7.4. Sociobiología: la discriminación genética de los seres humanos

La sociobiología coincide con el utilitarismo en tener al especieismo por su principal enemigo.
La sociobiología se apoya en una interpretación determinista de la genética, según la cual el ser humano se reduce a genoma. De acuerdo con ello, es fácil establecer a su vez la reducción del ser humano a simple especie animal, basándose en la amplia coincidencia del genoma en el ser humano y en algunos animales. Nuestras diferencias genéticas con los chimpancés serían menores que las que éstos tienen con los gorilas: los chimpancés tienen 48 cromosomas, y los humanos sólo 46. A su vez, la posibilidad de hibridismo entre las especies , a través de la ingeniería genética, vendría a ser una prueba contundente contra el especieismo según la sociobiología . Significativamente, el ecologismo se opone a este hibridismo entre las especies, por considerarlo contra natura.
Hay, por tanto, dos interpretaciones contrapuestas de la genética como elemento fundamental para el conocimiento del hombre.
La versión determinista es la asumida por la sociobiología ; reduce el ser humano a una especie animal más y conduce a la aceptación generalizada de la ingeniería genética: "La sociobiología se erigió como "adelantado teórico" que mostraba las virtudes futuras, de cara a la solución de problemas comportamentales humanos que podría tener el desarrollo de la ingeniería genética misma". La otra interpretación, probablemente mayoritaria dentro de los genetistas, de caracter no determinista, sino humanista, contempla la genética como parte del todo humano, en el que entran también el ambiente natural y social. Estas dos visiones han tenido su plasmación en el ámbito jurídico, a través de la Directiva europea sobre invenciones biotecnológicas , de 8 de julio del 98 , y a través de la Declaración de N.U. sobre los derechos del genoma de 15 de julio del 97 , normativas que se encuentran en una fuerte oposición.
La visión reduccionista puede encontrar cierto apoyo en Darwin, quien no admitía una distinción cualitativa sino sólo de grado, entre el ser humano y el animal, en cuanto veía a aquel sólo como homo faber, y a su vez minusvaloraba la unidad humana en cuanto contemplaba con cierto desprecio a los nativos y no los consideraba congéneres suyos; así, calificó de abyectos y miserables a los Onas de la Patagonia chilena. Sin embargo, el verdadero reduccionismo genetista, el eugenismo, comienza con el primo y continuador de Darwin, Francis Galton (1822-l911), creador de la eugenesia y del darwinismo social. Devalúa la influencia del medio y destaca la importancia de la herencia como factor central de la inteligencia y del comportamiento humano, subrayando cómo los miembros de apellidos ilustres son siempre gente muy destacada y capaz.. Galton propone el entrecruzamiento de los individuos superiores y la exigencia de certificado de salud para contraer matrimonio. Con posterioridad a Galton, Pearson y Davenport, en los primeros años del s.XX, buscaron las causas genéticas de la violencia y del pauperismo, oponiéndose al cruce de razas, considerado peligroso y desarrollando toda una serie de prejuicios favorables al hombre blanco. Continúan la línea abierta el pasado siglo por autores como Lombroso y Garófalo, con su tesis sobre el "criminal nato". La eugenesia, desde Galton, desprecia las circunstancias ambientales y sociales considerando que la herencia lo es todo y el medio nada. La genética así interpretada dio origen a medidas en contra de las minorías.
La sociobiología puede considerarse como continuidad del reduccionismo genetista: reduce la cultura a genética. La sociobiología como genetismo radical rompe, aún más radicalmente que el dualismo y el utilitarismo, la unidad de las especie humana, al distinguir entre bien nacidos, con su correcto genoma, y no bien nacidos, que pueden ser manipulados o eliminados. Estos están llamados a desaparecer según las leyes de la evolución. Lo central es la supervivencia de los genes más complejos, sofisticados y fuertes. Así, Dawkins considera al ser humano como una máquina para la supervivencia, como un robot preparado para la conservación de esas moléculas egoístas llamadas genes". La genética interpretada en sentido determinista, como hace la sociobiología, conduce al reduccionismo inhumanista, en el que el sujeto deja de ser el hombre y es sustituido por el gen. E.O. Wilson, por su parte, en sus distintas obras, considera que el ser humano, incluido su cerebro, está determinado enteramente por la genética, hasta el punto que el mismo tabú del incesto responde sólo a un imperativo genético: el hecho de que el apareamiento entre consanguíneos produce pérdida de capacidad genética.
La genética cambia de signo a partir de los años 30 y cobra verdadero rango científico; deja de tener características racistas y pasa a ocuparse de la prevención y la terapia. Pero el eugenismo ha seguido prosperando gracias a la procreación artificial, con el diagnóstico preimplantatario y la selección de donantes de gametos, razón por la que algunos autores como Testart han hablado de "una nueva eugenesia", que tiene su centro en el embrión. Tendría dos fases: una de eugenesia negativa, en la que se descartaría a los embriones que presenten algun tipo de deficiencia, y una segunda , positiva, en la que se buscaría mejorar la calidad de los niños.
La interpretación no reduccionista de la genética ha tenido su plasmación legislativa en la excelente Declaración sobre el genoma de 15 de julio de 97 y que constituye una completa respuesta a las principales cuestiones presentadas por la investigación genómica.
Los avances en genética van a permitir anticipar el futuro en lo que se refiere al diagnóstico, pero no necesariamente a la terapia de las enfermedades, lo que aumentará la sensación de riesgo y peligro, que sólo podrá ser compensada con una mayor humanidad en la relación con el enfermo. Ello obliga a orientar la investigación hacia la protección de los más desvalidos, tratando de recuperar a los niños con deficiencias genéticas, en la línea abierta por el gran genetista francés Jérôme Lejeune reconociendo la primacía del cuidado amoroso por los más débiles y enfermos. Así, la Declaración sobre el genoma humano en su artº 17 establece: "Los Estados deberán respetar y promover la práctica de la solidaridad para con los individuos, familias o poblaciones expuestos a riesgos particulares de enfermedad o discapacidad genética. Deberían fomentar las investigaciones encaminadas a identificar, prevenir y tratar las enfermedades genéticas, sobre todo las enfermedades raras y las enfermedades endémicas que afectan a una parte considerable de la población mundial".
Desde la teoría sintética de la evolución se ha criticado a la sociobiología, considerando que se inspira en los planteamientos del socialdarwinismo , y que puede conducir a la segregación de la especie humana por la distinción entre genes buenos y malos, y con ello al racismo.. De modo semejante Dobzansky afirma que "somos más el resultado de la educación que de la herencia genética". Mientras que la sociobiología tiende a subrayar las diferencias en la especie humana al valorar sólo la evolución biológica, la evolución cultural subraya la unidad de la especie humana, y la irrelevancia de las diferencias genéticas.
Por ello el Artº 1º de la Declaración del Genoma destaca la unidad del género humano oponiéndose a todo tipo de discriminación racista, basada en la pretendida existencia de genes buenos y malos. "El genoma es la base de la unidad fundamental de todos los miembros de la familia humana y del reconocimiento de su dignidad y diversidad intrínseca. En sentido simbólico, el genoma humano es el patrimonio de la Humanidad"
El hombre no sólo es herencia, sino relación e interdependencia con el entorno biológico y social. Esto es lo que han defendido en la Modernidad el ecologismo, el marxismo o el raciovitalismo. La reducción de la humanidad a la genética puede ser por tanto también fuente de discriminaciones, por el olvido de la importancia del ambiente natural y social, en la medida en que en vez de luchar contra la contaminación, se deja sin empleo al propenso genéticamente al cáncer.
Interpretar la genética en sentido no determinista debe ir unido a luchar por la transformación de las condiciones insalubres y peligrosas. Por ello, los Artículos 2º y 3º critican la reducción determinista del ser humano a genética, señalando que existen otras dimensiones de la realidad humana, como las condiciones de vida (estilo e higiene de vida) y entorno, que deben ser atendidas a la hora de luchar contra las enfermedades. El artº 2 b establece: "la dignidad humana impone que no se reduzca a los individuos a sus características genéticas y que se respete su carácter único y su diversidad", y el art º 3 afirma que "el genoma humano, evolutivo por naturaleza, está sometido a mutaciones. El genoma entraña posibilidades que se expresan de distintos modos en función del entorno natural y social de cada persona, que comprende su estado de salud individual, sus condiciones de vida, su alimentación y su educación".
Pero para luchar contra las discriminaciones no basta con luchar contra el reduccionismo genetista; es igualmente esencial la protección de la privacidad en materia genética. Por ello se insiste en el artº 7º de la declaración sobre el genoma en la necesaria protección de la intimidad del diagnóstico génico. Aquí se ve cómo los derechos de la primera generación (defensa de la intimidad frente a intromisiones del Estado) son inseparables de los derechos de la segunda (promoción social y económica). Si alguien conoce de antemano nuestras propensiones genéticas para contraer enfermedades, puede no admitirnos en su empresa o no asegurarnos, salvo con una prima costosísima.

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