6. Darwinismo social y capitalismo

“...Ningún hombre racional, consciente de los hechos, cree que el Negro promedio es igual, y mucho menos superior al hombre blanco promedio” Thomas H. Huxley (citado por Farb, 1978, p. 282).

Según Marvin Harris existen unas tendencias ideológicas subyacentes que condicionan el desarrollo de lo que él considera la síntesis darwinista: la insatisfacción de los científicos con la versión bíblica de la creación, la presión cada vez mayor para que se volviera a la doctrina del progreso humano y la intensificación de la arrogancia racista, de la cual era un ejemplo la biologización de la teoría sociocultural, tendencias que considera presentes ya en la obra de James Cowles Prichard. La teoría darwinista había conseguido finalmente conciliar, según Thomas Huxley, todo lo bueno de las teorías monogenistas y poligenistas. Finalmente, llegó a aceptarse que todos los grupos humanos contemporáneos pertenecían a la misma especie, pero continuó existiendo hasta el siglo XX el debate con la línea que enlaza a los poligenistas anteriores a Darwin con James Hunt y algunos autores del siglo XX (Ernest Hooton y Carlton Coon), insistiendo en una filogenia separada e intentando mantener una genealogía específica de los caucasoides.
Por tanto, las teorías evolutivas de Darwin y Spencer marcan un giro importante en el debate científico a partir de la segunda mitad del siglo XIX, que coincide tambien con un cambio en las motivaciones sociales. Por un lado, según Harris, el racismo continua siendo útil no sólo para el mantenimiento de la esclavitud, sino tambien para las luchas de clases y las guerras nacionales, pero aparece una ideología paralela, específica del empresariado industrial: la doctrina del laissez-faire, que, en un contexto capitalista, justifica la competencia, el trabajo asalariado, los beneficios y la acumulación de capital. Spencer y Darwin habrían sido capaces de conectar la guerra, la raciación y la competencia en el mercado encontrando un componente común: la lucha por la vida operando en todas las esferas de la vida, en una única ley de la evolución, "para completar así la biologización de la historia sin abandonar el sueño de la Ilustración del progreso universal".
Desde un punto de vista económico, el darwinismo proporcionaba un fundamento a la doctrina económica fundada por Adam Smith. La teoría de la selección natural y la lucha por la existencia, se hallaba en consonancia con el principio de libre mercado y la competencia abierta del liberalismo ecnómico imperante. El sociólogo y economista político norteamericano William Graham Sumner (1840-1910) abogó por una política económica de liberalismo extremo. Concibió la sociedad como el producto de una lucha social en la que cada hombre, en la persecución de su propio bien, sólo podía lograrlo a expensas de los demás. Lo que importaba era el enriquecimiento indefinido de los individuos. Los más aptos en esta lucha social serían los despiadados, los imaginativos, etc. Los vagos, faltos de voluntad y extravagantes serían perdedores, no adapatados a las realidades de su mundo, y, así, legítimamente sometidos a la eliminación por selección social.

“La lucha por la existencia debe llevarse a cabo bajo condiciones de vida y en conexión con la lucha por la vida (competition of life). (…) En la lucha por la vida, las partes son los hombres y otros organismos. Los hombres luchan unos con otros o con la flora y fauna, con la cual están asociados. La lucha por la vida es el desplazamiento mutuo, rival y antagónico, en el cual el individuo está envuelto con otros organismos por su esfuerzo para continuar en la lucha por su propia existencia. De este modo, la lucha por la vida se constituye como elemento social, el cual produce la organización social” W. G. Sumner. Folkways. A study of the sociological importante of usages, manners, customs mores, and morals.

“Masas de hombres que están en igualdad sustancial unos con otros, nunca pueden ser otra cosa que salvajes sin esperanza. (…) Pero ¿de donde proceden (entonces) las instituciones? Las masas nunca las han constituido. Se han creado al margen de las costumbres, a través de la selección de los líderes y de las clases que toman el control del poder colectivo de la sociedad y la dirigen hacia actividades que servirán (según sus opiniones) a los intereses que consideran como los más importantes” W. G. Sumner

John D. Rockefeller Sr
La insistencia de Herbert Spencer en la libertad del individuo para competir sin restricciones impuestas por el estado, halló resonancia en los industriales llamados "barones ladrones" de Estados Unidos, famosos durante el siglo pasado por su falta de escrúpulos en la competencia mercantil.La frase "supervivencia de los más aptos" de Spencer fue utilizada por magnates como Andrew Carnegie, John D. Rockefeller y otros, para justificar sus excesos.Según su ideario, la competencia y la lucha por la existencia, se hallaban acordes con la primera proposición del darwinismo. Así, se opuso frontalmente a cualquier medida del gobierno que, en su opinión, pudiera interferir en la economía natural del comercio. Por ello, abogó a favor de la libertad sin límites y la desigualdad social, ya que eran garantía del progreso de los mejores y más dotados miembros de la sociedad.

"Las diferencias de clase resultan simplemente de los distintos grados de éxito con que los hombres aprovechan las oportunidades que se les ofrecen. En vez de esforzarse por redistribuir las adquisiciones hechas entre las clases existentes, nuestro objetivo debe ser aumentar, extender y multiplicar las oportunidades. (Subrayado en el original) (...) Esta expansión no es una garantía de igualdad. Por el contrario, si hay libertad, algunos aprovecharán las oportunidades con entusiasmo y otros las desaprovecharán. Por tanto, cuanto mayores sean las oportunidades, más desigual será la fortuna entre estas dos clases de hombres. Así debe ser con toda justicia y toda razón. (...) Si ampliamos las oportunidades aseguramos el crecimiento general y constante de la civilización y el progreso de la sociedad por medio y a través de sus miembros mejores. (Sumner, What Social Classes Owe to Each Other?, Caldwell, Ohio: Caxton 1883, 1952).

En el capitalismo existen tres elementos importantes definitorios: el individualismo, la competencia y la realización de un beneficio. Al capitalismo le resulta importante el individualismo porque la gente se ve a sí misma no como parte de una sociedad sino como »individuos« que están solos, parados sobre sus dos pies, y deben obtener lo necesario por su propio esfuerzo. La »sociedad capitalista« es el terreno, como lo describió Darwin, donde cada uno compite con los demás bajo condiciones muy duras y brutales, donde solamente sobreviven los más fuertes, donde los débiles y desprotegidos son eliminados y aplastados y donde domina la competencia despiadada.
De acuerdo a la lógica en la que se basa el capitalismo, cada elemento individual —una persona, una empresa o una nación— debe combatir solamente por el logro de su propio desarrollo y ventajas. El criterio más importante en esta guerra es la producción. Los mejores productores sobreviven, los débiles e incompetentes son eliminados y desaparecen. En este modelo no se tiene en cuenta que los eliminados en esa lucha tan amarga, los que son aplastados y se sumergen en la pobreza son, precisamente »seres humanos«. En este modelo a lo que se presta una atención especial es al desarrollo económico, a las mercancías, no a los seres humanos. A eso se debe que las personas con mentalidad capitalista no sientan ninguna obligación ética o problema de conciencia respecto a la falta de protección de los que viven en grandes dificultades, a quienes pisotean al usar sus cabezas como peldaños en la trepada hacia ambiciones siempre crecientes. Este es el darwinismo llevado a la práctica en la sociedad, en el plano económico, en toda su plenitud.
Los principales teóricos del darwinismo social estructuran un soporte »filosófico« y »científico« para el capitalismo al proponer que es necesario impulsar la competencia en todas las áreas de la sociedad y no proveer ningún tipo de oportunidades o apoyo a los débiles, en cualquier plano, desde el de la salud al económico. Por ejemplo, según Tille, uno de los primeros representantes de la mentalidad capitalista-darwinista, es un gran error intentar prevenir la pobreza por medio de ayudar a »las clases derrotadas«, puesto que ello significa interferir con la selección natural producida por la evolución.
En la visión de Herbert Spencer —el principal teórico del darwinismo social y quien introdujo los principios darwinistas en el análisis de la vida social—, si alguien cae en la pobreza se debe a sus propios errores y nadie debe ayudarle a reponerse. Si alguien es rico se debe a sus propias condiciones, aunque la riqueza haya sido adquirida por medios inmorales. En consecuencia, el rico sobrevive y el pobre desaparece: este es el criterio que prevalece casi totalmente en nuestros días, criterio que es un resumen de la »moralidad« capitalista-darwinista.
Spencer, quien defendía esa »moralidad«, en su obra »Estadística Social« (1850) se opone a todos los sistemas de ayudas estatales, a la medicina preventiva, a las escuelas públicas y a la vacunación obligatoria, porque según el darwinismo social el orden social surge del principio de supervivencia del más fuerte. Apoyar al débil y permitirle sobrevivir resulta en el quebrantamiento de dicho principio. El rico es rico porque está mejor conformado o preparado. Algunas naciones sobreviven a otras porque son superiores. Algunas razas caen bajo el yugo de otras porque éstas son más inteligentes. Spencer aplicó esa doctrina a las sociedades humanas de modo radical: »Si (las sociedades) son suficientemente aptas para vivir, vivirán, y está bien que sea así. Si no son lo suficientemente aptas, morirán, y es mejor que mueran«.
Graham Summer, profesor de Política y Ciencias Sociales en la universidad de Yale, era un vocero del darwinismo social en los EEUU. En uno de sus escritos resumió lo que pensaba sobre las sociedades humanas:

»...para elevar algo debemos apoyarnos en algún lugar (en el que se ejercerá una presión hacia abajo) y realizar una fuerza hacia arriba. En lo social eso significa que para elevar a una persona empujamos a otra hacia abajo«. Graham Summer

Richard Milner, jefe editor de »Natural History Magazine«, revista del Museo Norteamericano de Historia Natural de Nueva York, escribe:

»Uno de los principales voceros del darwinismo social, William Graham Summer de Princenton, pensaba que los millonarios más importantes eran los individuos más aptos en la sociedad y que merecían los privilegios que poseían. Resultaban naturalmente seleccionados en el crisol de la competencia« Richard Milner.

De lo expresado se puede ver que el darwinismo social usó la teoría de la evolución de Darwin para explicar y defender »científicamente« las sociedades capitalistas. Como consecuencia de ello los seres humanos empezaron a perder esos conceptos introducidos por la religión, como los de filantropía, asistencia solidaria y cooperación, virtudes que fueron reemplazadas por el egoísmo, la bellaquería y el oportunismo. Según uno de los distinguidos teóricos del darwinismo social, el profesor norteamericano E. A. Ross, »La devoción cristiana por la caridad, considerada una gracia, ha formado un escudo protector bajo el cual los idiotas y cretinos se han colocado y procrean«. También dice Ross: »El estado reúne a los sordomudos bajo su protección, motivo por el cual está en proceso de formación una raza de los mismos«. Ross rechaza todas esas actitudes de protección a los disminuidos físicos y mentales argumentando que evitan el proceso de evolución natural y dice que:

»El camino más corto para hacer de este mundo un paraíso es permitir que esa gente apresure su marcha al infierno« .E.A. Ross

Como seguimos viendo, el darwinismo constituye el fundamento filosófico de todos los sistemas económicos capitalistas, en base a los cuales se modelan todos los sistemas políticos afines.
Esa es la razón por la que los principales sostenedores del darwinismo social fueron y son los dueños del capital. La aparición de los »poderosos« por medio de pisotear al débil y la ejecución de políticas económicas absolutamente alejadas de sentimientos de piedad, solidaridad y compasión, son cosas que dejaron de ser condenables puesto que ese tipo de comportamiento pasó a ser aceptado en función de la »explicación científica« y de »las leyes de la naturaleza«.
Según Richard Hofstader, autor de »El Darwinismo Social en el Pensamiento Norteamericano«, el magnate de los ferrocarriles del siglo XIX, Chauncey Depew, aseguró que quienes obtenían fama, fortuna y poder en la ciudad de Nueva York representaban la supervivencia del más apto a través de la »mayor capacidad, previsión y adaptabilidad«. Otro barón de los ferrocarriles, James J. Hill, sostuvo que »la riqueza de las compañías ferroviarias está determinada por la ley de la supervivencia del más apto«.
Andrew Carnegie, otro propietario de un capital inmenso en los EEUU, expresa en su biografía la creencia en la evolución: »He descubierto la verdad de la evolución«. También dijo:

»La (ley de la competencia) está presente. No podemos evadirla. No se ha encontrado nada que la sustituya. Y aunque a veces pueda ser dura para los individuos, es lo mejor para la raza porque asegura la supervivencia del más apto en cada lugar« .Andrew Carnegie

El científico evolucionista norteamericano Kenneth J. Hsü revela la forma de pensar de los principales capitalistas norteamericanos en su artículo los »Tres Errores de Darwin«:

«El darwinismo también fue usado, en Inglaterra y los EEUU, en defensa del individualismo competitivo y su corolario económico, el capitalismo de mercado libre sin ningún tipo de interferencia del estado. Andrew Carnegie escribió que “la ley de la competencia, afable o no, está presente, no podemos evadirla”. Rockefeller fue un paso más allá cuando afirmó que “el desarrollo de las grandes empresas se trata simplemente de la supervivencia del más apto; se trata simplemente del cumplimiento de una ley de la naturaleza”.«

Resulta sumamente interesante que organizaciones como Rockefeller Foundation y Carnegie Institution —creadas por esas grandes dinastías capitalistas— hayan dado importantes apoyos financieros para la investigación del evolucionismo.
De lo explicado hasta ahora se puede extraer que el capitalismo arrastró a los seres humanos a adorar solamente el dinero y el poder que deviene de él. Dado que las sociedades influenciadas por las sugerencias evolucionistas consideran absolutamente nulos todos los tipos de valores éticos y religiosos, dan importancia al poder material y se apartan de sentimientos como los de compasión, misericordia y sacrificio.
Esa »moralidad« capitalista es la que actualmente domina en casi todas las sociedades. Es por eso que se niega la caridad al pobre, desprotegido y tullido, no se los cuida o ampara; y si se enferman seriamente, no encuentran ninguna persona u organización que los ayude a recuperarse o los asista mientras vivan. Simplemente, se los deja morir. En muchos países esa práctica inhumana se aplica frecuentemente de manera brutal a los niños explotados laboralmente, pues no cuentan con ningún derecho en la materia que los proteja.
En las sociedades capitalistas cada vez se amplía más la brecha entre pobres y ricos: los pobres se hacen más pobres y los ricos más ricos. La existencia de millones de personas sin vivienda o en las condiciones más inhumanas, incluso en los EEUU, el país más desarrollado del mundo, es el resultado de la »moralidad« capitalista. Por supuesto, la sociedad norteamericana es suficientemente rica como para proteger, si quisiese, a toda su población y darle trabajo. Pero debido a que la mentalidad prevaleciente no es ayudar a los pobres sino abusar de ellos, pisotearlos, para la obtención de mayores ganancias, no pueden salir de esa condición y no se les ofrece ninguna solución. Ese es el resultado de la puesta en práctica de los supuestos del darwinismo social, los cuales expresan, entre otras cosas, que »con el objeto de elevarse en la escala social tiene que haber escalones por donde subir«.
A lo largo de toda la historia siempre hubo sociedades donde los pobres y débiles fueron pisoteados, donde solamente fueron importantes las cosas materiales y donde el egoísmo y el fraude fueron vistos como la única vía para volverse ricos. En el pasado también hubo gente que pensaba que la posesión de cosas materiales y el interés por ellas era lo único que valía la pena. Lógicamente, esa idea estaba totalmente alejada de cualquier moral satisfactoria. Pero a partir de la segunda mitad del siglo XIX las personas con esos criterios entraron en un período muy distinto. Durante los últimos 150 años las personas y sociedades que pensaban así dejaron de ser condenadas o criticadas como antes. Ese comportamiento insensible e inhumano empezó a ser aceptado finalmente como una ley de la naturaleza. Es decir, el darwinismo se había vuelto una religión falsa que justificaba la inmoralidad y la impiedad. Robert E. D. Clark explica esto:

»El evolucionismo, en resumen, dio tregua a la conciencia de los hacedores del mal. Ya no se podía criticar el comportamiento más inescrupuloso hacia el competidor; lo malo podía ser llamado bueno«.

En »Evolución o Creación« escribió H. Enoch:

«El profesor J. Holmes dice que “el darwinismo aplicaría consecuentemente el criterio de favorable a todo lo que ayuda a la supervivencia...”. Eso es la ley de la jungla, donde “lo correcto es el uso de la fuerza” y donde el más apto sobrevive. Se trate del fraude o la crueldad, de la cobardía o el engaño, todo lo que capacite para sobrevivir es bueno y correcto tanto para al individuo como para la sociedad».

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