2.3. Darwinismo social y eugenesia

Spencer ya era evolucionista antes de que Darwin publicase “El origen de las especies” y a él se debe la célebre frase de la “supervivencia del más apto”, que Darwin hizo suya como sinónimo de la selección natural. Sus ideas evolucionistas no se referían únicamente a la naturaleza sino que también las hacías extensibles a la sociedad y creía que ésta última progresaba gracias a la acción de las fuerzas evolutivas. Defendía, en este sentido, que cualquier intervención estatal era contraproducente pues impedía que las leyes evolutivas se desplegasen para hacer efectivo el desarrollo social. Como consecuencia, la lógica del laissez-faire capitalista fue defendidad por Spencer hasta sus ñultimas consecuencias y, como medio siglo antes hiciese Malthus, se opuso a la ayuda estatal a los pobres porque “evitar la miseria actual supondría una miseria mayor para las generaciones futuras”.
En su obra Estática social Spencer defendió que la evolución era una ley de la naturaleza y de la sociedad y que gracias a la misma los individuos tienden a adaptarse a sus condiciones de vida y, por consiguiente, a desarrolarse y progresar. El progreso era una derivación inevitable de la evolución o, como diría Bury en su historia de la idea de progreso, para Spencer “el progreso no es un accidente sino una necesidad”.
Darwin admiraba a Spencer y comentó en términos elogiosos sus escritos, aunque consideraba que era excesivamente especulativo. En carta remitida a Hooker en diciembre de 1866 dirá: “ me asaltan sentimientos mezquinos cuando lo leo: podría soportarlo, y hasta alegrarme de que fuese dos veces más listo e inteligente que yo, pero cuando me doy cuenta de que es una docena de veces superior a mí, hasta en el arte maestro de la finta, me siento anonadado. Si se hubiese entrenado en observar más, incluso a expensas, por la ley de las compensaciones, de alguna menos capacidad de pensar, habría resultado un hombre maravilloso”.
A pesar de todo esto, Spencer no era propiamente un darvinista. Defendía la herencia de las caracteres adquiridos, popularizada por Lamarck, como principal mecanismo evolutivo. Cierto es que Darwin también aceptaba este mecanismo, y tendió a concederle una importancia creciente hacia el final de su vida, pero en cualquier caso era un mecanismo secundario, subordinado a la acción principal de la selección natural.
El propio concepto de supervivencia del más apto, que Darwin tomó de Spencer, fue empleado de forma bastante distinta por los dos pensadores. Para Darwin, la lucha por la existencia llevaba a la desaparición de las variantes peor adaptadas a sus entornos locales y a la selección de las variantes favorables que, de este modo, se propagarían entre los descendientes. Para Spencer, por el contrario, la lucha por la existencia no llevaba aparejada la desaparición de los menos aptos sino que comportaba su transformación progresiva. Spencer creía que los individuos se irían transformando y adaptando mediante la competencia y el esfuerzo, y que esta transformación se transmitía a los descendientes. Era un lamarckiano convencido que pensaba que el mecanismo de la herencia de los caracteres adquiridos comportaba un progreso inevitable. Tenía, en consecuencia, una visión optimista de la evolución social. Su doctrina en vez de darvinismo social debiera llamarse con más propiedad lamarckismo social. En realidad era un híbrido de lamarckismo y darvinismo en el que la evolución social tenía lugar a través de un proceso de lucha por la existencia que transformaba a los individuos haciendo que adquirieran nuevos caracteres que después eran transmitidos a sus descendientes.
Defendió la herencia de los caracteres adquiridos durante toda su vida y cuando a comienzos de la década de 1890 darvisnistas como Weismann se opusieron abiertamente a la misma, él se alejó del darvinismo para mantenerse fiel a sus postulados lamarckianos.
Así como Spnecer era una verdadero apóstol del progreso, no se puede decir lo mismo de Darwin. Es verdad que como miembro de la sociedad victoriana compartía muchos de los valores de la misma, entre ellos la creencia de los pensadores liberales en el progreso social. Sin embargo, no consideraba que éste ocurriese como un proceso inevitable. Comentará que “el cielo me ha preservado del sinsentido de Lamarck de “una tendencia al progreso” “adaptación desde el lento deseo de los aniamles””. Según Boweler, “si Darwin era un progresista, era uno muy singular entre los normales de la época victoriana. Donde muchos otros reconocían la evolución como una fuerza necesariamente progresiva, él mantuvo que a lo sumo el progreso solamente seguiría un curso completamente estadístico”.

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