2.4. Fundador de la sociología

Desde la primera edición del Origen de las Especies, Herbert Spencer se convierte en ferviente defensor del darwinismo y de la posibilidad de su aplicación a la sociedad. Spencer, junto a A. Comte, es fundador de la Sociologia como ciencia, a la que impregna de una visión orgánica y evolutiva. Distingue entre las sociedades como superórganos y los individuos que la componen, y opina que la selección y evolución de éstos incide en el progreso de aquéllas. Eso lo condujo a rechazar cualquier mecanismo que se opusiera a los mecanismos naturales de lucha por la existencia supervivencia del más fuerte:

"La defensa por parte de Spencer del individualismo y del laissez faire lo llevó a propugnar la filosofía del darwinismo social. Sostenía que la rápida eliminación de los individuos ineptos de la sociedad mediante la selección natural beneficiaria biológicamente a la raza y que el Estado no debía hacer nada por aliviar la situación de los pobres, a los que consideraba como los menos aptos. Spencer mantenía también que la máquina económica marcha mejor si se deja a cada individuo que corra en pos de sus propios intereses y que, por tanto, el Estado no debe intervenir en la economía excepto para obligar a cumplir los contratos y para velar por que nadie invada los derechos de los demás. Creia que en la competencia resultante sobrevivirían las instituciones económicas y las empresas de negocIos más aptas." (E.I.CC.SS., art. Spencer, Herbert).

Estas ideas fueron desarrolladas por sus seguidores de la escuela del darwinismo social si bien no todos los darwinistas sociales presentan las mismas connotaciones ideológicas:

Entre el espectro de opiniones que circularon bajo el nombre de darwinismo social estaban incluidas casi todo tipo de creencias. En Alemania estaban representadas principalmente por demócratas y socialistas; en Inglaterra, por conservadores. Se utilizaron por los nacionalistas como un argumento a favor de un estado fuerte y por los partidarios del laissez-faire como un argumento a favor de un estado débil. Fue condenado por algunos como una doctrina aristocrática diseñada para glorificar el poder y la grandeza otros, como Nietzsche, como una doctrina de las clases medias apelando a la mediocridad y a la sumisión. Algunos socialistas vieran en ella la validación científica de su doctrina; otros la negación de sus esperanzas morales y espirituales. Los militaristas basaron en ella la justificación de la guerra y la conquista, mientras los pacifistas vieron el poder de la fuerza física transmutarse en el poder de la persuasión moral y espiritual. (Himmelfarb 1.959).

En cualquier caso, las propuestas de los darwinistas sociales agriaron de tal modo la discusión que a partir de entonces se abandonó todo intento serio de introducir conceptos biológicos en el análisis económico y social.

Las interpretaciones pseudo-biológicas de historiadores racistas en los años 1.921-40 fueron doblemente desafortunadas. NO sólo alimentaron estúpidos prejuicios racistas y favorecieron políticas macabras; debido a su base anticientífica a sus criminales consecuencias, proyectaron también una sombra siniestra sobre el estudio del componente biológico en la historia de la civilización humana. Ignoramos por completo la interacción del desarrollo cultural y del biológico y, por desgracia, pocos investigadores se atreven a aventurarse en este campo esencial por temor a verse acusados de racismo, nazismo o cualquiera otra clase de desagradable disposición mental. (C.M.Cipolla 1.970 p. 24).

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