca de la determinación hereditaria de las facultades intelectuales y morales, de la tendencia degenerativa de la especie human por la mayor tasa reproductiva de los individuos peor dotados y de la aceptación manifestada hacia no pocas de las propuestas eugenésicas de galton, Darwin mantiene algunas opiniones distintas e incluso críticas. Tal vez influyese la consideración que mantenía de la eugenesia como un proyecto utópico y difícilmente realizable, o que sus criterios morales no eran tan despiadados como los de Galton, o bien que tenía una dosis mucho más elevada de sentido común, pero lo cierto es que se distanciará de las propuestas más duras de la eugenesia, aquellas más inclinadas hacia la represión, y considerará que tal proceder resultaría extremadamente perjudicial para la humanidad:<br /><br />“Despreciar intencionalmente a los débiles y desamparados, acaso pudiera resultar un bien contingente, pero los daños que resultarían son más ciertos y muy considerables. Debemos, pues, sobrellevar sin dudad alguna los males que a la sociedad resulten de que los débiles vivan y propaguen su raza”. Darwin. El origen del hombre.<br /><br />Había una razón todavía más poderosa para el escepticismo de Darwin ante la eugenesia. Ésta era la consideración de que la selección natural no era la causa principal del desarrollo de las facultades humanas. Así lo hace ver al afirmar que:<br /><br />“A pesar de lo importante que ha sido y aún es la lucha por la existencia, hay sin embargo, en cuanto se refiere a la parte más elevada de la naturaleza humana otros agentes aun más importantes […]. Las facultades morales se perfeccionan mucho más, bien directa o indirectamente, mediante los efectos del hábito, de las facultades razonadoras, la instrucción, la religión, etc., que mediante la selección natural”.<br /><br />Esta opinión aleja a Darwin no sólo de la eugenesia sino también del “darwinismo social”, con el que, a pesar de todo tiene muchas afinidades.<br />En resumen, las opiniones de Darwin, sea sobre las razas humanas sea sobre la eugenesia, no son totalmente coincidentes con las de Galton, pero sí tienen una gran cantidad de puntos en común, implícitos unos y manifiestos otros. </div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-931592261911487154.post-91645135005124396072009-04-30T04:51:00.001-07:002009-04-30T04:51:28.859-07:002. Herbert Spencer<div align="justify"> El pensamiento social de finales del siglo XIX brotó con tanta fuerza de las teorías de la evolución de C. Darwin, que sus ideas principales fueron conocidas como darwinismo social. La segunda mitad del siglo XIX fue un período de entusiasmo revolucionario, tanto en las calles como en las academias, y los políticos, sociólogos, economistas, etc. Se apropiaron de C. Darwin como su principal portavoz intelectual.<br /> Aunque, como se ha señalado, el darvinismo surgió como una doctrina científica que pretendía explicar el proceso evolutivo, ganó adeptos entre los cultivadores de las ciencias sociales. De esta manera, el término evolución comenzó a aparecer en los libros consagrados a la Antropología, la Sociología, etc. Y es que los planteamientos darvinistas proporcionaban fundamento para la justificación de las corrientes de la época. Ciertamente, la teoría de la selección natural, interpretada como la supervivencia de los más aptos – en el sentido de los más adaptados al estado social –, proporcionaba un medio para explicar – y justificar – los procesos sociales del momento.<br /> Apoyándose en tal teoría, surgieron propuestas éticas de conducta que buscaban servir mejor a la supervivencia de los aptos. De este modo, H. Spencer, inspirándose en la idea de evolución de las formas de vida y partiendo de los datos proporcionados por las ciencias naturales, desarrolló un sistema ético que pretendía unir, en una sola visión, el mundo de los hechos y el mundo de los valores. En su obra Estática social (Social Statics, 1850) proponía una explicación biológica de la moral o, lo que es lo mismo, una biologización de la ética.<br /><br /> “Todos debemos admitir que nos guiamos hacia nuestro bienestar corporal por los instintos; también (debemos admitir) que es desde los instintos desde donde brotan aquellas relaciones domésticas por las cuales alcanzamos otros objetos importantes; y (debemos admitir) que ciertos apuntes (certain prompters) que llamamos sentimientos nos aseguran un beneficio indirecto, mediante la regulación de las relaciones sociales. Es entonces probable que exista una especie de mecanismo mental que está todo el tiempo trabajando, y que, puesto que la conducta correcta de cada uno de los seres es necesaria para la felicidad de todos, exista por ello en todos nosotros un impulso que nos incline hacia tal conducta, o, con otras palabras, que todos poseamos un “Sentido moral” (Moral Sense)” Spencer, Social Statics.<br /><br />Partiendo de ahí y asumiendo que todo en la naturaleza – también la moral – se explicaba según el principio de supervivencia de los más aptos, la postura de H. Spencer buscaba justificar que todos los comportamientos se ordenaban a lograr la conservación de los más capaces, lo que suponía la consecuente desaparición de los ineptos o inadaptados. De este modo, afirmaba que todo mal derivaba de la no adaptación al medio.<br /><br />“Retengamos en la mente esta verdades: que todo mal proviene de la no adaptación de la constitución a las circunstancias; y que, donde existe tal falta de adaptación, se está continuamente decreciendo por el cambio de constitución que debe darse – y no se da – en función de las circunstancias. Debemos estar preparados para comprender la presente posición de la raza humana” H. Spencer, Social Statics.<br /><br />Por ello proponía que se mirase a la naturaleza como criterio moral, con el objetivo de que cada uno adaptase su conducta a las exigencias de la naturaleza, para, de este modo, ir a la par con el proceso evolutivo.<br /><br />“En general, la cuestión depende de la cantidad de sentimientos morales que posean los hombres, o, con otras palabras, depende del grado de adaptación al estado social que los sujetos hayana alcanzado”. H. Spencer<br /><br />En el Estado moderno, lo natural exigía adaptarse al estado social, servir a este estado. La no adaptación traía como consecuencia el mal. Así, consideraba principio universal que un individuo adulto percibiera beneficios en función directa de su mérito, el cual se mediría por su adaptación al entorno social. Con otras palabras, los individuos mal adaptados sufrirían las condiciones de su existencia, mientras que los mejor adaptados se beneficiarían de su superioridad. De este modo, el que no fuese lo suficientemente fuerte como para subsistir, debería sucumbir.<br /><br />“El estado actual de progreso pide que toda persona incapaz de bastarse a sí misma, perezca” H. Spencer.<br /><br />En definitiva, par H. Spencer, el progreso humano quedaba confiado a la supervivencia de los más aptos.</div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-931592261911487154.post-7912270986877536582009-04-30T04:50:00.002-07:002009-04-30T04:51:03.584-07:002.1. Determinismo racial<div align="justify">La teoría evolucionista significó una revolución para las ciencias naturales y la sociedad toda, pero su búsqueda en pos de establecer leyes generales contenía un peligro: que las concepciones evolucionistas aplicables al plano biológico de las especies fueran extrapoladas a otros contextos asumiendo nuevos sentidos. Tal fue el sentido equivocado e inaplicable que numerosos autores del siglo XIX le dieron a la teoría evolucionista cuando ésta fue aplicada al plano social. Cuando se propone conceptos tales como "lucha por la existencia", "supervivencia del más apto" o "selección natural" al desarrollo de las sociedades se encuentra subliminalmente disfrazado el germen del determinismo racial. En el mismo siglo donde las potencias europeas se repartían el mundo "no civilizado" para sus colonias, la aparición de teorías como la evolucionista podían justificar "científicamente" la superioridad de la "raza blanca" sobre las "salvajes culturas no occidentales". Herbert Spencer (1820-1903) intentó desde la teoría evolucionista de Darwin establecer las leyes generales del progreso humano. Trasladando la "supervivencia del más apto" al plano social desde lo biológico. Las consecuencias de este error son varias, se justificaba así la conquista de un pueblo por otro, esos pueblos eran subyugados como consecuencia de la selección natural, no había otra alternativa histórica para ellos, su destino era ser colonizados y sucumbir. Para Lamarck la naturaleza, regida por leyes generales, conducía a la producción de especies cada vez más adaptadas a su entorno, cada vez más perfectas. Lo cual iba a ser retomado por Spencer para la tesis de su obra, "un esquema continuo y progresivo de desarrollo". Las sociedades fueron analizadas como si fueran organismos vivos, y sus órganos funcionales fueron caracterizados en base a distintos grados de evolución. De aquí ya no había mucha distancia a sostener que "…los pobres eran pobres porque eran biológicamente inferiores, los negros esclavos como resultado de la selección natural...los blancos superiores por ser los más aptos". Darwin tambien fue incapaz de discernir en su momento los cambios aprendidos culturalmente de aquellos cambios biológicos de carácter hereditario. Pero "es sobre Spencer y no sobre Darwin sobre quien recae la mayor parte de la responsabilidad de haber mutilado la potencia explicativa de la teoría evolucionista cultural por haberla mezclado con el determinismo racial" (Harris, 1983). Con el darwinismo social como marco se legitima la expropiación, la esclavitud y los crímenes, si las cosas se daban así no era por la política imperialista, era simplemente porque las leyes naturales de la evolución tambien regían en el plano de las sociedades humanas. Era la lucha por la existencia, la supervivencia del más fuerte, y Europa era el más fuerte: "La idea de que los salvajes contemporáneos pudieran ser tan inteligentes como los civilizados le resultaba lisa y llanamente inconcebible" (Harris, 1983). Las actuales investigaciones arqueológicas y genotípicas demuestran que todos descendemos de una población de homo sapiens sapiens en común que se originó en Africa hace unos 120-100.000 años. Todos los representantes humanos del planeta poseemos las mismas cualidades, la misma capacidad intelectual. Un análisis como el de Spencer hubiera servido para comparar poblaciones contemporáneas de australopithecus y homo sapiens por ejemplo. Las diferencias "externas" (fenotipos) de los sapiens sapiens pueden ser atribuidas a distintas interacciones entre la constitución genética común y las adaptaciones locales a ambientes específicos. Pero es claro que las diferencias se dan a un nivel fenotípico y no a nivel genotípico, internamente "todos somos iguales".</div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-931592261911487154.post-91980478622976931162009-04-30T04:50:00.001-07:002009-04-30T04:50:36.976-07:002.2. La antropología evolucionista<div align="justify">La Antropología se constituye como ciencia a mediados del siglo XIX con la teoría evolucionista como telón de fondo, pero si bien la constitución oficial de la disciplina fue hace unos 150 años, la curiosidad antropológica existió desde mucho antes. Con el descubrimiento de América por Europa, occidente se vio súbitamente enfrentado a un mundo distante e imprevisto. Se plantearon muchos interrogantes existenciales. Otras formas de normas eran posibles, otras creencias, otras tradiciones que ponían en duda el mensaje divino. Los pueblos descubiertos fueron caracterizados estereotípicamente de un extremo al otro, representaban tanto "los primitivos salvajes, viviendo al límite de la naturaleza", como la representación arquetípica del "buen salvaje", viviendo en armonía con la naturaleza, en permanente felicidad e igualdad, acaso aquello era el paraíso y no el infierno. La aparición de la otredad, de la dicotomía nosotros/otros fue vital para el desarrollo de la pregunta antropológica. Diversos son los antecedentes que significaron el advenimiento de la antropología evolucionista, seguramente el desarrollo de las ciencias biológicas y de la teoría evolucionista fue uno de los principales alicientes. La astronomía demostraba que la tierra no era el centro del Universo, la teoría evolucionista demostraba que ya nada era estable, no había verdades absolutas, ya todo estaba supeditado al cambio. Los teóricos veían en los pueblos no europeos el espejo de los diferentes estadios por los cuales la humanidad había pasado. Desde una sociedad definida "por ausencia de atributos materiales" ("sin" estado, sin propiedad privada, sin diferenciación social, sin..) paulatinamente empezaron a aparecer "con" hasta complejizarse completamente. Si "en algún momento todo fue como América…", esto significaba que América era el espejo del origen. Se convoca así a estudiar a los pueblos salvajes, a conocer los orígenes del pueblo europeo, y ya no tendrían que ir misioneros o soldados ignorantes que confunden "a orangutanes con hombres", tendrían que ir hombres formados científicamente, "objetivos", utilizando los métodos prestados de las ciencias naturales: que a través de la observación, la descripción, la comparación, la clasificación, permitiera arribar a leyes generales.<br />Nacía la antropología evolucionista, la primera corriente teórica de esta ciencia. Su objetivo era comparar los pueblos, describirlos y clasificarlos para comprender el desarrollo histórico de la civilización. La teoría de la evolución social descansaba en algunos supuestos, la sociedad iría progresando en forma natural a través de sucesivos estadios, cada uno de los cuales correspondería distintos modos de subsistencia, distintas instituciones, creencias y costumbres. Se sucedieron diversas comparaciones históricas, occidente fue ubicado en el lugar preponderante de antemano, desde donde todas las otras sociedades serían juzgadas y evaluadas. La idea del progreso indefinido sustentaba esta concepción. La civilización representaba el grado máximo de desarrollo, así lo evidenciaban las formas materiales y espirituales que "habían probado ser las mejores". Las generalizaciones basadas en comparaciones proliferaron. Concepciones que entendían el desarrollo progresivo de la humanidad desde "lo simple a lo complejo" se sustentaban en un evolucionismo unilineal que tambien alegaba que "lo simple es lo anterior". La complejidad se medía por acumulación de lo material en un proceso natural e inevitable.<br /><br />La teoría antropológica de Morgan y Tylor<br /><br />Morgan y Tylor fueron los dos sistematizadores más importantes de la primera corriente teórica de la antropología. Lewis Morgan (1818-1881) concibió a la historia humana dividida en tres etapas: salvajismo - barbarie - civilización, las sociedades fueron ubicadas en lugares ya establecidos en pos de su desarrollo material e institucional. Europa ocupaba el lugar preponderante. Para Edward Tylor (1832-1917) las invenciones eran buenos catalogadores evolutivos para discernir quien estaba más evolucionado: "era evidente que una escopeta era mucho más compleja que un arco", así los artefactos y la tecnología podían ordenarse siguiendo patrones evolutivos coherentes. Supuso que las comparaciones que permitirían descubrir las etapas sociales de la evolución sólo serían logradas con la extrapolación de los métodos de las ciencias naturales a lo social. Porque el comportamiento humano tambien respondía a leyes mecánicas, naturales y generales, podían descubrirse las regularidades que subyacían a las diferencias y agruparlas en una secuencia evolutiva. A partir de aquí la antropología tuvo su objeto de estudio: "las sociedades primitivas". Desde Tylor (1871) "… nuestros pensamientos y nuestras acciones se ajustan a leyes tan concretas como las que determinan el movimiento de las olas y el crecimiento de las plantas y animales", así se hace posible su generalización en pos de clasificar patrones culturales:<br /><br />"... un conjunto de salvajes es como cualquier otro" dejando de lado las "peculiaridades por tener poca importancia". "La civilización industrializada se convirtió en la medida de todo lo demás...donde un género de sociedades se definió en términos de lo que le faltaba al segundo, pero no viceversa." (Krotz, 1987).<br /><br />La antropología al servicio del imperialismo<br /><br />Es importante tener en cuenta el contexto en el cual la antropología evolucionista emergió: Europa se encontraba sumida en la vorágine industrial y en un progreso sin precedentes que supuso un avance tecnológico que fue catalogado como "indefinido o ininterrumpido". Las grandes potencias necesitaban imperiosamente nuevas fuentes de materias primas, mano de obra barata y mercados donde colocar sus productos manufacturados. La antropología se constituye como ciencia en un contexto imperialista. Se dio una carrera entre las potencias por la posesión exclusiva de regiones ricas en materias primas, nuevos mercados, bajos salarios, tierra barata. En 1885 se produce en Berlín la nueva "creación del mundo" (Worsley), las potencias europeas se reparten el mundo para sus colonias. El evolucionismo supuso el sustento científico de tal proceso, los esquemas evolucionistas legitimaban la colonización en base a la superioridad material de occidente. Supuestos tales como "todos los hombres tienen derecho al progreso", o "el hombre blanco debe en su misión civilizadora hacer conocer sus formas materiales y espirituales superiores a aquellos pueblos que las desconocen" eran moneda corriente en la época. La civilización constituía la perfectibilidad, el grado máximo de civilización, el punto culmine del progreso racional, era un deber "moral" que el Europa llevara a los pueblos inferiores al progreso: "Las consecuencias político-ideológicas de esta teoría son bien conocidas. Los pueblos considerados inferiores, lo son por ley natural y no hay cambio histórico posible. De aquí al racismo como doctrina seudocientífica habrá un paso" (Lischetti, 1995). En este contexto a la antropología solo le cabe describir las “sociedades atrasadas” antes de que sean transformadas por occidente, porque "son el espejo de lo que fuimos". Así nutrido de un etnocentrismo sin precedentes, la colonización se justifica científicamente. El razonamiento evolucionista no fue producto de una artimaña maquiavélicamente planeada, pero tal razonamiento apareció en el momento justo en que los imperios se expandían y sin duda sirvió para justificar tal expansión.</div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-931592261911487154.post-76900880005136573722009-04-30T04:49:00.002-07:002009-04-30T04:50:04.653-07:002.3. Darwinismo social y eugenesia<div align="justify">Spencer ya era evolucionista antes de que Darwin publicase “El origen de las especies” y a él se debe la célebre frase de la “supervivencia del más apto”, que Darwin hizo suya como sinónimo de la selección natural. Sus ideas evolucionistas no se referían únicamente a la naturaleza sino que también las hacías extensibles a la sociedad y creía que ésta última progresaba gracias a la acción de las fuerzas evolutivas. Defendía, en este sentido, que cualquier intervención estatal era contraproducente pues impedía que las leyes evolutivas se desplegasen para hacer efectivo el desarrollo social. Como consecuencia, la lógica del laissez-faire capitalista fue defendidad por Spencer hasta sus ñultimas consecuencias y, como medio siglo antes hiciese Malthus, se opuso a la ayuda estatal a los pobres porque “evitar la miseria actual supondría una miseria mayor para las generaciones futuras”.<br />En su obra Estática social Spencer defendió que la evolución era una ley de la naturaleza y de la sociedad y que gracias a la misma los individuos tienden a adaptarse a sus condiciones de vida y, por consiguiente, a desarrolarse y progresar. El progreso era una derivación inevitable de la evolución o, como diría Bury en su historia de la idea de progreso, para Spencer “el progreso no es un accidente sino una necesidad”.<br />Darwin admiraba a Spencer y comentó en términos elogiosos sus escritos, aunque consideraba que era excesivamente especulativo. En carta remitida a Hooker en diciembre de 1866 dirá: “ me asaltan sentimientos mezquinos cuando lo leo: podría soportarlo, y hasta alegrarme de que fuese dos veces más listo e inteligente que yo, pero cuando me doy cuenta de que es una docena de veces superior a mí, hasta en el arte maestro de la finta, me siento anonadado. Si se hubiese entrenado en observar más, incluso a expensas, por la ley de las compensaciones, de alguna menos capacidad de pensar, habría resultado un hombre maravilloso”.<br />A pesar de todo esto, Spencer no era propiamente un darvinista. Defendía la herencia de las caracteres adquiridos, popularizada por Lamarck, como principal mecanismo evolutivo. Cierto es que Darwin también aceptaba este mecanismo, y tendió a concederle una importancia creciente hacia el final de su vida, pero en cualquier caso era un mecanismo secundario, subordinado a la acción principal de la selección natural.<br />El propio concepto de supervivencia del más apto, que Darwin tomó de Spencer, fue empleado de forma bastante distinta por los dos pensadores. Para Darwin, la lucha por la existencia llevaba a la desaparición de las variantes peor adaptadas a sus entornos locales y a la selección de las variantes favorables que, de este modo, se propagarían entre los descendientes. Para Spencer, por el contrario, la lucha por la existencia no llevaba aparejada la desaparición de los menos aptos sino que comportaba su transformación progresiva. Spencer creía que los individuos se irían transformando y adaptando mediante la competencia y el esfuerzo, y que esta transformación se transmitía a los descendientes. Era un lamarckiano convencido que pensaba que el mecanismo de la herencia de los caracteres adquiridos comportaba un progreso inevitable. Tenía, en consecuencia, una visión optimista de la evolución social. Su doctrina en vez de darvinismo social debiera llamarse con más propiedad lamarckismo social. En realidad era un híbrido de lamarckismo y darvinismo en el que la evolución social tenía lugar a través de un proceso de lucha por la existencia que transformaba a los individuos haciendo que adquirieran nuevos caracteres que después eran transmitidos a sus descendientes.<br />Defendió la herencia de los caracteres adquiridos durante toda su vida y cuando a comienzos de la década de 1890 darvisnistas como Weismann se opusieron abiertamente a la misma, él se alejó del darvinismo para mantenerse fiel a sus postulados lamarckianos.<br />Así como Spnecer era una verdadero apóstol del progreso, no se puede decir lo mismo de Darwin. Es verdad que como miembro de la sociedad victoriana compartía muchos de los valores de la misma, entre ellos la creencia de los pensadores liberales en el progreso social. Sin embargo, no consideraba que éste ocurriese como un proceso inevitable. Comentará que “el cielo me ha preservado del sinsentido de Lamarck de “una tendencia al progreso” “adaptación desde el lento deseo de los aniamles””. Según Boweler, “si Darwin era un progresista, era uno muy singular entre los normales de la época victoriana. Donde muchos otros reconocían la evolución como una fuerza necesariamente progresiva, él mantuvo que a lo sumo el progreso solamente seguiría un curso completamente estadístico”.</div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-931592261911487154.post-14603684647193962682009-04-30T04:49:00.001-07:002009-04-30T04:49:28.410-07:002.4. El evolucionismo sociaológico<div align="justify">El evolucionismo sociológico constituye uno de los principales paradigmas, esquemas o «modelos de inteligibilidad» utilizados por las ciencias sociales durante los últimos ciento cincuenta años con vistas a disponer de un «cuadro teórico formal» para interpretar el cambio social. Su primera y más rotunda formulación se debe a Herbert Spencer, quien le dio la forma de darwinismo social.<br />Bajo la forma que le dio Spencer, el darwinismo social constituye una teoría estrictamente metafísica —una ideología—, que incurre en el más abierto realismo metodológico, al no resultar refutable, como observaría Karl Popper. Sin embargo, no por ello perdió eficacia práctica. Además, a la larga, el paradigma experimentaría una profunda evolución —casi una mutación— hasta su propuesta sociológica definitiva elaborada por el último Talcote Parsons, formulándola bajo la forma de un criterio evolucionista universal para las ciencias sociales, bajo el cual los principios de adaptación, diferenciación y especialización funcional terminarían incardinándose dentro de una teoría general en la que el hombre es el único sujeto de la acción social y el protagonista de la historia, lo que resulta incompatible, per se, con la existencia de una ley natural determinista.<br /><br />HERBERT SPENCER (1820-1903)<br /><br />En la doctrina de Spencer el principal criterio para orientar la decisión social es la eficiencia. Esto la diferencia netamente de la doctrina marxista, en la que el motor de la historia es la lucha de clases. En este caso, el motor es la lucha por la existencia y la supervivencia de los mejor dotados. Este motor opera a través de la competencia y la adaptación al medio, y el cambio social se produce mediante procesos incrementalistas de crecimiento orgánico. En el marxista, a través de saltos revolucionarios. La imagen intuitiva de este último son los movimientos geológicos, mientras que Spencer toma su imagen cognitiva de los procesos biológicos.<br />Toda la sociología de Spencer se funda en el progreso constante de la sociedad desde lo uniforme a lo multiforme, o, más bien, «desde una homogeneidad incoherente a una heterogeneidad coherente». Esta idea la había extraído de la teoría de la preformación embrionaria, de Karl Ernst Ritter Von Baer, según la cual «el desarrollo de cualquier organismo consiste en un proceso de diferenciación estructural» (1827). Los primeros planteamientos de Spencer aparecieron en 1857, anticipándose a la publicación de la primera edición de El origen de las especies, de Darwin, en 1859. Sin embargo, la solución de Darwin al enigma de la mutación de las especies —a las que el creacionismo venía representando como inmutables— alcanzó una popularidad inmediata y Spencer decidió utilizarla para dotar de «fundamento científico» a su teoría: de modo que sustituyó la idea de progreso —limitada al ámbito específicamente humano— por la de evolución.<br />Como señaló Parsons, las ideas seminales de evolución y de selección natural provenían del principio de la población de Malthus, según el cual las especies procrean un múltiplo de los individuos que pueden sobrevivir. Darwin le añadió la idea de que la selección natural puede influir lentamente sobre la evolución biológica. Si, además, se admitía el mecanismo de Lamark (1809) de que las modificaciones se transmiten a la descendencia —error comúnmente admitido en la época—, el proceso evolutivo podía ser algo más rápido. En la interpretación que le dio Darwin, esto significaba «la generación encadenada de formas conectadas genealógicamente, cada una ligeramente distinta de las inmediatamente anteriores».<br />Weisman (1892) demostraría enseguida que la herencia no transmite modificaciones, lo que sería ratificado por Mendel, pero la genética de este último proporcionó un nuevo mecanismo de aceleración del proceso adaptativo, derivado de la reproducción sexual. En lo que Darwin se mantuvo firme durante toda su vida —pese a la acumulación de apariencias en contra— fue en la defensa de que la evolución podía ser gradual y sin saltos. Esto es, «reemplazó la imagen de una cadena única por la de un árbol que se ramifica, pero la idea de cambio gradual permaneció».<br />En realidad, fue Spencer quien infirió de la lectura de Malthus la idea de la supervivencia del más apto, lo que fortalecía enormemente el principio de selección natural. De ahí que Darwin y Alfred Russel Wallace —codescubridor de la selección natural— la adoptasen inmediatamente, admitiendo que los que sobreviven son precisamente los más idóneos para cada tipo de hábitat. Ahora bien, mientras la idea de la adaptación había servido inicialmente a Spencer para identificar evolución con progreso social, Darwin no pensaba que la diversificación de formas y la mayor complejidad derivada de la evolución implicasen avance alguno. Para él, lo único efectivamente observable era la adaptación a las condiciones particulares del medio a través de la diferenciación estructural, no un mecanismo general.<br />Sin embargo, para aprovechar el éxito de la obra de Darwin, a partir de 1860, Spencer empezó a presentar su teoría evolucionista como la aplicación a la sociedad de las «leyes evolucionistas generales». Estas leyes habrían afectado primero al mundo inorgánico, desde el microscópico al universo; más tarde afectaron al mundo orgánico y al superorgánico de los organismos vivientes en sociedades, a partir de sus individuos; finalmente afectaron a la mente humana, a partir de los elementos de conciencia. A todos estos mundos les serían de aplicación las «leyes» y principios que rigen las transformaciones de los organismos biológicos: a) la ley del crecimiento; b) las tendencias hacia la complejización estructural y hacia la diferenciación y especialización funcional; d) la correspondencia mutua e interdependencia entre estructuras y funciones, y e) la tendencia hacia la supervivencia de las unidades individuales, aun en caso de desaparición del organismo social general.<br />En su generalización monista de la teoría de Darwin —en principio, simplemente adaptativa—, Spencer imputaba también a éste la idea de evolución —que, como la de adaptación, era propia—, aprovechando la ambivalencia derivada de la adopción de su terminología por Darwin y Wallace. Esta confusión habría de influir seriamente en la aparición de lo que hoy se denomina «biología evolutiva», generalmente rechazada por los científicos sociales.<br />En cambio, Spencer formuló su «ley de la supervivencia de las unidades individuales» sin preocuparse por la inconsistencia de su analogía organicista evolutiva con la total autonomía del componente individual. Esta inconsistencia es precisamente lo que permitió a Spencer conciliar el biologismo básico de su teoría con la inclinación abiertamente individualista de la sociedad inglesa a mediados del siglo XIX, ya que de otro modo toda su doctrina habría sido rechazada. En cambio, la «ley» le permitió explicar que el conjunto de individuos que conforman la sociedad civil no constituyen un todo concreto —como sucede al identificar sociedad con Estado, o al hablar de las diferentes formas de comunidad, real o imaginaria—. Por el contrario, por contraposición a lo que sucede con los organismos biológicos, para Spencer los individuos son libres y cada uno de ellos obra según su propia conciencia e interés; esto es: los fines del todo social se subordinan a los de los individuos.<br />A Spencer no pareció importarle que su evolucionismo estrictamente biológico y su ley de supervivencia individual resultasen contradictorios. De lo que se trataba era de situarse en las antípodas del pensamiento de Hegel, según el cual la sociedad civil —sede de la iniciativa individual— es la fundadora, y es fundada a su vez, por el Estado nacional. Pero Hegel razonaba en términos de causalidad dialéctica, lo que le permitía contemplar múltiples formas de retroacción —y esto fue lo que convirtió al hegelianismo en la lingua franca de los teóricos continentales del siglo XIX—. Spencer no disponía de tal refinamiento. Lo que sabía es que con su salto en el vacío se situaba fuera del alcance de todo holismo sociológico —como el que propondría más adelante Durkheim en sus Reglas del método sociológico.<br />Su sistema resultaba inconsistente, pero su voluntad estaba firmemente determinada. En realidad, para hacer compatible su individualismo radical y su darwinismo social —o una forma más elaborada de evolucionismo—, Spencer tendría que haber pensado en términos de sistema, más que de organismo strictu sensu. Pero la construcción del concepto de sistema no llegaría a las ciencias sociales hasta Pareto, y su pleno desarrollo, integrado en un modelo evolucionista general, sólo quedaría completo en la obra de Talcott Parsons. La idea central y la «misión» de la sociología de Spencer consiste en la no intervención del Estado en el proceso «natural» de la evolución social. Y a ella se atuvo. Esta evolución explica el tránsito gradual: a) desde sociedades simples a sociedades compuestas; b) de la sociedad militar —en la que la cooperación entre individuos es coactiva— a la sociedad industrial, en la que la cooperación es voluntaria y se produce de manera natural.<br />No queda lugar en esta construcción para la diferenciación —dentro de la modalidad de cooperación voluntaria— entre las dos formas de solidaridad que habría de definir Durkheim: la solidaridad mecánica, primitiva, propia de sociedades simples, sin división del trabajo, y la solidaridad orgánica, propia de la sociedad industrial, «compuesta,» que implica identificación del individuo con el todo social, basado en la división del trabajo, sin la que la vida individual no podría progresar. Ni tampoco encaja con la distinción de Tönnies entre la Gesellschaft, cuyos lazos son estrictamente formales, económicos y legales, y la Gemeinshaft, en la que aparecen lazos afectivos, culturales e identitarios.<br />La cooperación de Spencer descansa simplemente sobre el beneficio e interés mutuo y se plasma en el contrato. El prerrequisito para ello es que el Estado garantice el cumplimiento de los contratos y el derecho de propiedad. A partir de esa definición tan sucinta del «individuo humano interesado» y de esa apelación minimalista al Estado, Spencer formula diez principios muy sencillos, inducidos de la observación del proceso de cambio histórico:<br /><br />1. Gobierno mínimo, atomismo e individualismo metodológico: «Las actividades sociales son el resultado colectivo de los deseos individuales. La organización comercial es hija de los esfuerzos de los individuos para realizar sus fines particulares. Los gobiernos han entorpecido y perturbado este desenvolvimiento. Su única aportación positiva es mantener el orden público».<br />2. La intervención del Estado en el proceso de distribución es un acto de confiscación. Se basa en «la presunción tácita de que nadie tiene derecho a su propiedad —ni aun a la ganada con el sudor de su frente— sin permiso de la comunidad; y que esta comunidad puede restringir ese derecho en la medida que lo estime conveniente. Esta usurpación se justifica por el postulado de que la sociedad, considerada como un todo, tiene absoluto derecho sobre la propiedad de cada individuo».<br />3. Futilidad e insostenibilidad de todo intervencionismo; inevitabilidad de las leyes naturales:<br />«Dichos errores legislativos ... tienen su raíz en la creencia de que la sociedad es un producto fabricado, mientras que, en rigor, es un producto de la evolución ... Se cree generalmente que la humanidad es una especie de masa a la que el cocinero puede imprimir la forma que más le agrade ...; muchas medidas legislativas implican la presunción de que las sociedades a las que se les impone esta o aquella organización, la conservarán en el futuro».<br />4. Credo monista en los principios de la lucha por la supervivencia y de la selección natural de las especies, como pauta unitaria capaz de interpretar toda la experiencia de la historia de la humanidad. Para que cualquier especie superior subsista y no degenere es necesario que conforme su conducta a dos principios radicalmente opuestos (protección para la infancia; equidad para la edad adulta):<br />a) «Sus miembros deben ser tratados de modo distinto en su infancia y en su edad adulta... durante la infancia, los beneficios recibidos deben estar en razón inversa a la fuerza o destreza del que los recibe... [porque de otro modo] la especie desaparecería en el espacio de una sola generación».<br />b) «Durante todo el resto de su vida el individuo recibe beneficios proporcionales a su mérito, recompensas equivalentes a sus servicios; por mérito y servicios entendemos... la capacidad de satisfacer las propias necesidades, de procurarse alimento, de asegurarse un abrigo, de escapar a los enemigos. En competencia con los individuos de su propia especie y en lucha con los de otras especies el individuo degenera y sucumbe, o prospera y se multiplica, según sus dotes».<br />c) «Un régimen contrario, si pudiera mantenerse, sería con el tiempo funesto para la especie. Si los beneficios recibidos por cada individuo fuesen proporcionales a su inferioridad ... se favorecería la propagación de los individuos inferiores y se entorpecería la de los mejor dotados: la especie degeneraría progresivamente y bien pronto desaparecería ante las especies que compiten y luchan contra ella».<br />5. Dos regímenes antagónicos: la familia o la protección; el Estado o la eficiencia. La traslación del credo monista a la especie humana es el único modo de garantizar la supervivencia de la sociedad, confiriendo atribuciones por completo antagónicas a la familia y al Estado, especializándose la primera en la función de protección y descargando de ella íntegramente a este último:<br />«Esta verdad es igualmente aplicable a la especie humana. Las sociedades humanas están en lucha o competencia unas con otras; deben ser consideradas como verdaderas especies, o... variedades ... La intrusión, aunque sea parcial, del régimen de la familia en el régimen del Estado producirá resultados funestos. La sociedad, no puede... intervenir en la acción de los dos principios opuestos, bajo cuya influencia han adquirido todas las especies la aptitud para el modo de vida que poseen, y a los cuales deben el conservar esta aptitud».<br />6. Contra elestao del bienestar (Welfare State). En su obra El Hombre contra el Estado (1884) —de donde se extraen todas estas citas—, Spencer hace un balance de los efectos de la Ley de pobres de 1834, con la que los whigs benthamitas habían iniciado la edificación de estructuras estatales de welfare, al margen de los poderes locales. En el cuarto de siglo transcurrido entre 1860 y 1884 se habría registrado un desproporcionado avance del intervencionismo estatal, con la consiguiente merma de las libertades individuales. El problema se encuentra en la vis expansiva de toda política de protección, que, «lejos de disminuir o permanecer constante, aumenta sin cesar»:<br />a) «En la época de la guerra se necesitaba “carne de cañón” y favorecer el desarrollo de la población; Mr. Pitt decía: “los socorros concedidos a los padres de muchos hijos son un derecho, no un objeto de oprobio y desprecio”».<br />b) «Las contribuciones para los pobres se cuadruplicaron en cincuenta años; las madres solteras fueron preferidas para contraer matrimonio, en busca del socorro de la caja de pobres; muchos contribuyentes pasaron al pauperismo».<br />c) «En 1833 los legisladores votaron 20.000 libras al año para subvencionar a las escuelas. Medio siglo más tarde la cifra se elevaba a 6 millones de libras».<br />7. Ley de reproducción de las estructuras creadas. Una vez se ha introducido el principio de cooperación obligatoria —opuesto por definición a la sociedad industrial—, su propagación resulta casi inevitable:<br />a) «La ley de pobres ha favorecido el desenvolvimiento del hábito de la imprevisión y multiplicado el número de imprevisores, hasta el punto de que hoy, como remedio a los males causados por la caridad obligatoria, ya se invoca la necesidad del seguro obligatorio».<br />b) En lo que se refiere a la difusión de la educación, las consecuencias pueden resultar igualmente nefastas..., debido a su impacto sobre las aspiraciones populares y la acción política. «La educación del pueblo propaga la lectura de escritos que alimentan ilusiones agradables, más que la de aquellos que se inspiran en la dura realidad».<br />c) «La mejora de la educación despierta el deseo de la cultura, la cultura despierta el deseo de muchas cosas que se hallan fuera del alcance de los trabajadores ... De aquí, el descontento con que miran el presente estado de cosas; y cuanto más avanza la educación, mayor es el descontento».<br />8. Contra el Estado de bienestar y el socialismo de Estado bismarckiano. La propuesta de organizar seguros obligatorios es incompatible con la sociedad industrial «porque obliga a los individuos a ahorrar durante su juventud, con el fin de no quedar sin recursos al incapacitarse para el trabajo». Las iniciativas del Príncipe Bismarck —que no tardarían en difundirse por toda Europa— implicaban avanzar hacia el socialismo de Estado, pues toda forma de cooperación coactiva exige regulación y sumisión de los individuos a los agentes reguladores. A cambio de mayor bienestar material (la libertad positiva de Isaiah Berlin), el individuo debe renunciar a la libertad (negativa). Llevado al extremo, éste sería el camino hacia la servidumbre (como diría más tarde Karl Popper):<br />a) «Poco importa que su señor sea un individuo o una comunidad; si se obliga al individuo a trabajar para la sociedad y recibe del fondo común lo que ésta señala, será esclavo de la sociedad. La organización socialista exige este tipo de esclavitud. A ella conducen muchas de las medidas que se han adoptado».<br />b) «Lo que se ha hecho, lo que se hace y lo que va a hacerse nos aproxima al ideal socialista, según el cual la comunidad es la única propietaria de las viviendas».<br />c) «E igual sucederá con la explotación del suelo... Como resultado de este proceso quedarán sin cultivo las tierras de calidad inferior; y entonces... habrá que votar una ley de cultivos obligatorios».<br />d) «El Estado ya es propietario de los ferrocarriles en gran parte del continente... Disponiendo del monopolio del servicio postal y telegráfico y a punto de tener el de vapores-correo, el Estado transportará pasajeros, mercancías y minerales, y desempeñará otros muchos oficios. Hoy ya, además de construir cuarteles, arsenales, diques, puertos, rompeolas, etc., fabrica buques, fusiles, cañones, municiones de guerra, prendas de vestir, calzado para el ejército. Cuando se apropie de los ferrocarriles se convertirá en constructor de locomotoras y vagones, en fabricante de hulla, canteras, ómnibus, etc.».<br />e) «Sus lugartenientes, los ayuntamientos —ya propietarios del agua, el gas, los coches y tranvías, los baños, etc.—, se harán cargo de nuevos servicios. Y cuando el Estado se halle a la cabeza de los establecimientos para la producción y distribución al por mayor, extenderá sus funciones a la venta al detalle, siguiendo el ejemplo de Francia, que ya vende tabaco al por menor».<br />9. No importa el procedimiento de adopción, sino el contenido de las políticas. El signo de la política liberal —según Spencer— consiste en ampliar el ámbito de lo que Isaiah Berlin denominaría después libertad negativa. En su opinión, el estatalismo lleva inexorablemente a la disyuntiva libertad versus democracia y a la inversión de la opción por defecto: de la opción en que todo lo que no está expresamente prohibido está permitido, a la de que todo lo no expresamente permitido está prohibido:<br />a) «Si los hombres usan de su libertad de modo que ésta desaparezca, ¿serán por ello menos esclavos en lo sucesivo? Si un pueblo elige por plebiscito a un déspota, ¿permanecerá libre porque el despotismo sea obra suya? Las medidas coercitivas que este déspota dicte, ¿serán consideradas por el pueblo como legítimas porque sean consecuencia natural de su voto?».<br />b) «Al igual que el verdadero liberalismo luchó en los siglos pasados contra los reyes que pretendían el poder absoluto, los liberales verdaderos lucharán en nuestros días contra el Parlamento que quiere arrogarse semejante autoridad. Los liberales se distinguen por la limitación de la autoridad parlamentaria».<br />c) «El partido conservador y el liberal tienen orígenes distintos: el primero, en el militarismo; el segundo, en el industrialismo. Uno defendió el régimen de status; el otro, el de contrato; aquél, la cooperación obligatoria y la desigualdad legal entre clases; éste, la cooperación voluntaria y su igualdad legal. De lo que se desprende que, al contribuir a extender el sistema coercitivo, los llamados liberales no han sido más que conservadores de una nueva especie».<br />d) «Insisto: la libertad de que disfruta el ciudadano debe medirse no por el mecanismo gubernamental bajo el cual viva, sea o no representativo, sino por el número relativamente escaso de restricciones impuestas a los individuos».<br />10. El pronóstico de Spencer se cumplió con creces en los cien años siguientes. El intercambio sin límites precisos de libertad por bienestar condujo al despotismo. El paroxismo del proceso se alcanzó con el nazismo, pero la vis expansiva de la acción del Estado y la sobrecarga de tareas afectó a todo el continente europeo y se difundió también por las nuevas naciones que surgieron de la independencia de las colonias. En los países con economías de Estado, éste fue, por definición, titular de todos los recursos productivos. Que ello fuese en ocasiones resultado de decisiones democráticas resultaba todavía más preocupante.<br />Las palabras de Spencer constituyen un vaticinio lúgubre de la manipulación de las instituciones de bienestar por parte de los fascismos del siglo XX: si ya consideraba grave la renuncia del trabajador a su derecho individual al trabajo al aceptar el derecho de huelga —por el que una asociación voluntaria podía decidir mayoritariamente contra su parecer—, «júzguese lo que sucederá cuando —en lugar de asociaciones con poder relativamente escaso, en las que uno puede ingresar o no ingresar a voluntad— haya una asociación nacional a la que será preciso pertenecer, so pena de abandonar el país».<br />El propio Spencer vislumbró también lo que habría de ser la organización estatal comunista, que, como toda «organización administrativa vasta, complicada y provista de toda clase de recursos, al desarrollarse y consolidarse, se haría necesariamente irresistible. La consecuencia final sería la resurrección del despotismo. Un ejército disciplinado de funcionarios civiles confiere el poder supremo a su jefe, lo mismo que lo hace un ejército militar... hay excelentes motivos para creer que aquellos que se eleven a los primeros puestos en la organización socialistano retrocederán ante ningún medio con tal de alcanzar sus fines».<br />Esto es lo que observaría también Ludvig von Mises bajo el nazismo: en las universidades alemanas todas las disciplinas quedaron subordinadas a la construcción y expansión del Estado nacional. Las capas de burócratas e intelectuales egresados de ellas utilizarían el poder estatal para eliminar cualquier resistencia a la doctrina pangermanista, utilizando el error darvinista de la «descendencia con modificación» para legitimar su política racista —con el fin de ayudar a la selección natural, eliminando a las «variedades retrasadas»— y sometiendo al más férreo control a industriales y financieros: «En el Estado estatista los empresarios se encuentran a merced de la burocracia. Los funcionarios tienen el poder no sólo de silenciar a sus objetores, sino de forzarles a contribuir a financiar al partido nazi».</div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-931592261911487154.post-9666988932653196592009-04-30T04:48:00.001-07:002009-04-30T04:48:44.268-07:002.4. Fundador de la sociología<div align="justify">Desde la primera edición del Origen de las Especies, Herbert Spencer se convierte en ferviente defensor del darwinismo y de la posibilidad de su aplicación a la sociedad. Spencer, junto a A. Comte, es fundador de la Sociologia como ciencia, a la que impregna de una visión orgánica y evolutiva. Distingue entre las sociedades como superórganos y los individuos que la componen, y opina que la selección y evolución de éstos incide en el progreso de aquéllas. Eso lo condujo a rechazar cualquier mecanismo que se opusiera a los mecanismos naturales de lucha por la existencia supervivencia del más fuerte:<br /><br />"La defensa por parte de Spencer del individualismo y del laissez faire lo llevó a propugnar la filosofía del darwinismo social. Sostenía que la rápida eliminación de los individuos ineptos de la sociedad mediante la selección natural beneficiaria biológicamente a la raza y que el Estado no debía hacer nada por aliviar la situación de los pobres, a los que consideraba como los menos aptos. Spencer mantenía también que la máquina económica marcha mejor si se deja a cada individuo que corra en pos de sus propios intereses y que, por tanto, el Estado no debe intervenir en la economía excepto para obligar a cumplir los contratos y para velar por que nadie invada los derechos de los demás. Creia que en la competencia resultante sobrevivirían las instituciones económicas y las empresas de negocIos más aptas." (E.I.CC.SS., art. Spencer, Herbert). <br /><br />Estas ideas fueron desarrolladas por sus seguidores de la escuela del darwinismo social si bien no todos los darwinistas sociales presentan las mismas connotaciones ideológicas: <br /><br />Entre el espectro de opiniones que circularon bajo el nombre de darwinismo social estaban incluidas casi todo tipo de creencias. En Alemania estaban representadas principalmente por demócratas y socialistas; en Inglaterra, por conservadores. Se utilizaron por los nacionalistas como un argumento a favor de un estado fuerte y por los partidarios del laissez-faire como un argumento a favor de un estado débil. Fue condenado por algunos como una doctrina aristocrática diseñada para glorificar el poder y la grandeza otros, como Nietzsche, como una doctrina de las clases medias apelando a la mediocridad y a la sumisión. Algunos socialistas vieran en ella la validación científica de su doctrina; otros la negación de sus esperanzas morales y espirituales. Los militaristas basaron en ella la justificación de la guerra y la conquista, mientras los pacifistas vieron el poder de la fuerza física transmutarse en el poder de la persuasión moral y espiritual. (Himmelfarb 1.959). <br /><br />En cualquier caso, las propuestas de los darwinistas sociales agriaron de tal modo la discusión que a partir de entonces se abandonó todo intento serio de introducir conceptos biológicos en el análisis económico y social. <br /><br />Las interpretaciones pseudo-biológicas de historiadores racistas en los años 1.921-40 fueron doblemente desafortunadas. NO sólo alimentaron estúpidos prejuicios racistas y favorecieron políticas macabras; debido a su base anticientífica a sus criminales consecuencias, proyectaron también una sombra siniestra sobre el estudio del componente biológico en la historia de la civilización humana. Ignoramos por completo la interacción del desarrollo cultural y del biológico y, por desgracia, pocos investigadores se atreven a aventurarse en este campo esencial por temor a verse acusados de racismo, nazismo o cualquiera otra clase de desagradable disposición mental. (C.M.Cipolla 1.970 p. 24). </div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-931592261911487154.post-18317166005089435782009-04-30T04:47:00.000-07:002009-04-30T04:48:12.819-07:002.5. Evolucionismo económico<div align="justify">Algunos llaman a esta teoría spencerismo, debido a que su autor fue el británico Herbert Spencer (1820-1903).<br />La teoría evolucionista posee una ley general aplicable al universo entero, desde luego incluido el estudio de la sociedad. Esta ley general constituye la síntesis de siete leyes concebidas originalmente por Spencer. De ellas, las tres primeras son básicas y las restantes cuatro son complementarias.<br />• Ley de la persistencia de la fuerza.<br />• Ley de la indestructibilidad de la materia.<br />• Ley de la continuidad del movimiento.<br />• Ley de la persistencia de la relación entre las fuerzas.<br />• Ley de la transformación y equivalencia de las fuerzas.<br />• Ley del movimiento desde la menor resistencia hasta la mayor atracción, y<br />• Ley de la alternación o del ritmo del movimiento.<br />La ley general aludida es la expresión unitaria del resultado de las siete leyes enlistadas. La ley general de la evolución establece que, a partir de una homogeneidad indeterminada e incoherente, se transita hacia una heterogeneidad bien definida y coherente.<br />Spencer explica así la evolución natural y social, esta última en la transición de la familia a la tribu, posteriormente al pueblo para culminar con el Estado.<br />Concibe dos tipos de sociedad, partiendo de sus estructuras fundamentales: la sociedad militar y la sociedad industrial. A la sociedad militar le atribuye las características que a continuación se expresan:<br />• Gobierno centralizado (monárquico, por lo general).<br />• Prioridad para la satisfacción de las necesidades de la guerra.<br />• Régimen coercitivo.<br />• Religión autoritaria.<br />• Estratificación rígida de clases.<br />• Cultura predominantemente masculinista.<br />• Regulación absoluta de los aspectos vitales de la sociedad.<br />• El hombre al servicio de la comunidad.<br />• En la sociedad industrial, Spencer advierte estas características:<br />• Tendencia hacia la democracia y la paz.<br />• Existencia de múltiples centros de vida económica.<br />• El poder lo comparten una gran cantidad de individuos.<br />• El Estado al servicio del hombre.<br />Spencer impugna al socialismo por su evidente inclinación a incrementar la intervención del Estado, pues considera que esto siempre conduce a la implantación de comunidades militarizadas.<br />También fue un severo crítico de Comte, y es autor de una segunda teoría, la de la analogía orgánica, que más adelante trato, y en la que compara, para determinados fines, a la sociedad con un organismo biológico.<br />Spencer alcanzó gran popularidad, sobre todo después de 1852, después de su visita a los Estados Unidos, en donde sus ideas fueron acogidas con gran entusiasmo.<br />En realidad, no se exagera cuando se afirma que Spencer es el segundo padre de la sociología. Sus ideas predominaron de manera exclusiva durante más de tres décadas. Y aunque al final de su vida él mismo advirtió la declinación de la vigencia de su teoría, ésta dio origen a otras escuelas sociológicas que, alternativamente, enfocaron sus estudios, no a partir de una determinada fase evolutiva de la sociedad, como hace el evolucionismo, sino enfatizando sus análisis en trono a la estructura y funcionamiento de la sociedad, soslayando abiertamente el estudio de las etapas del desarrollo social.</div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-931592261911487154.post-43913619825448660902009-04-30T04:46:00.002-07:002009-04-30T04:47:23.288-07:003. Walter Bagehot<div align="justify">Las tesis del darwinismo social, entre cuyos más conspicuos doctrinarios sobresalieron los ingleses Herbert Spencer y Walter Bagehot y el norteamericano W.Graham Summer, fueron ampliamente esgrimidas como soporte del capitalismo liberal basado en el "laissez faire", así como para justificar la estratificación social en razón de las desigualdades biológicas existentes entre los individuos. De acuerdo con dichas tesis, la riqueza y la posición social no eran sino el resultado de la adaptación al medio (capitalista) de los mejor dotados, por lo que la competitividad debería mantenerse sin restricción alguna como medio para garantizar la selección natural. Llegados a este punto, no estará de más hacer un pequeño inciso para preguntarse por qué razón los abanderados de tan ingeniosos planteamientos no propugnaron también, como hubiera sido lo lógico, la abolición de los derechos sucesorios, para que así, partiendo de cero, los herederos de las grandes fortunas pudieran demostrar su superioridad biológica en igualdad de condiciones con los más "inadaptados".<br /> El conocido comentarista de la Constitución inglesa, Walter Bagehot, también sacó conclusiones de carácter liberal del darwinismo, aunque no tan extremas. En Física y Política (1872), Bagehot sostuvo que, hasta entonces, las sociedades habían necesitado rodearse de una "costra de costumbre" para poder sobrevivir; en el estado actual de progreso, sin embargo, esa costra se había convertido en un obstáculo más que en una ayuda para el desarrollo. En el presente la "era de la discusión, que otorga un premio a la inteligencia, y engendra esa cualidad de animada moderación esencial para el buen funcionamiento del gobierno", decía con optimismo-, era precisa una flexibilidad que sólo la libertad intelectual podía proporcionar.<br />Como continuador de la obra de Spencer, y al margen de su labor como economista, en su obra Physics and Politics (1872), Bagehot trasladó analógicamente el contenido de la segunda gran obra de Darwin —La ascendencia del hombre (The Descent of Man, 1871)— a la organización política, adoptando una perspectiva sociobiológica aparentemente determinista, aunque admitiendo la innovación. Sus ideas pueden sintetizarse en cinco grandes epígrafes:<br /><br />1. La primera «función» de la política consiste en crear una «costra de costumbres», que es lo que permite a los hombres vivir juntos, otorgándoles un status, para evolucionar con el tiempo hacia un régimen de contrato.<br />2. La segunda consiste en moldear un carácter nacional, que viene a ser una «variación» aleatoria, como las de las especies, desencadenada por un individuo prominente que actúa como líder.<br />3. El progreso no es algo natural, sino excepcional. El concepto de progreso no existía en las culturas antiguas, sino que aparece por primera vez en algunas naciones europeas, acompañando al proceso de «selección natural de los Estados» por el que, a lo largo de la historia, los Estados más fuertes triunfan y los más débiles fracasan.<br />4. Esta fortaleza no es sólo militar, sino que deriva del avance de la civilización y depende de la innovación (de la «emergencia de variedades»). Las sociedades antiguas tienen que optar entre el Scila de congelar el pasado —maximizando la rigidez de la costra de costumbres y las leyes tradicionales— y el Caribdis de reducir su efecto al mínimo imprescindible para mantener unida a la sociedad, eliminando las restricciones que impiden la aparición de variedades.<br />5. Las variedades son el resultado de la tendencia permanente de la naturaleza hacia el cambio —hacia la diversificación de formas y la entropía, diríamos hoy, utilizando un símil termodinámico—. La discusión libre es la forma que han encontrado las sociedades modernas para facilitar tal diversificación, conciliando orden y progreso.<br />Hofstadter pensaba que el concepto de evolución de Bagehot era a priori más adecuado para explicar la realidad americana del último cuarto del siglo XIX que el de Spencer —o el del mismo Graham Sumner, por mucho que este último se formulara desde EE.UU., en diálogo con la sociología europea—. No había nada en la moral de pioneros, desarrollada al hilo de la expansión de la economía de frontera, que indujera a aceptar el determinismo spenceriano. A lo sumo, la supervivencia de los más aptos podía interpretar favorablemente, legitimar y dar cuenta de la situación del patriciado agrario bien establecido, titular de mayores explotaciones, pero no de las nuevas oleadas de recién llegados ni de las capas medias urbanas o de los pequeños granjeros, crecientemente agobiados por las deudas.<br />Sin embargo, mientras la organización económica se basó en la concurrencia entre una multitud de pequeñas actividades, coordinadas simplemente a través del mercado, la selección natural y la lucha por la supervivencia se admitió sin vacilación como interpretación «científica» de la realidad, como imperativo moral y como estímulo para la acción, porque resultaba plenamente funcional desde el punto de vista económico y social. Todo ello experimentaría una rápida evolución a medida que se fueran introduciendo las grandes corporaciones, en las que la imagen de la selección natural se desplazaría rápidamente, para hacer hueco al papel de los innovadores y los capitanes de industria en la obra de William James y en el Pragmatismo. Algo de esto aparecía ya en Bagehot, aunque se limitase a aplicar su idea de innovación a la aparición de variedades institucionales y políticas, de acuerdo con la lógica del imperialismo victoriano en Inglaterra.</div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-931592261911487154.post-57838495091074130192009-04-30T04:46:00.001-07:002009-04-30T04:46:30.301-07:004. Ernst Haeckel<div align="justify"> Ernst Heinrich Haeckel nació el 16 de febrero de 1834 en la ciudad de Postdam, Alemania. Un año después de acabar su doctorado, en 1861, Haeckel se convirtió en profesor de Zoología y Anatomía Comparada en la Universidad de Jena, puesto en el que se mantendrá durante el resto de su vida. Es mismo año se casó con Anna Sethe. Haeckel se convertiría en uno de los zoólogos más brillantes e influyentes de la segunda mitad del siglo XIX, y en el hombre que, más que ningún otro, estableció el puente entre los argumentos raciales y eugenésicos de Darwin y las políticas raciales y eugenésicas del Tercer Reich de Hitler.<br /> El origen de las especies de Darwin fue traducido por primera vez al alemán en 1860, un año después de su publicación ern Inglaterra. Haeckel lo leyó ese verano mientras estaba trabajando en su doctorado; y, según él mismo dijo, “hizo que las escamas se cayesen de mis ojos”, porque “en la gran concepción unificada de la naturaleza de Darwin y en su apabullante argumentación de la doctrina de la evolución encontré la respuesta a todas las dudas que me habían importunado desde el comienzo de mis estudios de Biología”. Seis años después, Haeckel publicó su obra en dos volúmenes Generelle Morphologie (Morfología general), un gran esfuerzo por subsumir toda la ciencia bajo los principios darvinianos. En parte, ese logro fue el resultado de haberse arrojado con pasión al trabajo, con un fervor que nacía de su dolor. Su amada esposa, Anna, había enfermado repentinamente en febrero de 1864, y murió el 14 de ese mismo mes, el día del treinta cumpleaños de Haeckel (Haeckel se casaría de nuevo en 1867 con Agnes Huschke, la hija de un profesor de Anatomía de Jena).<br /> La admiración de Haeckel hacia Darwin no conocía límites. Antes de conocerle personalmente le escribió un sinnúmero de cartas en las que le detallaba los éxitos del darwinismo en Alemania y le informaba de cómo había convertido Jena en “una fortaleza del darwinismo”. También informaba a Darwin de que había conseguido aumentar sustancialmente la asistencia a sus clases, hasta reunir ciento cincuenta estudiantes por grupo. En su dolor como joven viudo, incluso le envió una foto de sua amada esposa. También se aseguró de que Darwin recibiese las primeras pruebas de Generelle Morphologie en 1866 (el alemán de Darwin era terrible; después de esforzarse hasta la extenuación leyendo la obra de Haeckel durante varias semanas, en las que no consiguió avanzar prácticamente nada, Darwin manifestó a Thomas Huxley: “Estoy seguro de que el libro me gustaría mucho su pudiese leerlo con soltura, en lugar de tener que arrastrarme frase tras frase”).<br /> Ese mismo año, el joven y prometedor Haeckel hizo una peregrinación a Downe, Inglaterra, para conocer personalmente al anciano Darwin, siendo muy bien recibido (no sería ni mucho menos su última visita, aunque eso es lo que hubiese deseado la esposa de Darwin, Emma, a la que no le divertían precisamente sus modos estruendosos y rimbombantes). De hecho, Darwin escribiría a un amigo suyo en Bonn que la popularidad del darwinismo en Alemania, y no en Inglaterra, era la “razón principal para mantener la esperanza en que nuestros puntos de vista acabarán prevaleciendo”. Posteriormente, después de publicar El origen del hombre (1871), Darwin escribiría a Haeckel: “Dudo que mis fuerzas me permitan llevar a cabo mucho más trabajo serio (…) eso no importa demasiado, puesto que hay muchos hombres igualmente capaces, y quizás más capaces que yo mismo, de llevar a cabo nuestro trabajo; y entre éstos tú eres el más destacado”.<br /> Por supuesto, Haeckel se adhería al sistema darvinista en su totalidad, para el que elaboró no sólo la teoría biológica descriptiva, sino la agenda eugenésica prescriptita que sería desarrollada por Darwin en El origen del hombre (lo hizo con fuerza y tal furor anticlerical, que hizo ponerse nervioso al mucho más cauto Darwin). De hecho, sería justo decir que la importancia de Haeckel no reside en que elaborase nada nuevo, sino precisamente en que desarrolló todo el abanico de implicaciones del darwinismo, proclamando la nueva verdad con intensidad, frecuencia y una brutal coherencia, algo a loa que Darwin se mostraba reticente. De este modo, en Haeckel encontramos un apoyo pleno y sin vacilaciones no sólo a la eugenesia y la exterminación racial, también al aborto, el infanticidio y la eutanasia.<br /> Gran parte de la influencia de Haeckel, en Alemania y en todas partes, es consecuencia de su disponibilidad para dirigirse a las clases populares desde cualquier plataforma que estuviese a su alcance y predicar el darwinismo en voz alta y clara, con un estilo que atraía a las masas. Repitiendo la experiencia de tantos pensadores influyentes, Haeckel consideraba que su gran obra, Generalle Morphologie, era demasiado densa para tener suficiente efecto, de modo que pronto escribió dos versiones divulgativas, Natürliche Schöpfungsgeschichte (1868) y Anthropogenie (1874). Se convirtieron inmediatamente en éxitso de ventas, haciéndole así uno de los científicos más influyentes del momento, y no sólo en Alemania. Los puntos de vista de Haeckel tuvieron una gran influencia mucho más allá de las fronteras de su propio país. Sus libros no sólo vendieron cientos de miles de ejemplares en Alemania, sino que fueron traducidos a veintisiete idiomas.<br /> Si examinamos con atención su forma de exponer, podemos ver por qué era un discípulo tan persuasivo. Haeckel no se contentaba con presentar el darwinismo como una simple explicación científica del origen y desarrollo de las especies. Lo entendía, y de forma muy correcta, como parte de la entera cosmología materialista que se había infiltrado lentamente en el pensamiento occidental a partir del Renacimiento. Esta nueva cosmología necesitaba una religión que se ajustase a ella, así que Haeckel hizo del darwinismo una especie de filosofía religiosa natural, a la cual denominó “monismo”, un término que pretendía contraponerse al “dualismo” entre espíritu y materia. Para Haeckel, la vida y el pensamiento europeo se pervirtieron cuando la humanidad se separó de la naturaleza a través de la creencia en que los seres humanos eran cualitativamente diferentes de otras cosas naturales por tener un alma inmortal. El principal proponente de esta visión “dualista” era el cristianismo (aunque para Haeckel también el platonismo era culpable). Haeckel consideraba que el cristianismo y la ciencia materialista estaban inmersos en una kulturkampf (guerra cultural). Dedicó el monismo, la religión del materialismo científico, a extirpar no sólo este erróneo dualismo, sino más allá de eso a extirpar a su promotor, el cristianismo.<br /> En cuanto antídoto del cristianismo, el monismo era una extraña mezcla de puro materialismo y adoración cuasi-panteísta de la naturaleza. “Alles ist Natur, Natur ist Alles” (“Toda es la naturaleza, la naturaleza lo es todo”). Para Haeckel, “la idea monástica de Dios, que es la única compatible con nuestro actual conocimiento de la naturaleza, reconoce el espíritu divino en todas las cosas”. Mediante esta afirmación pretendía decir que debíamos considerar la “animación” de la materia bruta por la energía y la sleyes que rigen la naturaleza como la nueva deidad, de modo que “podrñiamos, por lo tanto, representar a Dios como la suma de todas las fuerzas naturales, la suma de todas las fuerzas atómicas y d etodas las vibraciones del éter”.<br /> Como devoto panteísta, Haeckel estaba convencido de que el cristianismo habái separado al pueblo alemán de su recta y precristiana adoración de la naturaleza, y de que debía volver a esas raíces precristianas. (¡Llegó a propugnar la adoración del sol!). De este modo dio la voz al infame movimiento Völkisch alemán, posteriormente utilizado con magníficos resultados por Hitler, que aconsejaba a los alemanes volver a sus raíces raciales, a su idiosincrasia (Volk) histórica y natural, para de este modo deshacerse de las perversas influencias de la fe cristiana.<br /> Para Haeckel, el darwinismo era la ciencia que permitía socavar todos los aspectos del dualismo cristiano. En su obra Wonders of life (Las maravillas de la vida), Haeckel se burlaba del Credo de los apóstoles. En contra de la creencia de que “Dios Padre Todopoderoso” es el “Creador del Cielo y de la Tierra”, Haeckel clamaba que la “ciencia moderna de la evolución ha demostrado que nunca existió una tal creación, sino que el universo es eterno y que la ley de la sustancia lo regula todo”. Jesucristo no corría mejor suerte. “El mito de la concepción y el nacimiento de Jesucristo es una simple ficción, y está al mismo nivel que otros cientos de mitos de otras religiones (…) Las curiosas aventuras de Cristo después de su muerte, el descenso a los infiernos, la resurrección y la ascensión, son igualmente mitos fantásticos debidos a las estrechas ideas geocéntricas de un pueblo inculto”. Por supuesto, la Resurrección era igualmente ficticia, porque “la creencia en la inmortalidad del alma se reveló insostenible cuando Darwin hizo trizas el dogma del antropocentrismo”, al demostrar que los seres humanos no son más que un animal más dentro del eternamente cambiante espectro de la evolución. La creencia en que los seres humanos son el pináculo de la creación sobre la tierra era una “inconmensurable presunción por parte del hombre, (que) le ha llevado erróneamente a considerarse imagen de Dios y a clamar por una vida eterna para su efímera personalidad”. Para Haeckel “no tiene sentido alguno hablar hoy en día de la inmortalidad de la persona, cuando sabemos que esa persona, con todas sus cualidades individuales de cuerpo y mente, ha surgido del acto de la fertilización”. Por “la vida psíquica del hombre difiere de la de los mamíferos más próximamente emparentados con él sólo en grado, no en clase”.<br /> El darwinismo era una cura de humildad, porque dejaba claro que no hemos sido creados como el pináculo de la naturaleza por algún ser divino situado más allá de ella, sino que simplemente somos un producto más de la evolución surgida desde la misma naturaleza. En consecuencia, deberíamos rechazar la ilusoria y acientífica creencia según la cual los seres humanos están creados a imagen de Dios para, en cambio, abrazar como propias las leyes de la evolución. La selección natural de Darwin debería convertirse, por tanto, en el fundamento de la sociedad humana y de su moralidad, desplazando así las leyes y códigos morales basados en el cristianismo, que inhiben la lucha natural y la consiguiente supervivencia de los más aptos.</div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-931592261911487154.post-24685306512219967142009-04-30T04:44:00.002-07:002009-04-30T04:45:53.485-07:004.1. La nueva "medicina": aborto, eutanasia e infanticidio<div align="justify">Para Haeckel y los monistas, la creencia supersticiosa del cristianismo en que cada individuo de la especie humana tienen un alma inmaterial provocaba que los débiles quedasen al abrigo de los rigores de la selección natural. Esta absurda caridad “que se practica en nuestros estados civilizados es explicación suficiente del triste hecho de que, ateniéndonos a los datos de la realidad, la debilidad de cuerpo y de carácter aumentan de forma constante entre las naciones civilizadas, y de que de este modo los cuerpos fuertes y sanos, con espíritus libres e independientes, se están haciendo más y más escasos”. “¿Qué utilidad reporta a la humanidad mantener y criar a los miles de cojos, sordomudos, idiotas, etc., que nacen cada año con la carga hereditaria de una enfermedad incurable?”, se preguntaba Haeckel. “No sirve de nada replicar que el cristianismo prohíbe (su destrucción)”. Tal oposición “se debe exclusivamente al sentimiento y al poder de la moralidad convencional: es decir, al prejuicio hereditario que se impone a la juventud desde temprana edad bajo el manto de la religión, por muy irracional y supersticioso que sea su fundamento. La moralidad piadosa de este jaez con frecuencia no es otra cosa que la más profunda inmoralidad”. Conforme a la nueva religión del monismo, basada en la crudeza de los hechos de la naturaleza, “nunca debería permitirse al sentimiento usurpar el lugar que corresponde a la razón en estas cuestiones éticas de tanto calado”.<br />Siendo fiel a su palabra, Haeckel siguió los dictados de su fría razón y llegó a la conclusión de que la sociedad no podía permitirse cargar con los biológicamente no aptos. Le soliviantaba ver cómo “cientos de miles de incurables – lunáticos, leprosos, personas con cáncer, etc. – son mantenidos artificialmente con vida (…) sin que eso suponga el más mínimo bien ni para ellos ni para la sociedad en general”. El problema tenía su raíz no sólo en una beneficencia mal entendida, sino en la errada aplicación de la misma ciencia médica, puesto que “el progreso de la ciencia médica”, aunque a la fecha presente no la haga muy capaz de curar las enfermedades, sí que le permite más que en épocas anteriores prolongar angustiosamente la vida durante años a personas aquejadas de enfermedades crónicas”. La nueva ciencia requería una nueva medicina, acorde con la visión darvinista de la naturaleza, que en lugar de inhibir la selección natural aceleraría la exterminación de los no aptos. El monismo precisaba una medicina que se dedicase no sólo a curar, también a matar.<br />Esta nueva medicina no sólo estaría abierta a matar a otros sino también permitiría acabar con la propia vida. El cristianismo prohibía el suicidio aduciendo que, dado que todos los hombres fueron hechos a la imagen y semejanza de Dios, todo homicidio, incluso el homicidio de uno mismo, debía estar prohibido. Por supuesto, esta prohibición sólo se entendía a la luz de la existencia del alma humana inmortal, cuyo destino último no estaría en este mundo. El monismo rechazaba tanto el alma inmortal como la prohibición del suicidio. Anticipándose así a la estrategia de la Cultura de la Muerte, que describe como actos de compasión los antaño considerados inmorales, Haeckel llamó al suicidio un acto “redentor”. La vida no es un don, sino el resultado de un accidente de pasión. Por lo tanto,<br /><br />“Si (….) las circunstancias de la vida llegan a ser demasiado insoportables para el pobre ser que de esta manera se ha desarrollado, sin culpa alguna por su parte, a partir del óvulo fertilizado; si en lugar de los bienes ansiados sólo llega toda suerte de cuidados y necesidades, enfermedades y miserias, esa persona tiene el derecho incuestionable de poner fin a sus sufrimientos mediante la muerte (…) La muerte voluntaria mediante la cual un hombre pone fin a un sufrimiento intolerable es en realidad un acto de redención (…) Ningún ser dotado de sentimientos que profese un verdadero “amor cristiano hacia su prójimo” podrá negar a su hermano sufriente el descanso eterno y la libertad frente al dolor”.<br /><br />Del mismo modo que al suicidio, el razonamiento se aplicaba al aborto. Haeckel era consciente de que la prohibición del aborto estaba enraizada en el cristianismo, “que fue el primero en extender la protección legal al embrión humano y en castigar el aborto como un pecado mortal”. Pero el materialismo monista en general y el darwinismo en particular habían hecho que tales puntos de vista se hiciesen insostenibles, puesto que los seres humanos no estaban hechos a imagen de Dios, dotados de almas inmortales desde su concepción, sino que eran simplemente el resultado de unos procesos biológicos desarrollados dentro de sus madres que tendrían una autoridad total sobre sus vidas y muertes. Con palabras que suenan exactamente iguales a las de los actuales defensores del aborto, Haeckel argumentaba que “el óvulo es parte del propio cuerpo, sobre el que la madre tiene un derecho absoluto de control, y el embrión que se desarrolla a partir de ella, al igual que el niño recién nacido, no tiene prácticamente conciencia o es una simple “máquina de reflejos”, como cualquier otro vertebrado”.<br />De este modo Haeckel enunciaba un nuevo código ético, un código que proporcionaría a los defensores del aborto un arsenal inacabable de justificaciones y que hoy en día se ha popularizado a través de la justificación del infanticidio que han hecho filósofos tan “avanzados” como Michael Tooley y Peter Singer. Dado que no tenemos alma inmortal, debemos por tanto considerar a los seres humanos simplemente en términos de su desarrollo biológico. Los seres humanos no son personas desde el principio, sino que se hacen personas poco a poco (suponiendo que no tengan deformaciones de cualquier clase). Nos hacemos personas, razonaba Haeckel, sólo en la medida en que tenemos mente, pero dado que la característica moral distintiva, la mente “sólo se desarrolla, lenta y gradualmente, mucho después del nacimiento”, los seres humanos no pueden distinguirse ni de la madre mientras están en su vientre ni de otros animales durante un cierto tiempo después de su salida del vientre materno. Nos convertimos en seres humanos individuales sólo cuando “la conciencia racional” se revela a sí misma “por primera vez (después del primer año) en el momento en que el niño habla de sí mismo, no en tercera persona, sino como “yo”. Por supuesto, si ese desarrollo no tiene lugar, o si tiene lugar demasiado lentamente, no presenta dificultad alguna relegar a tales “criaturas” al destino que merecen los biológicamente no aptos.</div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-931592261911487154.post-65870901403651576782009-04-30T04:44:00.001-07:002009-04-30T04:44:46.913-07:004.2. Racismo evolucionista<div align="justify"> Este mismo razonamiento era aplicable a la concepción de Haeckel sobre las diferentes razas humanas. Al igual que Darwin, Haeckel creía que las diferentes razas eran desarrollos evolutivos, y que en cuanto tales, algunas eran más avanzadas que otras. A diferencia de Darwin, Haeckel creía que el pináculo de la evolución había sido alcanzado en Alemania, no en Inglaterra. Pero el núcleo del razonamiento era el mismo. Dado que los seres humanos, en cuanto producto de una evolución materialista, no comparten un alma racional, las diferentes razas (en cuanto ramas diferentes desarrolladas a partir del árbol de la evolución) manifiestan distintas habilidades intelectuales y morales. De hecho, Haeckel pensaba que las diferencias entre razas eran mucho más pronunciadas que lo que Darwin creía, puesto que “las diferencias morfológicas entre dos especies generalmente reconocidas – por ejemplo, ovejas (…) y cabras – son de mucha menor importancia que las que existen entre un habitante de Papúa y un esquimal, o entre un hotentote y un hombre de la raza teutónica”. De ahí se derivaban consecuencias morales directas, como “las grandes diferencias de mentalidad y civilización entre las razas de hombres de estatura más elevada y las más bajas (…) no se valoran lo suficiente (…) el valor de la vida en sus diferente niveles se valor de forma incorrecta”. Las diferentes gradaciones evolutivas conllevan diferentes valoraciones de la dignidad de los miembros de cada raza. Según Haeckel, las “razas inferiores (tales como los vedas o los negros australianos) están psicológicamente más cerca de los mamíferos (monos y perros) que de los europeos civilizados”; en consecuencia, “debemos (…) asignar un valor totalmente diferente a sus vidas”. Esta reevaluación del valor de las diferentes razas era necesaria precisamente porque la “brecha existente entre la mente racional del hombre civilizado y el alma animal y sin juicio del salvaje es enorme – más grande que la que separa a estos últimos del alma del perro”. Difícilmente podría haberlo dicho con palabras más duras.<br /> Hay que recordar que Haeckel se consideraba miembro de la raza más dotada, porque eran precisamente los alemanes los que se habían separado en mayor medida de “la forma primaria más común que tienen los hombres de rasgos simiescos”. Eran por tanto precisamente los alemanes los que, habiendo ascendido al peldaño más elevado de la escalera evolutiva, estaban “sentando las bases de un nuevo período de desarrollo mental más elevado”. Por eso eran tan importantes la superioridad racial y la pureza alemanas: porque el mestizaje, especialmente con las razas que se encuentran en el extremo inferior del espectro evolutivo, degradaría la “especie” teutónica. Para Haeckel y los monistas, la nación-estado representaba la forma natural de organización unificada de la raza, puesto que (así argumentaban) la nación-estado no es más que el resultado de un apareamiento realizado según criterios raciales. Consiguientemente, la unificación y el aislamiento del pueblo germánico en cuanto la “especie más elevada de la humanidad se convirtieron en un objetivo supremo tanto científica como políticamente, y el bien del individuo quedó subordinado al bien de la raza y determinado por ese estado definido en base a criterios raciales. Solamente a partir de esa unificación y ese aislamiento podrían los rigores de la selección natural purificar y elevar la raza teutónica.</div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-931592261911487154.post-59873179522913759612009-04-30T04:43:00.003-07:002009-04-30T04:43:50.936-07:004.3. Haeckel y el nazismo<div align="justify"> En contra de lo que afirman demasiados historiadores, no hace falta esfuerzo alguno para conectar a Darwin con el monismo darvinista de Haeckel, y a éste con el nazismo de Hitler. Las palabras del mismo Hitler lo dejan bien claro: “La Providencia (es decir, las leyes de la naturaleza) ha dotado a las criaturas vivas de una fecundidad sin límite; pero no ha puesto a su alcance, sin la necesidad de hacer un esfuerzo por su parte, todo el alimento que necesitan. Lo cual es correcto y apropiado, puesto que es la lucha por la supervivencia lo que da lugar a la selección de los más aptos”. La selección natural es el motor de la purificación, y al igual que sucede en las demás especies, esta purificación exige el aislamiento de determinadas razas o linajes. Por esta razón, afirmaba Hitler, “la filosofía völkisch sitúa la importancia de la humanidad en sus elementos raciales básicos”. La finalidad del estado, como dejó dicho claramente en míen Kampf, es:<br /><br /> (…) La preservación de la existencia racial del hombre. De este modo, no cree en modo alguno en la igualdad de las razas, sino que, junto con sus diferencias, (la filosofía völkisch) reconoce el valor mayor o menor de unas y otras, y se siente a sí misma obligada, a partir de este conocimiento, a promover la victoria de los mejores y los más fuertes, y a exigir la subordinación de los inferiores y de los más débiles de acuerdo con la voluntad eterna que domina este universo”.<br /><br /> No puede sorprender en absoluto descubrir que los argumentos eugenésicos de Haeckel son los contrafuertes argumentales del programa eugenésico nazi. Wilhelm Bölsche, discípulo y biógrafo de Haeckel, facilitó al mismo Hitler “acceso directo a las principales ideas del darwinismo social según éste fue desarrollado por Haeckel”, juntamente con su propia exposición divulgativa de los argumentos de este último. Es más, como Robert Lifton ha puesto de manifiesto, “Haeckel era continuamente citado en el Archiv für Rassen und Gesellschaftsbiologie (Archivo de Biología Racial y Social), publicado desde 1904 hasta 1944, que se convirtió en un destacado órgano de difusión de las ideas eugenésicas y de la pseudociencia nazi”.</div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-931592261911487154.post-91777140350835591462009-04-30T04:43:00.001-07:002009-04-30T04:43:23.071-07:004.4. Defensor de la eutanasia<div align="justify"> Si bien la defensa pública de la eutanasia comenzó antes del paso del siglo XIX al XX, fue la revista de la Liga Monista de Haeckel Das Monistische Jahrhundert la que, en 1913, publicó los primeros argumentos en apoyo de la eutanasia. A partir de estos argumentos se forjó el panfleto proeutanasia quizás más influyente que se haya publicado, escrito por Kart Binding y Alfred Hoche, titulado “Permiso para la destrucción de la vida indigna de ser vivida” (1920). El panfleto, por su parte, allanó el camino para la aceptación del programa de eutanasia nazi Aktion T-4, que desde cinco complejos diseminados por Alemania se deshizo de entre 120.000 y 275.000 pacientes de instituciones mentales, personas físicamente inválidas, enfermos incurables y otros “indeseables”.<br /> Repitámoslo: la eutanasia era entendida como un imperativo biológico, inherente a la reinterpretación darwinista de la vida humana. Los monistas, al igual que luego los nazis, creían que Alemania estaba al borde de la total degradación biológica y que por tanto el colapso era inminente. Sólo los más aptos deberían tener permiso para reproducirse. Por lo que hace a los no aptos, Haeckel propugnaba la vuelta a las prácticas de la antigua Esparta, que entendía eran una imitación directa de los rigores de la selección natural. La “destrucción de los niños recién nacidos” que resultasen ser no aptos o inferiores debería considerarse no como un tipo de homicidio, sino como “una práctica beneficiosa, tanto para los niños destruidos como para la comunidad”.<br /> Haeckel murió el 9 de agosto de 1919, habiendo presenciado la humillante derrota de su amada Alemania en la Primera Guerra Mundial, Finis Germanie!!, declaraba por una carta a un amigo. Para Haeckel, la paz a la que se llegó mediante la firma del armisticio únicamente traería consigo la degradación de Alemania y por tanto la degradación del más alto tipo humano. La República de Weimar, según él, únicamente contribuiría a empeorar la situación. Pero las ideas de Haeckel no morirían con él; de hecho, apenas reposarían, puesto que fueron retomadas por Hitler, el cual las convirtió en elemento esencial de su ideología.<br /> Resultaría tentador, tras haber encontrado tantas oscuras conexiones entre Darwin; Haeckel y los nazis, pretender que esas ideas se manifestaron sólo en Alemania. Pero no es así. El evangelio de la eugenesia darvinista fue predicado con fervor por toda Europa y América, y algunas de las sociedades eugenésicas más activas y vociferantes del último cuarto del siglo XIX y la primera mitad del XX se encontraban en Inglaterra y Estados Unidos. No hace falta más que leer las vidas del inglés sir Francis galton y de los americanos Margaret Sanger y Peter Singer para ver cómo la Cultura de la Muerte está presente en unas u otras culturas. </div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-931592261911487154.post-49574479392818360592009-04-30T04:42:00.001-07:002009-04-30T04:42:55.176-07:004.5. Fundador del monismoEn Alemania destaca la figura de Ernst Haeckel (1834-1919), creador del monismo naturalista. Hizo enormemente popular su doctrina a través de su obra Los enigmas del universo (1899), en la que diversoso capítulos se hallan consagrados al tema de la evolución. E. Haeckel, siguiendo a Spinoza, afirmaba que la materia y la energía son dos atributos de una única sustancia: la Naturaleza infinita. Todos los fenómenos naturales se deben a leyes causales y, por ello, el proceso evolutivo, desde los estadios inferiores hasta el pensamiento humano, está sometido a la ley suprema que lo gobierna todo: la ley de la sustancia. El pensamiento humano, siendo material, tendría una conciencia rudimentaria, un alma de la que derivaría la conciencia humana. De esta manera, el ser humano no podría escapar de sus condicionamientos biológicos, e intentarlo – lo que significaba engañar a la selección natural -, conduciría únicamente a la inevitable decadencia de la humanidad.<br />Con frecuencia se han atribuido a Charles Darwin ideas que él promovió, incluso en el caso de que dichas ideas se hubieran originado en las mentes de otras personas. Así sucede con la recapitulación, que parece hundir sus más antiguas raíces entre los griegos de más de medio milenio antes de Cristo (véase Osborn, 1929). Durante el siglo dieciocho se expusieron algunos pensamientos tocantes a la recapitulación, pero el popularizador más famoso de la recapitulación fue el zoólogo y filósofo Ernst Haeckel (1834-1919). Él fue el partidario más destacado, dogmático y activo del evolucionismo darwinista en Alemania, pero su influencia se extendió por todo el mundo. Después de conocer a Darwin en 1866, Haeckel trató de poner no solo la ciencia, sino también la filosofía y la religión bajo un paraguas evolucionista ateo (Jenkins-Jones, 1997).<br />Es interesante observar que desde la década de los 1860+ se ha sabido que Haeckel había falseado sus ilustraciones empleadas para «demostrar» la recapitulación. El tratamiento más extenso de esta cuestión en inglés es el libro de Assmuth y Hull, publicado en 1915. Estos autores hacen referencia a una enorme cantidad de material que revela que los miembros de la comunidad científica habían reconocido que en su defensa de sus puntos de vista, Haeckel perpetró fraudes y falsedades de manera constante y con todo descaro. Hay denuncias claras que se remontan a 1908, a 1875, y al menos a fecha tan temprana como 1868. Muchos científicos se unieron en condenar «los métodos de Haeckel, en los ejemplos que habían quedado denunciados ... por ochenta y tres personas [un grupo de 46 y otro de 37] de buena posición en diversas ramas de la ciencia y del mundo académico, además de otros que publicaron sus condenas a título individual» (Assmuth y Hull, p. 23). Véase también Rusch, 1969. Las muchas docenas de los fraudes y falsificaciones de Haeckel tenían que ver con la embriología y con otros campos científicos.<br />Tanto en los tiempos de Haeckel como en la actualidad los científicos han admitido que los investigadores han de tener libertad para erigir sus hipótesis y teorías sobre la base de la evidencia empírica. Pero han reconocido de manera uniforme la impropiedad de apoyar estos conceptos mediante datos imaginarios no identificados o mediante falseamientos de los datos obtenidos o presentados ante otros. Como ejemplo de las fechorías de Haeckel, véanse las Láminas I y II (Figuras 1 y 2) procedentes de Assmuth y Hull [con los textos traducidos al castellano —N. del T.].<br />Las actividades de Haeckel (aparte de posiblemente su investigación científica efectiva en zoología sistemática) parecen haber estado tan estrechamente unidas a su filosofía que parece imposible separar sus acciones de sus actitudes. Por ejemplo, cuando alguien presentaba objeciones a las pretensiones embriológicas de Haeckel y de sus seguidores, estos decían:<br /><br />«Esta cuestión pertenece a la embriología, y por ello vosotros, que no sois embriólogos, sois incompetentes para formaros un juicio en este tema.» Incluso si su oponente resultaba ser un embriólogo, le desacreditaban si encontraban que mantenía el más mínimo vestigio de creencia en Dios, en el libre albedrío o en el alma humana. Inmediatamente lo tildaban de teólogo, de oscurantista clerical, cuyas supersticiones dualistas le privaban del libre uso de su razón. Las páginas de Haeckel están salpicadas de esta táctica de «sentencias ex-cátedra»... (Assmuth y Hull, p. 54).<br /><br />Un crítico explícito de Haeckel era J. Reinke, Profesor de Botánica en la Universidad de Kiel. En un opúsculo titulado «Lo último sobre el Haeckelismo» (Heilbronn 1908) Reinke llena siete páginas con columnas paralelas, con una que contiene «lo que dice Haeckel», y la otra, «la verdad». Da veinticuatro ejemplos de falsamientos perpetrados por Haeckel, y añade: «Estos son ejemplos tomados al azar. Sería posible multiplicarlos por muchas veces» (Assmuth y Hull, p. 31).<br />Pero parece que Haeckel, el divulgador, no se refrenó debido a estas denuncias, y mantuvo sus maniobras engañosas en sus años posteriores, intentando justificarse a veces afirmando que estaba siguiendo procedimientos normales en biología. Como resultado, incontables científicos y estudiantes de ciencia, incluyendo muchos autores, han sido llevados a engaño, bajo una influencia que ha ido manifestándose hasta el final del siglo veinte. Incluso a pesar de que en la actualidad muchos científicos tienden a creer que la eliminación de la «ley biogenética» fue un fenómeno que tuvo lugar entre mediados y finales del siglo veinte, incluso en 1915 ya se podía mantener la siguiente declaración, totalmente explícita:<br /><br />Difícilmente se puede encontrar en la actualidad a ningún científico destacado que acepte esta ley tal como se expone. La razón de ello, totalmente convincente, es que la investigación reciente ha demostrado con claridad que las excepciones a esta ley son mucho más frecuentes que sus materializaciones. La mayor parte de las etapas por las que pasan los embriones individuales de diferentes animales no se corresponden en su mayor parte con las gradaciones que, según la teoría de la evolución, constituyen la historia del desarrollo de la vida (Assmuth y Hull, p. 98).<br /><br />Probablemente, Haeckel era conocedor de estas dificultades, porque distinguió los cambios embrionarios que conducían al progreso evolutivo («palingénesis») de otras desviaciones («cenogénesis»). Pero los llamados cambios cenogenéticos son tan numerosos que no sustentan la «ley», sino que la refutan.<br />Algunos profesores siguen presentando la «ley biogenética» en apoyo de la macroevolución, aunque ha estado moribunda durante décadas a la luz de las enseñanzas de muchos científicos pioneros incluyendo el difunto biólogo canadiense, W. R. Thompson, que en 1956 escribió una «Introducción» para una reedición de El origen de las especies de Darwin, en la que observaba:<br /><br />Cuando la «convergencia» de los embriones no resultó totalmente satisfactoria, Haeckel alteró las ilustraciones de las mismas para que concordasen con su teoría. Las alteraciones eran ligeras pero significativas. La «ley biogenética» como prueba de evolución carece de todo valor (pp. xv–xvi).<br /><br />Durante los últimos años, las ilustraciones de Haeckel han vuelto a estar en las noticias debido a que algunos libros de texto en favor de la evolución han estado todavía publicando el material fraudulento de Haeckel (véase Richardson, et al., 1998).Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-931592261911487154.post-11732833955876219782009-04-30T04:41:00.002-07:002009-04-30T04:42:22.209-07:004.6. Sir Gavin de Beer<div align="justify">Sir Gavin de Beer (1899–1972) fue un célebre zoólogo y evolucionista británico, influyente en el campo de la embriología. Fue director de la división de Historia Natural del Museo Británico en 1950–1960. En 1930 publicó un libro, Embryology and Evolution, en el que rechazó el concepto de la recapitulación embriológica. Publicó versiones ampliadas de sus puntos de vista anti-haeckelianos en Embryos and Ancestors, con copyright en 1940, 1951 y 1958. Sir Gavin de Beer, 1958, se refirió a la teoría de Haeckel como caduca y como «una camisa de fuerza mental que ha tenido lamentables efectos sobre el progreso de la biología» (p. 172), y concluía en que «la evolución no explica la embriología» (p. 173). Por ejemplo, durante la filogenia los dientes llegaron antes que las lenguas, pero en los embriones de los mamíferos las lenguas se desarrollan antes que los dientes (p. 7). En el caso de los embriones de los pollos, el corazón funciona ya en una etapa muy temprana del desarrollo, pero en la rana (que se supone que está más cerca de la línea ancestral) el corazón aparece en una etapa mucho más posterior del desarrollo. De forma específica, la desemejanza se relaciona con la necesidad que tiene el pollo en su desarrollo de recibir yema; mientras que el huevo de la rana tiene mucho menos cantidad de yema. Por ello, las diferencias se deben a condiciones estructurales y funcionales de ambos animales, no a su presunta relación evolutiva.<br />A menudo se precisa de un considerable período de tiempo antes que se modifiquen posturas establecidas en la ciencia debido a nuevas evidencias. Esto queda ilustrado por Perry, 1952, que parece haber comprendido que la ley biogenética había quedado refutada, pero que cuando escribió su texto de zoología general parece haber sido bastante remiso en sus menciones acerca de la recapitulación.<br />Se han descubierto diversos hechos que contradicen la teoría de la recapitulación, o que al menos son difíciles de interpretar bajo la misma. En la actualidad, muchos biólogos respetados cuestionan la significancia del aparente acuerdo de algunos de los hechos con la teoría (p. 519).<br />Sir Gavin de Beer empleó muchos ejemplos para exponer cómo los órganos llamados homólogos (estructuralmente semejantes) podían proceder de estructuras embrionarias muy diferentes entre diversos embriones. Asimismo, desveló que comúnmente las estructuras homólogas no van determinadas por genes idénticos (véase de Beer, 1971). Una reciente evaluación de esta cuestión por Wells y Nelson, 1997, resalta esto:<br />Investigaciones posteriores han confirmado de forma abrumadora la corrección de la observación de de Beer. La homología, tanto si se define morfológicamente como filogenético-mente, no puede atribuirse a vías de desarrollo semejantes, como tampoco puede atribuirse a genes semejantes (p. 17).<br />Figura 2. Los dibujos fraudulentos de Haeckel's (II) representan falsamente la placa original de Huxley (I). Haeckel dibujó los esqueletos para que se pareciesen más, con lo que se sugería una secuencia evolutiva en lugar de un grupo heterogéneo, tal como Huxley los había dibujado de forma más realista (Assmuth y Hull, 1915).<br /> En otras palabras, órganos similares en los cuerpos de diferentes organismos no resultan de secuencias similares de nucleótidos en el ADN de los genes. Recientes investigaciones parecen estar llevando a alguna mejor comprensión de una solución de este rompecabezas.</div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-931592261911487154.post-18007994725127435482009-04-30T04:41:00.001-07:002009-04-30T04:41:43.321-07:004.7. Genes hométicos<div align="justify">Durante unas dos décadas ha ido creciendo el conocimiento acerca de los genes homeóticos, pequeñas secuencias de nucleótidos que se comportan de manera parecida a activadores maestros para el control del desarrollo de diversas partes del organismo. Los genes homeóticos tienen unos papeles críticos en la producción de brazos, patas, ojos y otras partes del cuerpo en animales en desarrollo de muchas clases. Característicamente, en cada gene homeótico hay una secuencia determinada de alrededor de 180 pares de bases de ADN muy semejantes en secuencia en los correspondientes genes homeóticos de otros animales, tanto si se trata del ratón como del hombre, de la mosca de la fruta o del Anfioxus. Por ejemplo, en una mosca un tipo determinado de gene afectará a la antena, y en un ratón un gene muy similar afecta a la parte posterior del cerebro. Otro gene homeótico parece ser un controlador maestro del desarrollo de los ojos, incluyendo los ojos compuestos de los insectos y de los órganos visuales muy diferentes de los pulpos e incluso de los humanos (véase Wells, 1998).<br />Cada gen homeótico produce pequeñas moléculas de proteínas que sirven para activar la transcripción de otros genes al unirse a sus loci promotores. Como resultado se da una cascada de acontecimientos químicos que lleva en su momento a la formación de una estructura del cuerpo como un ojo o una pata.<br />En los últimos años se ha llegado a saber, para gran desconcierto de los investigadores, que los genes y sus mutaciones no van vinculados a componentes estructurales del cuerpo. Por ejemplo, una espectacular ilustración de esta discrepancia ha resultado de experimentos de hibridación del ADN que indica una similitud estimada en el ADN del 98 al 99 por ciento en los chimpancés y en los humanos, mientras que las personas, en lo morfológico y fisiológico, darían más bien un valor de un 70 al 80 por ciento respecto a los simios. EL ADN está situado en los 48 cromosomas de los chimpancés y en los 46 cromosomas de los humanos. Por ello, además de las secuencias básicas de los nucleótidos en el ADN debe haber otros factores que tienen una significativa influencia sobre el desarrollo. Estos factores podrían incluir efectos relacionados con las diferentes disposiciones del ADN en los cromosomas de los chimpancés y de los humanos (véase Hopkin, 1999).</div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-931592261911487154.post-70348771501590058942009-04-30T04:40:00.002-07:002009-04-30T04:41:14.514-07:004.8. Perro que ladra, perro que muerde<div align="justify">Como era habitual entre los naturalistas del siglo XIX, Ernst Haeckel (1834-1919) fue un gran dibujante. Cuando estuvo en Italia pensó en dedicarse a la pintura; al parecer, los italianos lo desalentaron porque luego los calificó de “raza degenerada”. En cambio, encontró un gran admirador en un acuarelista llamado Adolf Hitler, al que no llegó a ver en el poder.<br />Médico de formación, se dedicó a la zoología y fue profesor en la universidad de Jena. Cuando leyó El origen de las especies de Darwin experimentó una revelación casi mística y se consagró a la misión de divulgar el darwinismo en Alemania. Si a Thomas Huxley lo llamaban “el bulldog de Darwin”, Haeckel se propuso ser el doberman. Se entrevistó algunas veces con Darwin y mantuvo correspondencia con él, ganándose apenas alguna mención elogiosa en El origen del hombre.<br />Más allá de la biología, Haeckel fue un polígrafo que escribió sobre antropología, psicología, ética, política y cosmología. Su doctrina “pan-psíquica”, que le atribuía un alma hasta a los cristales, influyó en la formación del “inconsciente colectivo” de C. G. Jung. Es casi seguro que Nietzsche lo había leído y se diría que le debía mucho. Rudolf Steiner, que se apartó de la Teosofía porque no aceptaba un mesías “de color” como Krisnamurti, se consideraba un discípulo suyo.<br />Cuando ya se había consagrado en la biología marina, Haeckel se ganó un gran público con la Historia natural de la Creación (1868). Su obra Los Enigmas del Universo (1899), que se lanzó con una tirada de cien mil ejemplares, tuvo una docena de reediciones y fue traducida a 25 idiomas; allí profetizaba que la ciencia del siglo XX ya no tendría problemas que resolver...</div>Unknownnoreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-931592261911487154.post-62330755599388895632009-04-30T04:40:00.001-07:002009-04-30T04:40:38.856-07:004.9. La ley de "embriogenética"Mucho después de mi descubrimiento infantil, volví a encontrarme con Haeckel en los libros de texto. Allí se le atribuía una ley evolutiva: “La embriogenia recapitula la filogenia”. En palabras sencillas, esto significaba que en el desarrollo embrionario se reproducen todas las etapas de la evolución. En una etapa, el embrión humano tiene agallas (como un pez) y más adelante ostenta una cola, como si fuese un mono.<br />La idea no deja de ser correcta en líneas generales, si no fuera porque Haeckel (atado al paradigma de su tiempo) pensaba a la evolución como un proceso lineal. Los embriones humanos no tienen agallas, pero presentan estructuras que en el pez se desarrollarán como tales. Lo mismo ocurre con la diferenciación sexual; el pene y el clítoris tienen el mismo origen embrionario. Lanzado a buscar pruebas para su hipótesis, Haeckel no encontró nada mejor que fabricarlas.<br />En 1874, el profesor Wilhelm His de Leipzig denunció que, entre otras cosas, Haeckel había retocado uno de sus dibujos para que un embrión humano se pareciese a un renacuajo, y también había metido mano en una ilustración de Bischoff. En un despliegue de “creatividad”, Haeckel agregaba colas, sacaba y ponía vértebras, le ponía cabeza humana a un embrión de mono y repetía la imagen de un embrión de un perro para presentarlo como pollo o tortuga.Unknownnoreply@blogger.com0